El nacional-islamismo del presidente Erdogan era al parecer lo único
que faltaba para que el ajedrez estratégico volviera activarse no sólo
en el Oriente de Europa, por causa del problema ruso-ucraniano desde la
anexión de Crimea y la instalación de milicias moscovitas en el costado
oriental de Ucrania -que reedita los crónicos ciscos a tres bandas del
siglo XVII entre rusos, ucranios, tártaros y polacos -.
También alcanzan las iniciativas del presidente turco a la sangrienta
dinámica de la guerra civil siria, que genera alternativas de la más
varia condición en las relaciones entre Ankara y Moscú, luego de que
fuera derribado un avión ruso en el espacio aéreo turco tras reincidir
en lo que había hecho anteriormente otro bombardero de su misma bandera,
dentro de las prácticas de las peripecias bélicas derivadas de los
servicios que la Federación Rusa aporta a la causa del régimen alauí de
los Asad sirios, en su guerra contra los diversos suníes. Mayoritarios
en la población siria.
Pero el ir y venir de la diplomacia erdoganí con las danzas
putinescas para la restauración del orden geopolítico perdido al
desaparecer la URSS, se ha visto enriquecido tras del episodio golpista
contra el actual Gobierno de Ankara. Episodio de un eco y consecuencias
aparentemente inacabables, por la purga cívico-militar que, además de
acumular transversalmente los represaliados por miles en el ámbito
nacional turco, proyecta sus efectos sobre la estructura exterior de sus
relaciones políticas y militares con el mundo occidental.
El rebote,
transversalmente también, incluye desde la misma Alemania, receptora de
miles y miles de turcos de adopción, hasta la propia Administración
norteamericana, a la que exige, sin más, que le entregue a Fetulah
Gülen, ex correligionario y aliado, residente en Pensilvania como
refugiado político. Al que se acusa de ser el inspirador del golpe.
A todo esto, el desparejamiento alternante de Recip Erdogan, de
siempre alineado con Washington y ahora y ahora sintónico con Moscú,
parece olvidar que Turquía es miembro de la OTAN, y que la propia OTAN
acaba de celebrar en Varsovia una Cumbre para abordar la subida de
tensión endémicamente instalada en el entorno oriental de Ucrania, dónde
para ahora mismo el Gobierno de Kiev acaba de declarar la “alerta
máxima”.
Se dijo meses atrás, antes del fracasado (¿) golpe de Estado, que
Turquía traficaba con petróleo supuestamente extraído de Mosul por el EI
(Estado Islámico), y se sabe ahora que Ankara ha concluido un acuerdo
con Moscú – anteriormente diferido – para el trazado de un gasoducto que
lleve el gas ruso hasta el Mediterráneo oriental, como baza para
preservar la dependencia centroeuropea de este hidrocarburo. De
importancia crítica para la zona.
Ninguna alerta está de sobra.
(*) Periodista español
No hay comentarios:
Publicar un comentario