viernes, 6 de marzo de 2020

El nazismo del siglo XXI contra los refugiados / Joaquín Sánchez *

Viendo lo que está sucediendo con los refugiados en Grecia, necesito expresar un dolor compartido al ver tanta inhumanidad, crueldad e indiferencia contra esa política para destrozar, sí, destrozar sin ningún miramiento las vidas de familias con niños que vienen huyendo de las guerras. 

Unas guerras provocadas por la avaricia de las multinacionales y de las grandes potencias, como Estados Unidos, China y Rusia, para quedarse con todas las riquezas. Provocamos las guerras y dejamos que la gente muera por las bombas, las balas, el hambre, la falta de agua y atención sanitaria. Destruimos sus países, sus vidas y no queremos que vengan, que se busquen un maldito rincón lejos de nosotros.

Lo que está ocurriendo es horrible y terrible y es la expresión del nuevo nazismo del siglo XXI. No es ninguna exageración. Me imagino que los alemanes que vieron venir el nazismo se sentirían impotentes de ver que sus gritos de aviso no tenían eco. Supongo que les dirían que estaban fuera de la realidad.

Es un nuevo nazismo porque se legitiman y justifican las guerras. Aceptamos los engaños que nos dicen, como que son guerras por la democracia y la paz, contra  el terrorismo, por la seguridad y, el colofón del cinismo, por defender nuestra libertad. Ya lo decía precisamente el Ministro de Propaganda nazi, Goebbels: "Una mentira repetida muchas veces se convierte en una verdad".

Estas guerras causan desplazados y refugiados que solo buscan sobrevivir y un poco de paz para sus hijos. También decía Goebbels que siempre  hay que señalar un enemigo para culparlo de todos los problemas. En este caso son los inmigrantes y los refugiados; en la Alemania nazi fueron los judíos, los comunistas, los gitanos, los homosexuales, los opositores políticos…

En toda esta realidad se solapan los acontecimientos  y es triste ver cómo el Gobierno turco de Erdogan ante sus derrotas militares en Siria utiliza a los refugiados como arma y los empuja a las fronteras. Los utilizan como medio de presión aprovechando que quieren rehacer sus vidas. Me decía un amiga con toda la tristeza del mundo: "Erdogan dispara a Europa no con balas, sino con refugiados”. ¿Cómo hemos podido construir este mundo lleno de maldades?

Nos llegan noticias y vemos con nuestros propios ojos cómo grupos nazis de Amanecer Dorado ponen una especie de controles, llevando palos, cuchillos y bates de beísbol, pidiendo documentación, requisando móviles, pegando a la gente, a los refugiados, a miembros de ONGs y a periodistas con total impunidad. Queman coches, entre ellos los vehículos de alquiler, porque piensan que son de los voluntarios, y también las oficinas, entre ellas la de ACNUR.

Están atacando a las ONG que se han visto obligadas a cerrar sus sedes para no poner en peligro a los refugiados, lo cual supone que no puedan atender con comida, ropa, medicamentos y un sinfín de ayudas. Esto supone unas condiciones tan inhumanas que puede conllevar la muerte de las personas más vulnerables como los bebés. Todo esto apoyado y promovido por el Gobierno griego.

Vemos cómo la Policía griega lanza gases lacrimógenos contra estas personas refugiadas, incluidos a los niños, atizan sin miramientos con las porras. Hemos visto cómo embisten los guardacostas contra las débiles embarcaciones donde vienen los refugiados y le disparan muy cerca. Ellos levantan los brazos asustados y no entendiendo por qué esta crueldad cuando vienen de una guerra. 

Nos llegan noticias de que han matado a un adolescente de un disparo efectuado en la garganta por un soldado griego. También han puesto baterías en la costa para disparar con munición real a las embarcaciones de estas personas refugiadas que vienen de Turquía.

Se ha suspendido el derecho de asilo y todo esto con el apoyo explícito de la Unión Europea al Gobierno griego. Es decir, la Unión Europea apoya, entre otras cosas, la violación del Derecho Internacional. Cuando te dicen que no van a cumplir ni el Derecho Internacional ni los Derechos Humanos se trata de entrar en una dinámica muy peligrosa.

A pesar de que tenemos el corazón desgarrado y encogido porque, entre otras cosas, tenemos amigos y amigas, compañeros y compañeras en Lesbos, hay que seguir clamando y luchando para construir un mundo en paz donde cada país tenga su prosperidad y exista un comercio justo y relaciones cordiales. 

Ahora nos toca luchar porque se pare la guerra y se pueda acoger a la gente que huye y contribuir a la reconstrucción de estos países para que un día el anhelo de los refugiados y refugiadas de volver a su tierra que los vio nacer se haga realidad. Nuestra tristeza, nuestra inmensa tristeza, nos anima a luchar por esa gente buena que solo quiere vivir.

No seamos cómplices de la inhumanidad con nuestra indiferencia y, muchos menos legitimando esa política que destroza vidas.


(*) Sacerdote español

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