lunes, 3 de septiembre de 2018

El problema demográfico de África colapsa la estabilidad mundial / Luis Alcaide *

Desde que Malthus es­ta­ble­ciese su fa­mosa ley sobre el cre­ci­miento de­mo­grá­fico y ali­men­ticio (ley que ma­ti­zaría a lo largo de su vida) se ha acep­tado la ame­naza de la es­casez para el abas­te­ci­miento de las po­bla­cio­nes. El pe­ligro de su­per­vi­vencia se ha tras­la­dado de un con­ti­nente a otro. Europa dio la pri­mera señal de alarma, luego sería China e India y, en la ac­tua­li­dad, África. 

Las Naciones Unidas prevén que la población africana se duplicará en los próximos 30 años hasta alcanzar los 2.000 millones de personas y que, proyectando las estimaciones hasta finales de siglo, la población total del continente llegaría a 4.000 millones. Escalofriantes incrementos con el riesgo de que los jóvenes nacidos durante esa burbuja demográfica no encuentren trabajo: inestabilidad, desesperación y la emigración masiva como única salida.

Las leyes de Malthus no se cumplieron. En Europa el incremento de la población, vacunas y mejoras sanitarias, contribuyó a que quienes llegaran a la edad de trabajar pudieran hacerlo con el resultado de una mayor producción. En efecto, el llamado “dividendo demográfico” no traía miseria sino prosperidad. 

El significado del dividendo demográfico no ha sido otro que el de una caída de la tasa de dependientes. Dividendo significa más adultos productivos que jubilados. Algo así ha ocurrido en España con la inmigración en los últimos años y lo mismo en el oriente lejano con sus propios nacionales.

¿Por qué África no puede cobrarse como Europa o Asia un dividendo demográfico? Mínimas dosis de modernización suavizarían las tasas de fertilidad (número de hijos por mujer en edad de procrear) de manera que serían los jóvenes actuales quienes protagonizasen la expansión económica generada por un aumento de la población activa.

Europa y los países del oriente lejano, por no hablar de EEUU y Canadá, organizaron su propio desarrollo al que contribuyeron conjuntamente factores políticos, económicos y legales. En el caso de China la conversión de una economía centralizada en una de mercado es la gran responsable de su espectacular crecimiento. África sufre el escepticismo de los inversores ante el fracaso institucional y político de muchos de los nuevos países.

Ahora bien, convendría recordar que ningún continente ha sufrido una descapitalización tan intensa como el africano. La época colonial fue extractiva de los recursos naturales y con la independencia las élites próximas al poder no incluyeron al resto de la sociedad en el desarrollo económico, político e institucional que se esperaba.

La ONU y el grupo de los 20 tienen la humana responsabilidad de deshacer ese nudo gordiano que hace que el crecimiento demográfico vaya por delante de la producción de los recursos. Habrá que intentar movilizar una gran parte de esos billones de dólares y euros acumulados para la economía financiera y desviarla hacia la construcción de grandes obras de infraestructuras a la vez que se promueve la industrialización y la mejora del sector agrario.

La crisis financiera de los años 2007-2011 se resolvió mediante un instrumento financiero: la creación de dinero por parte de BCE, la Reserva Federal y otros bancos centrales. Se creó dinero. No ha habido inflación ni tampoco ninguna señal de quiebra de esas instituciones aunque sus balances no fuesen precisamente los más ortodoxos. Hasta Grecia ha salido adelante.

El actual crecimiento de la población africana se constituiría en un auténtico dividendo económico potencial si la comunidad internacional instrumenta un plan de infraestructuras que junto con un saneamiento político institucional haga de los nuevos estados independientes de África verdaderas naciones inclusivas. Una ocasión excelente para España a la hora de promover infraestructuras eficaces. Nuestras empresas están técnicamente preparadas.

Ahí está la experiencia del Canal de Panamá y el tren de Los Peregrinos en Arabia Saudita. La proximidad ha hecho, por otro lado, posible que las exportaciones españolas hacia África superen a las de América Latina así como que Marruecos absorba el 3% de nuestra exportación total situándose en el grupo de nuestros 10 principales clientes y superando en un 30% el valor de las ventas españolas a China.


(*) Economista del Estado en España


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