lunes, 16 de abril de 2018

Larga vida a las tortugas bobas en el Mediterráneo

MADRID.- La cría en cautividad de tortugas recién nacidas y la protección y reubicación de nidos contribuiría a la conservación de las tortugas bobas, Caretta caretta, en nuestras aguas. Esta es una de las conclusiones del primer estudio de seguimiento realizado sobre el comportamiento de tortugas post-neonatas en el Mediterráneo y que se ha publicado recientemente en la revista 'Marine Biology'.

La investigación analiza los movimientos de 19 tortugas bobas procedentes de tres nidos diferentes, liberadas entre los años 2015 y 2017, y a las que se siguió vía satélite, en algunos casos durante más de cuatro meses.
El estudio publicado es fruto de la colaboración entre la Universitat de València, la Universitat Politècnica de València, la Estación Biológica de Doñana (CSIC), la Fundación CRAM y la Fundación Oceanogràfic, con el apoyo de la Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y Desarrollo Rural de la Generalitat Valenciana y otras entidades conservacionistas y administraciones públicas.
Según la investigadora de la UPV, Sara Abalo, la supervivencia media de las tortugas post-neonatas durante los tres meses posteriores a la suelta fue de al menos un 59%; una cifra elevada si se compara con la tasa de mortalidad de los neonatos, que en sus primeros momentos de vida libre puede ser cercana al 90%. Como explica la investigadora, las tortugas objeto del estudio fueron capaces de sobrevivir y de desplazarse de forma adecuada.
Eduardo Belda, investigador de la Universitat Politècnica de València y director del Máster para la Gestión Marina y Costera de la UPV, afirma que las tortugas bobas se enfrentan a diversas amenazas de origen humano, como la pesca, la presencia de desechos plásticos en el mar y el cambio climático y por ello es necesario conocer su comportamiento, de forma que puedan establecerse medidas adecuadas para su protección.
Según el científico, tras su nacimiento, las tortugas bobas neonatas se dirigen hacia el mar, se alejan de la costa y no vuelven a ser observadas hasta que regresan a aguas costeras como grandes juveniles. 'Los años que pasan en este período se conocen como los años perdidos, necesitamos conocerlos', afirma Eduardo Belda.
Desde 2001 se registran nidos de tortuga boba en el Mediterráneo occidental, situación que no se había registrado anteriormente. Las tortugas nacidas de estos nidos del Mediterráneo occidental están amenazadas por la naturaleza turística de la mayoría de las playas, por lo que se aboga por la reubicación, por personal cualificado, de las puestas de huevos lugares de incubación seguros.
Según Jesús Tomás, investigador de la Universitat de València (UV), "dado que coinciden en la época estival la temporada de puesta de las tortugas y el incremento de la actividad humana en las playas, con las múltiples amenazas que supone ésta para los nidos adoptamos, desde el primer evento de nidificación registrado en 2006 en nuestras costas, la translocación de los huevos a playas protegidas para su incubación; actividad que se viene realizando hasta la fecha".
La cría en cautividad de neonatos, hasta alcanzar un tamaño y peso que facilite su supervivencia en libertad, es otra de las medidas posibles, aunque su eficiencia se ha puesto en entredicho por temor a que no desarrollen competencias para ser auto-suficientes.
Según Sara Abalo, en este estudio se ha mostrado que las tortugas post-neonatas criadas en cautividad fueron capaces de alimentarse y desplazarse adecuadamente. La mayoría de las tortugas viajaron a zonas de aguas abiertas en el Mediterráneo, con preferencia por el Mar de Alborán, el mar Balear y la corriente de Argelia, en dirección al estrecho de Sicilia. Ninguna de las tortugas marcadas cruzó el estrecho de Gibraltar, en consonancia con las hipótesis que sostienen que el pequeño tamaño de las tortugas post-neonatas no les permitiría atravesar las fuertes corrientes de entrada al Mediterráneo en esta zona.
Solo uno de los grupos de tortugas del estudio, que sufrió una infección parasitaria durante su periodo de cría, frecuentó en mayor medida zonas costeras, comportamiento que se atribuye a su peor condición física. Dos de las tortugas de todo el estudio se recuperaron tiempo después de ser liberadas, ambas con plásticos en sus estómagos.
Eduardo Belda, investigador de la UPV, incide en que los resultados de este estudio son "esperanzadores", pues se abre la oportunidad de conocer lo que sucede en los años perdidos de la tortuga boba. Sin embargo, para obtener resultados más concluyentes se deben continuar estos los estudios mejorando la tecnología de seguimiento, reduciendo el tamaño y aumentando la vida útil de los teledetectores.

