miércoles, 5 de septiembre de 2018

Las empresas siguen huyendo de Cataluña: en el segundo trimestre 595 compañías


MADRID.- Cataluña sigue liderando los cambios de domicilio de empresas en España, ascendiendo a 595 el número de compañías que abandonaron la comunidad durante el segundo trimestre del año, un 234% más que en el mismo periodo del año pasado, según el estudio sobre Cambios de Domicilio publicado por Informa.

De acuerdo al informe, esta cifra disminuyó un 65% respecto a las 1.695 empresas que cambiaron su domicilio fuera de Cataluña durante los primeros tres meses del año, pero aun así, los nuevos traslados sumaron en ingresos más de 627 millones de euros.
Cataluña acaparó un 35% del total de cambios de domicilio que se realizaron en España en el segundo trimestre. El saldo negativo entre llegadas y salidas en la comunidad fue el más elevado del país, alcanzó las 471 empresas, siendo la única comunidad que mantuvo esta tendencia negativa en todos los trimestres desde hace un año.
En este contexto, Madrid fue la comunidad autónoma más beneficiada de estos traslados, ya que fue donde decidieron instalarse el 63% de las empresas durante el segundo trimestre del año, sumando estas unas ventas de 682 millones de euros. De ellas, el 84% de las compañías provinieron de Cataluña.
Las siguientes autonomías que más empresas catalanas recibieron fueron Valencia, con un 7%, y Baleares, con un 6%, lo que les permitió mantener un saldo positivo entre entradas y salidas de 53 y 28 empresas, respectivamente, en este segundo trimestre.
Para la directora de estudios de Informa, Nathalie Gianese, en el segundo trimestre del año el número de empresas que trasladó su domicilio en España se redujo respecto a los primeros tres meses del año un 37%, a causa principalmente de la disminución de salidas de Cataluña en este periodo. 
A pesar de ello, Gianese ha apuntado que esta cifra ha seguido creciendo con respecto a hace un año, un 53%, concretamente.
En total, la cifra de empresas que se mudaron a otra autonomía en España durante el segundo trimestre fue de 1.697 sociedades. Tras Cataluña, Madrid y Andalucía fueron las comunidades de las que más compañías salieron, 369 y 147 de cada una, aunque, al contrario que Cataluña, recibieron más de las que perdieron, 730 y 156 respectivamente.
Madrid fue la región que mantuvo el mejor saldo positivo, sumó 361, seguida de Valencia, con 53 más, y Baleares, que añadió 28. 
Otras seis comunidades, además de la catalana, presentaron un salgo negativo entre llegadas y salidas en este periodo, aunque muy inferior: País Vasco, que perdió 29, Castilla y León, que recortó 13, Asturias, Castilla La Mancha y Galicia, todas con 4 menos, y Melilla, que restó una.

El petróleo Brent baja un 1,15 %, hasta 77,27 dólares

LONDRES.- El barril de crudo Brent para entrega en noviembre cerró hoy en el mercado de futuros de Londres en 77,27 dólares, un 1,15 % menos que al cierre de la sesión anterior.

El petróleo del mar del Norte, de referencia en Europa, terminó la jornada en el International Exchange Futures con una bajada de 0,90 dólares respecto a la última negociación, cuando acabó en 78,17 dólares.
El precio del Brent retrocedió, según los expertos, por el nerviosismo ante un posible aumento de las disputas comerciales entre Washington y Pekín, después de conocerse la posibilidad de que EEUU suba de nuevo los aranceles sobre productos chinos valorados en 200.000 millones de dólares.
El temor a que este conflicto pese sobre el mercado del petróleo hizo caer el precio del crudo a su mínimo en la última semana.

Británicos y franceses acuerdan compartir la pesca de vieiras

PARÍS.- Pescadores británicos y franceses renovaron el miércoles un acuerdo sobre la pesca de la vieira frente a las costas de Normandía, tras enfrentamientos en alta mar que provocaron preocupación a ambos lados del Canal de la Mancha.

