miércoles, 7 de diciembre de 2016

El populismo económico amenaza con imponerse a derecha e izquierda / Carlos Díaz-Güell *

Economistas solventes coinciden en asegurar que el acceso al poder de populismos como el de Podemos supondría un "rápido e intenso" deterioro del PIB. Sin embargo, la desigualdad social, caracterizada en los países desarrollados por un empobrecimiento de la clase media, alarma ya al mundo económico más atento a las tendencias mundiales.

La sen­sa­ción de ser los per­de­dores de la glo­ba­li­za­ción pro­voca, en am­plias capas so­cia­les, una desafec­ción ge­ne­ra­li­zada hacia el sis­tema po­lí­tico y eco­nó­mico que preo­cupa, y mu­cho, a go­biernos e ins­ti­tu­cio­nes. Y de ahí los po­pu­lis­mos.

Tanto es así que el FMI, su­pues­ta­mente de­fensor del li­be­ra­lismo eco­nó­mico y del ca­pi­ta­lismo a cual­quier pre­cio, al igual que el BCE, se han po­si­cio­nado re­cien­te­mente a favor de po­lí­ticas eco­nó­micas en cierta me­dida he­te­ro­doxas o po­pu­listas para, pre­ci­sa­mente, com­batir la de­sigualdad so­cial y frenar estos fe­nó­menos emer­gentes tanto en Europa como en EEUU.

Para ello se de­manda “que los go­biernos gasten más en edu­ca­ción, tec­no­logía e in­fra­es­truc­turas para elevar la pro­duc­ti­vidad mien­tras que se den pasos para re­ducir la de­sigual­dad”, aunque ello no debe ser óbice para se­guir re­for­mando el mer­cado de tra­bajo, re­ducir las ba­rreras de en­trada y me­jorar la for­ma­ción de los tra­ba­ja­dores como re­medio al en­ve­je­ci­miento de la po­bla­ción, a la vez que se apela a subir los sa­la­rios, porque “llevan años cre­ciendo por de­bajo de la pro­duc­ti­vi­dad”. Un cierto sen­ti­miento de cul­pa­bi­lidad emerge sin que se co­nozca hacia donde nos di­rige estas po­lí­ti­cas.

El pa­no­rama no re­sulta nada alen­tador y au­gura un fu­turo com­plejo y lleno de in­cer­ti­dum­bres que ter­mi­naran por pasar fac­tura a las eco­no­mías del mundo y de ello dan fe pro­cesos como el avance del par­tido po­pu­lista Alternativa para Alemania; la irrup­ción de Donald Trump; la fuerza cre­ciente de Marine Le Pen en Francia o del Partido por la Libertad en Austria, cuando no la fuerza xe­nó­foba de Holanda; los go­biernos de Hungría, Polonia o de la República de Chequia; el Brexit o los po­pu­lismos des­es­ta­bi­li­za­dores del países de Centroamérica.

Los pro­gramas po­pu­lis­tas, sal­vando y di­fe­ren­ciando los de iz­quierda de los de de­re­chas, abogan desde una pers­pec­tiva eco­nó­mica, fun­da­men­tal­mente, por las alzas de im­puestos o por un mayor gasto pú­blico, ig­no­rando, cuando no des­pre­ciando, la ne­ce­saria con­fianza de los mer­ca­dos.

Los li­bros de texto señalan que el Populismo Económico es un en­foque de la eco­nomía ba­sado en un mo­delo que pri­vi­legia el cre­ci­miento y la re­dis­tri­bu­ción del in­greso y me­nos­precia los riesgos de la in­fla­ción y la fi­nan­cia­ción de­fi­ci­ta­ria; las res­tric­ciones ex­ternas y la reac­ción de in­ver­so­res, aho­rra­dores y con­su­mi­dores frente a po­lí­ticas agre­sivas frente al mer­cado.

La his­toria de­muestra que el fra­caso del po­pu­lismo eco­nó­mico se ori­gina por las ten­siones que ge­nera y que aca­ban, a la corta o a la larga, frus­trando el cre­ci­miento que in­tenta pro­mo­ver.