El agua del Mediterráneo se calienta 1,1º en 35 años y traerá más "gotas frías"

MADRID.- La temperatura del agua ha subido 1,1 grados en los últimos 35 años y amenaza con incidir negativamente en la génesis e intensificación de las lluvias torrenciales en la cuenca mediterránea española, según un estudio del Centro de Estudios Ambientales del Mediterráneo (CEAM), que analiza datos obtenidos por satélite entre 1982 y 2017.

Se trata de la serie de temperaturas más larga disponible y su análisis es una herramienta clave para comprender cómo está afectando el cambio climático a la cuenca mediterránea. Además, algunos de los patrones observados pueden ayudar a «predecir con mayor precisión» la aparición de lluvias torrenciales y su intensidad esperada, explica Francisco Pastor, investigador del CEAM y coautor, junto a José Antonio Valiente y José Luis Palau, de un reciente trabajo de investigación que actualiza los datos sobre el calentamiento del agua en el Mediterráneo en los últimos 35 años.
El incremento de la temperatura en este periodo ha sido de 1,1 grados centígrados, aunque no ha sido uniforme en todas las zonas del Mediterráneo y se ha acelerado más en la última década que en las anteriores.
«La temperatura del agua en el mar tiene un efecto claro sobre la mayor o menor intensidad de las lluvias torrenciales, aunque no es el único elemento determinante», matiza Pastor, al concurrir factores como la dirección de los vientos, la orografía y la temperatura del aire en la popularmente conocida como «gota fría» y que se aplica, por extensión, al fenómeno de precipitaciones intensas.
Además de la «tendencia» en la temperatura, el análisis de los datos del satélite obtenidos en más de cuatro mil puntos de medida distribuidos por toda la cuenca mediterránea ofrece datos de distribución temporal y espacial de ese calentamiento. Así, mientras en invierno la temperatura en el Mediterráneo sigue una lógica norte-sur (más fría en el Golfo de León que en el mar de Alborán), en verano presenta áreas bien diferenciadas que nada tienen que ver con la latitud y que reflejan un mayor calentamiento en zonas como la costa libia o la mitad sur del mar Tirreno. «Es importante conocer qué recorrido hacen los vientos y si pasan por alguna de estas zonas más calientes antes de impactar aquí, porque el factor de torrencialidad se intensifica en esos casos», apunta Pastor.
Los investigadores del CEAM trabajan también en el impacto que tiene en el calentamiento la acumulación de vapor de agua y contaminantes en el Mediterráneo como consecuencia de los cambios en el régimen de tormentas descrito por Millán Millán, así como en la influencia que este fenómeno tiene en episodios de olas de calor o precipitaciones torrenciales cada vez más frecuentes en centroeuropa o las Islas Británicas.
En relación a estos fenómenos, el proyecto Versus, iniciado en enero de 2016 por el CEAM, pretende integrar todo el conocimiento existente y aplicar diversas técnicas y enfoques para «mejorar los sistemas de vigilancia y alerta temprana sobre riesgos ambientales como temperaturas extremas, lluvias torrenciales y eventos de alta contaminación», así como acreditar en qué medida pueden los cambios en la cobertura del suelo a escala local o regional provocar cambios en los patrones de lluvia a diferentes escalas meteorológicas en el Mediterráneo occidental.