"Hemos renovado el acuerdo de 2017" sobre los barcos de más de 15 metros de eslora y "tenemos un acuerdo de principio" sobre los de menor envergadura, explicó Gérard Romiti, presidente del comité nacional de pescadores.
Las negociaciones se prolongarán 48 horas más para acabar de definir compensaciones para los pescadores británicos.
"A día de hoy queremos la paz, que todo el mundo pueda volver al trabajo tranquilamente, después nos veremos el año que viene para discutir sobre la evolución de nuestras relaciones", afirmó el presidente del comité regional de pescadores de Normandía, Dimitri Rogoff, en el inicio de la reunión en Londres.
También Mike Park, responsable de la unión de pescadores escoceses Scottish White Fish Producers Association, había dicho el martes esperar que la reunión "desembocase en un acuerdo".
La tensión entre los pescadores de vieiras de ambos lados del Canal de la Mancha existe desde hace tiempo. En los últimos cinco años se habían concluido acuerdos anuales para apaciguar las relaciones, pero este año los franceses se negaron a firmarlos.
La semana pasada pescadores de ambos países se lanzaron piedras e insultos e incluso llevaron a cabo maniobras peligrosas en alta mar cuando una treintena de pesqueros franceses intentaron impedir que cinco barcos británicos faenasen en la zona.
El secretario de Estado británico de Pesca, George Eustice, aseguró que no se registraron nuevos enfrentamientos desde entonces y que su homólogo francés le garantizó que se desplegarían "medios adicionales" para evitar que estos actos se reproduzcan.
El martes, el ministro francés de Pesca Stéphane Travert también había abogado por un acuerdo que permita "una gestión sostenible y eficaz de los recursos de vieiras".
Los pescadores franceses, que solo están autorizados a pescar vieiras entre el 1 de octubre y el 15 de mayo para intentar preservar la especie, piden a los británicos, cuya pesca no está limitada en el tiempo, que respeten las misma reglas frente a las costas de Francia.
El acuerdo en vigor hasta 2017 obligaba a los británicos a regirse por el calendario francés pero concernía únicamente a los barcos de más de 15 metros. Los pescadores franceses acusaron a los británicos de aprovechar esta brecha fletando barco menores fuera del periodo autorizado y en 2018 se negaron a renovar el acuerdo.
Rogoff afirma que los británicos utilizaron la falta de acuerdo para intensificar la pesca: "pasaron de 2.000 toneladas a 35.000 toneladas cuando nosotros pescamos 30.000 toneladas", asegura.
En el plano legal, la pesca de los barcos británicos en aguas francesas fuera de esa temporada de pesca no representa una infracción ya que fueron los franceses quienes determinaron un calendario con que realizar una mejor gestión.
Sin embargo, "los pescadores ingleses son más bien partidarios del Brexit y tenemos que reconocer que las tensiones se reavivan a medida que se acerca el momento de la salida del Reino Unido" de la Unión Europea, afirmó Travert.
Los pescadores británicos votaron mayoritariamente a favor del Brexit con la esperanza de recuperar el control de sus aguas.
Los pescadores españoles, también ávidos de la vieira, no se ven afectados por este conflicto dado que sus barcos no faenan en esa zona, explicó el presidente de la Federación Gallega de Cofradías de Pescadores, Tomás Fajardo.
Aún así, aseguró "apoyar a los compañeros franceses, porque en teoría los ingleses van a dejar de pertenecer a la UE con el Brexit, así que apoyar a los que quedamos". "Si los ingleses se van, bye bye".

La prima de riesgo española se mantiene en 107 puntos básicos

MADRID.- La prima de riesgo española ha cerrado hoy en 107 puntos básicos, el mismo nivel que en la víspera, según datos del mercado.

El mantenimiento del diferencial de la deuda española respecto a la germana se ha producido en una sesión en la que ha aumentado la rentabilidad de los bonos de ambos países.
Así, el interés de los títulos españoles a largo plazo se ha elevado desde el 1,429 por ciento de la víspera hasta el 1,449 por ciento con que ha concluido esta sesión, rentabilidad que servirá como referencia para los inversores que acudan mañana a la subasta de bonos a medio y largo plazo que realizará el Tesoro.
El rendimiento del bono alemán a diez años, referencia de solvencia en Europa y cuya diferencia con el español determina la prima de riesgo, ha subido del 0,357 por ciento previo al 0,38 por ciento del final de esta sesión.
Por tercera jornada consecutiva ha continuado reduciéndose la rentabilidad de la deuda italiana, que ya se sitúa por debajo del 3 por ciento.
El miércoles bajó hasta el 2,935 por ciento, cuando ayer estaba en el 3,017 por ciento. La prima de riesgo del país transalpino ha pasado de 266 a 256 puntos básicos.
En cuanto al resto de los países periféricos, la prima de riesgo de Portugal ha bajado de 151 a 149 puntos básicos, en tanto que la de Grecia ha disminuido de 420 a 418 puntos básicos.
En cuanto a los seguros de impago de deuda ("credit default swaps"), cantidad que se debe pagar para garantizar una inversión de 10 millones de dólares, ha bajado para España a 101.960 dólares (102.150 dólares ayer), y para Italia se ha reducido a 275.590 dólares (288.950 ayer).