De todo esto saben lo que no está es­crito ciertos países la­ti­noa­me­ri­ca­nos, aunque en oca­siones queda es­crito y así lo hi­cieron eco­no­mistas como Dornbusch y Edwards en obra “Macroeconomía del Populismo en la América Latina” (1992) , al dejar claro que el des­tino de las po­lí­ticas po­pu­listas es el fra­caso y tiene siempre un costo mayor para los sec­tores so­ciales que su­pues­ta­mente se quiere fa­vo­re­cer: au­mento de la pro­duc­ción, los sa­la­rios reales y el em­pleo, ig­no­rando el efecto de la in­fla­ción; crea­ción de cue­llos de bo­tella en la eco­nomía de­bido en parte a una fuerte ex­pan­sión de la de­manda de bienes y en parte a una cre­ciente falta de di­visas (en el caso de Latinoamerica); la es­casez ge­ne­ra­li­zada, la ace­le­ra­ción ex­trema de la in­fla­ción y una obvia de­fi­ciencia de di­vi­sas, con­ducen a la fuga de ca­pital y la des­mo­ne­ti­za­ción de la eco­nomía lo que con­lleva a que el dé­ficit pre­su­pues­tario se de­te­riore por de­bi­li­ta­miento de la re­cau­da­ción fiscal y el au­mento del costo de los sub­si­dios a la vez que los sa­la­rios reales bajan y la po­lí­tica se torna ines­ta­ble. 

Todo ello desem­boca en una inevi­table po­lí­tica de es­ta­bi­li­za­ción que pro­voca que el sa­lario real baje a un nivel sig­ni­fi­ca­ti­va­mente menor que el pre­va­le­ciente cuando se inició todo el epi­so­dio. Además, si el pro­ceso po­pu­lista ha sido muy per­sis­tente, el ex­pe­ri­mento ha­brán de­pri­mido la in­ver­sión y pro­mo­vido una sa­lida de ca­pi­tales cuyo re­torno será im­pres­cin­dible pro­mo­ver.

La dura crisis a la que se ha visto so­me­tida el mundo desde 2008, ha de­jado sus inevi­ta­bles se­cuelas y ahí están para de­mos­trarlo los po­pu­lismos de iz­quierdas y de de­re­chas y mien­tras unos como el po­pu­lismo de iz­quierda mo­de­rada pre­tende subir casi todos los im­puestos e in­cluso crear nue­vos, además de au­mentar el gasto para subir pres­ta­cio­nes, pen­sio­nes, crear sa­la­rios vi­ta­les, etc., etc., hasta al­can­zar, en el caso de España, ni­veles pre­su­pues­ta­rios in­sos­te­ni­bles (cerca de 100.000 mi­llones de eu­ros) que se­rían fi­nan­ciados por los inevi­ta­bles im­puestos de los po­de­ro­sos, grandes for­tunas y la lucha contra el fraude del mismo.

Los re­cientes re­to­ques de la fis­ca­lidad es­pañola im­pul­sada por el go­bierno de Rajoy no están exentos de una pro­funda carga de po­pu­lismo y da alas a quienes de­fienden la tesis de que si con un cre­ci­miento su­pe­rior al 3% no re­du­cimos el dé­ficit es que la ges­tión del go­bierno puede con­si­de­rarse de desas­trosa.

En pa­ra­lelo, buen cui­dado ha te­nido el go­bierno en aden­trarse en ese pro­ce­loso mundo de la eli­mi­na­ción de du­pli­ci­dades y de gasto su­per­fluo, en un ejer­cicio de res­peto hacia esa gran masa de afi­liados del PP que, según al­gunos cálcu­los, al­canza la enorme cifra de 800.000 y que mu­chos de ellos se ven be­ne­fi­ciados de los di­neros pú­bli­cos, algo a lo que as­piran el resto de las fuerzas po­lí­ti­cas. Así las co­sas, ¿qué po­pu­lismo no va a velar por los in­tereses de sus hues­tes?


(*) Periodista español

No hay comentarios:

Publicar un comentario