MADRID.- Los clientes españoles que suscribieron productos estructurados, bonos y participaciones preferentes, de la entidad islandesa Landsbanki han perdido oficialmente su inversión después de que la institución haya dado de baja los títulos
ante el custodio internacional.
Una
circunstancia que las entidades que
registraron mayor volumen de afectados en España, como Bankinter, han
comunicado en las últimas semanas a través de cartas en las que informa a
los clientes de que, a cambio, podrán desgravarse el rendimiento
negativo de la inversión a efectos fiscales en su próxima declaración de
la renta.
La subdirectora general adjunta de la entidad, Marta Centeno, explica
en el documento que los bonos serán
eliminados de la cuenta de intermediación, lo que generará una pérdida
patrimonial al inversor. No obstante, añade, este quebranto se “podrá
compensar con otros rendimientos de capital positivos y con el 15% del
saldo positivo de las ganancias que se declaren en la base del ahorro”
del ejercicio 2016.
Un mensaje similar al transmitido a principios de año por CaixaBank, que el pasado 29 de febrero procedió a borrar de su cartera de valores todos los títulos suscritos con Kaupthing, otro de los bancos islandeses que se declaró en quiebra, con un interés del 6,750 %.
El elevado Estado del bienestar, con un nivel de desarrollo similar
al registrado en sus vecinos escandinavos, convirtió a Islandia, país de
apenas 323.000 habitantes, en un paraíso para las economías del Viejo
Continente, especialmente Reino Unido y Holanda, que vieron en Reikiavik
una ‘city’ para el nuevo milenio.
Animados por la creciente actividad en la isla, la entidad más antigua del país, Landsbanki, y el banco comercial y de inversiones Kaupthing, iniciaron un proceso de expansión en el que atrajeron fuertes inversiones de los ahorradores de todo el mundo.
Consecuencia de este afán, ambas instituciones emitieron bonos propios, entre 2005 y 2006,
con unas características similares a las participaciones preferentes,
es decir, perpetuos y con un interés ligado a la buena marcha de la
entidad.
Poco duró la euforia en los mercados, que ya por entonces sufrían en
sigilo los primeros síntomas de colapso sin que nadie pudiera o supiera
presagiar que apenas 24 meses después, en 2008, el castillo de naipes en
el que se había convertido la economía mundial iba a desplomarse.
En este contexto de globalización e interconexión, el “efecto dominó”
no se hizo esperar y los efectos de la mayor recesión desde el fin de
la II Guerra Mundial pronto salpicaron las plazas europeas y al paraíso
islandés, al que las agencias de calificación consideraban uno de los
mejores ejemplos de solvencia, lo que no evitó que su hipertrofiado
sistema bancario quebrara ese mismo año.
Las inversiones captadas en el exterior habían provocado que
los activos bancarios crecieran hasta nueve veces por encima del
Producto Interno Bruto de Islandia que, sin darse cuenta, perdió su capacidad para responder en situaciones de crisis.
Ni siquiera la nacionalización tanto de estas entidades como del
Glitnir, tercer banco del Estado, pudo garantizar los ahorros de los
clientes, no sólo particulares, sino también empresas y organismos
públicos, especialmente ingleses y holandeses, países donde los
perjudicados ascienden a 300.000.
Seis años después de que el pueblo islandés, reacio a acelerar el fin de su utopía,
se negase a devolver los 3.800 millones adeudados, la supresión de los
títulos inquieta a los ahorradores, en buen número usuarios de banca
privada que, aseguran, recurrieron a esta operación alentados por sus
propios gestores.
Un marco que ya fue refrendado por la Asociación Europea de Libre
Comercio en 2013, cuando el tribunal dio la razón a Islandia y dejó como
última estrategia para los clientes demandar al banco que les vendió
los productos.
A pesar de la falta de consenso entre los juzgados españoles, las
últimas sentencias han señalado a las entidades por omitir las
características de estos productos de “riesgo patente” a los inversores,
quienes ahora se aferran a esta vía como última alternativa.
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