Bajan las bolsas europeas

LONDRES.- El índice principal de la Bolsa de Valores de Londres, el FTSE-100, cerró hoy con un descenso del 1 %, 74,58 puntos, hasta los 7.383,28 enteros.

El principal indicador de la Bolsa de valores de París, el CAC-40, registró hoy una caída del 1,54 % al cierre de la sesión, hasta los 5.260,22 puntos.
El índice selectivo DAX 30 de la Bolsa de Fráncfort cerró hoy con una bajada de un 1,39 %, o 169,75 puntos, hasta 12.040,46 puntos.

'Acción contra el cambio climático' aportaría 26 billones de dólares a la economía mundial

PARÍS.- Una acción ambiciosa contra el cambio climático podría aportar 26 billones de dólares adicionales a la economía mundial en 2030, indicó el miércoles un grupo de expertos internacionales.

Los beneficios económicos que supondría adoptar una economía poco contaminante han sido "sumamente" subestimados, según la Comisión Global sobre Economía y Clima, un "think tank" que reagrupa a exjefes de gobierno, empresarios y reputados economistas.
"Una acción audaz podría suponer una ganancia económica directa de 26 billones de dólares en 2030 comparado con la situación actual. Y esto es seguramente una estimación conservadora", según el informe anual de la Comisión.
Este giro medioambiental permitiría además generar "más de 65 millones de empleos poco contaminantes" en 2030, así como evitar más de 700.000 muertes prematuras debido a la contaminación del aire, agregó.
Pero las autoridades "no están tomando acciones suficientemente valientes para escapar al legado de los sistemas económicos", según los expertos.
"Estamos en un momento único de 'lo tomas o lo dejas'. Los legisladores deben levantar el pie del freno y enviar una clara señal de que el nuevo crecimiento está aquí", dijo el copresidente de la Comisión, Ngozi Okonjo-Iweala, exministro de Finanzas nigeriano. Este momento durará solo dos o tres años, según el informe.
Este crecimiento respondería a la interacción de diversos factores: la rápida innovación tecnológica, el aumento en los recursos de productividad y la inversión en infraestructura sostenible, que se prevé alcanzará 90 billones de dólares en 2030.
El cambio impactaría en 5 áreas clave: el desarrollo de sistemas energéticos limpios, una mejor planificación urbana, una agricultura más sostenible, un mejor manejo del agua y una industria menos contaminante en dióxido de carbono.
La Comisión emplazó además a los gobiernos a poner un precio a las emisiones de dióxido de carbono (entre 40-80 dólares tonelada en 2020) y a obligar a las grandes empresas a publicar sus informes internos sobre riesgos medioambientales.
Reclamó además a los bancos y organismos de desarrollo duplicar sus inversiones en infraestructuras, con el objetivo de alcanzar al menos los 100.000 millones de dólares anuales en 2020.

El BCE avisa de que la próxima crisis estará ligada al mercado inmobiliario

FRÁNCFORT.- La presidenta del Consejo de Supervisión del Banco Central Europeo (BCE), Danièle Nouy, ha alertado de que la próxima crisis económica en Europa estará ligada al mercado inmobiliario. "Lo único que sabemos seguro es que habrá una nueva crisis. Pero no sabemos cuándo o por qué emergerá", ha afirmado en una entrevista con la agencia de noticias letona 'Leta' que  se puede consultar en la web del BCE.

Nouy realiza estas afirmaciones generales sobre la posibilidad de una nueva crisis en Europa. Al ser preguntada por el caso concreto de los países bálticos, afirma que la entidad supervisora tiene "algunas preocupaciones" al observar el crecimiento "sustancial" del mercado inmobiliario tanto en términos de precios como de volumen de transacciones.
"En mi opinión, el uso de tipos variables supone un riesgo, al no haber garantías de que cuando estos tipos suban los beneficios de las empresas o los sueldos de la gente se eleven también. Pero su cuota hipotecaria sí lo hará", recalca. "Seguiremos de cerca los desarrollos del mercado inmobiliario. Esto no solo afecta a Letonia y a los países bálticos, también a otros países". Al respecto, recuerda que varias entidades escandinavas operan en estos territorios ex-soviéticos.
El precio de la vivienda en la capital letona, Riga, creció un 9% en 2017. Por comparar con España, el coste de la vivienda se elevó un 17% en Madrid, que lideró las subidas nacionales (la media fue de un 4,3%).
A nivel europeo, la reguladora europea ha indicado que sospecha que la próxima crisis la causará el mercado inmobiliario. "¿Qué puede causar la próxima crisis? No lo sé, pero sospecho que podría ser el mercado inmobiliario", reflexiona Nouy.
"Muchas de las crisis anteriores han estado relacionadas con el mercado inmobiliario, aunque no sea de manera directa", ha subrayado. 
No obstante, Nouy ha asegurado que, gracias a que el Mecanismo Único de Resolución está en marcha, los bancos están "mucho mejor preparados" para afrontar un 'shock' económico, ya que los mecanismos de gestión de crisis son "más fuertes" que hace una década.
"Debemos estar preparados para una crisis, y solo hay una regla: que los bancos estén sanos y salvos. Esto significa que tengan suficiente capital y de la suficiente calidad".

Abogado en 'caso Monsanto' dice que las grandes empresas "dañan" la democracia

BRUSELAS.- El abogado Robert Francis Kennedy Jr., defensor de Dewayne Johnson, a quien Monsanto deberá pagar 289 millones de dólares tras usar un producto de la firma que contenía el herbicida glifosato y desarrollar cáncer, aseguró hoy que grandes corporaciones como esa empresa estadounidense "dañan" la democracia.

"Las grandes corporaciones como Monsanto son capaces de capturar a las agencias que se supone deben proteger a los americanos de la contaminación, capaces de corromper a funcionarios públicos, capaces de pervertir la ciencia", afirmó durante una rueda de prensa en el Parlamento Europeo.
A continuación, añadió que esas compañías también "dañan" la democracia de Estados Unidos.
De hecho, para Kennedy Jr. la decisión de un jurado de San Francisco el pasado agosto de condenar a Monsanto a indemnizar a Johnson fue "una reivindicación de la democracia americana".
Dewayne Johnson, con cáncer terminal, sostiene que utilizó el herbicida Roundup de Monsanto de manera frecuente mientras trabajó como jardinero para el distrito escolar de San Francisco antes de enfermar.
El abogado recalcó que se han producido "muchos muchos estudios científicos" donde se vincula el herbicida de Monsanto, Roundup, que contiene glifosato, con la obesidad, el alzheimer, el autismo, el cáncer de hígado no vinculado al consumo de alcohol, el cáncer de riñón, el cáncer cerebral y la enfermedad celíaca.
Sin embargo, Kennedy explicó que la decisión de llevar a los tribunales el caso de Dewayne Johnson respondió a la conclusión del Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), órgano intergubernamental que forma parte de la Organización Mundial de la Salud de la ONU, publicada en marzo de 2015.
Entonces, esa agencia determinó que el glifosato era un "posible cancerígeno".
El sobrino del presidente John Fitzgerald Kennedy precisó que en Estados Unidos se necesita una base científica "aceptada", "sin grandes lagunas" que vincule el daño a la exposición ante el producto para poder presentar ante un jurado un caso como el de Johnson.
"La decisión de marzo de 2015 de la IARC fue una decisión crítica", constató el también hijo del senador Robert Kennedy, asesinado en un hotel en 1968.
El abogado señaló que al seleccionar a los componentes del jurado en el caso de Johnson se excluyó a 35 personas "por malas opiniones sobre Monsanto".
"Una de las cosas que Bayer (propietaria de Monsanto) ha estado contando a sus accionistas es que no tienen que preocuparse por 5.000 u 8.000 casos con veredictos de 200 millones de dólares porque el jurado de San Francisco fue una anomalía y es probable que un tribunal superior lo anule, lo cual no creo que sea verdad", explicó.
Así, afirmó que la jueza del caso se alineaba "de manera consistente" con Monsanto, por lo que él y su equipo no pudieron mostrar el 80 % de los documentos que pretendían enseñar.
La eurodiputada francesa de Los Verdes Michèle Rivasi criticó la "dualidad malsana" de la Unión Europea, donde la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) evalúa los riesgos cancerígenos de las sustancias activas (caso del glifosato), pero los Estados miembros suelen limitarse a analizar el potencial de irritabilidad de los productos con esos componentes y no tanto si provocan cáncer.

Las ventas del comercio minorista caen un 0,2 % en la eurozona en julio

LUXEMBURGO.- Las ventas del comercio minorista descendieron un 0,2 % en la eurozona en julio con respecto a junio, mientras que en la Unión Europea se mantuvieron estables, según los datos publicados hoy por la oficina de estadística comunitaria Eurostat.

En junio las ventas habían aumentado un 0,3 % en los países de la moneda única y también habían permanecido sin cambios en el conjunto de los Veintiocho.
En términos interanuales, el comercio minorista en la eurozona se incrementó un 1,1 % en julio de 2018 con respecto al mismo mes de 2017, mientras que en la UE el aumento fue del 2 %.
En España, las ventas del comercio minorista cayeron un 0,9 % con respecto al mes previo y un 0,8 % con respecto a julio de 2017.
El descenso mensual del 0,2 % en la eurozona en julio se debió a la caída del 0,7 % en las ventas de combustible para automóviles y del 0,6 % en las de alimentos, bebidas y tabaco, en tanto que el comercio de productos no alimenticios aumentó un 0,4 %.
En el conjunto de la UE el comercio minorista se mantuvo estable motivado por un aumento del 0,5 % en las ventas de productos no alimenticios, en tanto que el comercio de combustibles para automóviles cayó un 0,9 % y el de alimentos, bebidas y tabaco se redujo un 0,3 %.
Entre los Estados miembros para los que Eurostat tiene datos disponibles, los principales descensos se observaron en Bélgica (2,1 %), Portugal y Suecia (ambos 0,1 %), mientras que los mayores incrementos se registraron en Eslovaquia y Estonia (1,1 % en ambos) y en el Reino Unido (0,8 %).
Por otra parte, si se compara con julio de 2017, el incremento del 1,1 % en los países del euro se debió al aumento del 0,4 % en las ventas de alimentos, bebidas y tabaco, del 1,3 % en las de combustibles para automóviles, y del 0,9 % en las de productos no alimenticios.
En el conjunto de la Unión Europea, el aumento del 2 % estuvo motivado por los incrementos también en todos los segmentos: del 2,1 % en las ventas de combustibles para automóviles, del 1,9 % en las de productos no alimenticios y del 1,8 % en las de alimentos, bebida y tabaco.
Por Estados miembros, los mayores incrementos interanuales se registraron en Polonia (7,7 %), Lituania (7,2 %) e Irlanda (6,6 %), en tanto que los principales descensos se vieron en Malta (2,6 %), Suecia (1,1 %) y Austria (1 %).

La rebaja del tipo del impuesto de sociedades en la OCDE se acelera en 2018

PARÍS.- La rebaja del tipo del impuesto de sociedades en el mundo desarrollado se ha acelerado en 2018, sobre todo por Estados Unidos, una tendencia de fondo que no inquieta a la OCDE, porque la mayor parte de las reformas se han producido en países que partían de un nivel relativamente elevado.

En un estudio publicado hoy, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) indica que el tipo general del impuesto que graba los beneficios de las empresas es ahora del 23,9 % de media en sus países miembros, frente al 32,5 % en 2000.
En 2018 ha habido ocho Estados que han rebajado ese tipo impositivo, con una disminución media de 4,8 puntos porcentuales, frente a los 2,7 puntos de descenso constatado en 2017 (entonces también habían sido ocho los que lo cambiaron).
El cambio más significativo este año ha sido el de Estados Unidos, donde se ha pasado del 38,91 al 25,75 %.
Los autores del estudio también reseñan movimientos de caída en Argentina (aunque no forme parte todavía de la OCDE, y sin tener en cuenta las medidas de urgencia anunciadas el lunes), en Francia, Bélgica, Japón, Luxemburgo, Noruega, Luxemburgo y Suecia.
Desde 2000, todos los miembros de la organización, salvo Chile, han reducido el tipo general del impuesto de sociedades, que varía ahora desde un mínimo del 9 % en Hungría a un máximo del 34,43 % en Francia.
Esa tendencia queda reflejada en el hecho de que en 22 de los 38 Estados cubiertos por el informe el tipo en 2018 es inferior al 25 %, cuando eran sólo seis en 2000.
El responsable de política fiscal de la OCDE, Pascal Saint Amans, hace notar que pese a los "temores" de que esas rebajas sean una carrera de competencia para ofrecer el tipo más bajo a las empresas, en realidad la mayor parte de los países que han hecho reformas "parecen comprometidos, de hecho, en una 'carrera por la media'".
Saint Amans añade que, en cualquier caso, van a examinar "de cerca la forma en que los otros países reaccionan a esta tendencia en el futuro".
Otra evolución destacada en este estudio anual son las medidas de reducción del impuesto de sociedades en muchos países, sobre todo para aligerar la fiscalidad de los asalariados con ingresos bajos o medios mediante exenciones.
La OCDE considera que ha habido progresos en la fiscalidad medioambiental, pero muy centrados en los gravámenes sobre la energía y el transporte por carretera e insuficientes para desincentivar las emisiones de dióxido de carbono.
Sobre todo, insiste en que habría que fomentar impuestos que modifiquen los comportamientos dañinos con el medio ambiente, y considera que hay margen de acción con impuestos sobre los residuos, las bolsas de plástico o los productos químicos.
En 2016, el último año para el que hay datos globales disponibles, los impuestos representaron un 34,3 % del producto interior bruto (PIB) en la OCDE, tres décimas más que el ejercicio precedente.
De hecho, fue el séptimo crecimiento anual consecutivo, una tendencia que se viene constatando desde los mínimos de fiscalidad en 2008-2009, antes de que se empezaran a hacerse sentir los efectos de la crisis económica.
El peso de los impuestos se incrementó ese año en particular en Grecia, pero también en Holanda, Letonia, Corea del Sur y Polonia, países donde el alza fue superior a un punto de PIB.
En el otro extremo, la presión fiscal disminuyó sobre todo en Austria y Nueva Zelanda, y en menor medida en Argentina, Bélgica, Canadá, Chile, Islandia, Irlanda, Israel, Italia, Noruega, Portugal, España y Estados Unidos.

Weber se postula para sustituir a Juncker al frente de la Comisión Europea

BRUSELAS.- El político alemán de centroderecha Manfred Weber (CSU), actual presidente del grupo popular europeo (PPE) en la Eurocámara, anunció hoy que se presentará a la terna interna de su familia política, la más numerosa en la Unión Europea, para ser el nuevo presidente de la Comisión Europea (CE).

Con su paso al frente se abre oficialmente la veda de candidaturas de las distintas familias políticas europeas a presidir el Ejecutivo comunitario, un procedimiento de preselección previo a las elecciones de mayo de 2019, que ya se utilizó en 2014 con Jean-Claude Juncker.

Ese proceso, conocido como el del "Spitzenkandidaten" o "candidato principal", por el que abogan la mayoría de partidos en la Eurocámara, no tiene el visto bueno de algunos líderes europeos, principalmente el presidente francés, Emmanuel Macron, que aspira a formar un nuevo grupo parlamentario liberal en la próxima legislatura europea.

"Deseo ser el candidato del PPE en las elecciones europeas de 2019 y convertirme en el próximo presidente de la Comisión Europea. Europa necesita un nuevo comienzo y más democracia", confirmó hoy Weber en su red social tras semanas de rumores.

Este jueves se abre el plazo de candidaturas en el PPE para el elegido para suceder a Jean-Claude Juncker, si la familia política conservadora gana las elecciones de mayo de 2019 y consigue suficientes apoyos para ello en el hemiciclo.

La decisión final sobre cuál será el candidato del PPE se tomará en el Congreso de la formación el 7 de noviembre en Helsinki. Fuentes muy cercanas explicaron que Weber cuenta con el beneplácito de la CSU en Alemania y que confía conseguir también la luz verde de la CDU y la canciller Angela Merkel el próximo 10 de septiembre, cuando se reúna el partido.

El político no quiere ser percibido, en cualquier caso, como "el candidato de Merkel", sino como un candidato puramente europeo, una estrategia que no facilitará el hecho de que hable alemán e inglés pero no francés, lengua de trabajo en Bruselas.

Weber, europeísta convencido, de 46 años (los 14 últimos en el Parlamento Europeo), es "consciente", dijeron las mismas fuentes, de que no cuenta con la experiencia de haber sido presidente o primer ministro, pero se cree "ampliamente preparado" para el cargo.

Asimismo, dice estar en contacto con otros posibles candidatos a los que podría acabar enfrentándose como el primer ministro finlandés Alexander Stubb o el negociador jefe de la UE para el brexit, Michelle Barnier, y confiar en que se celebre, en su caso, una competición "justa".

Weber, tan europeísta como ligado a las raíces democristianas del PPE, tiene entre sus planes dejar claro que no quiere contar con euroescépticos en el PPE, lo que podría marcar el camino de salida de Viktor Orbán de la familia conservadora europea, en la que el primer ministro húngaro y su partido son el socio más díscolo.

Otras fuentes de la formación popular europea dijeron hoy que no conviene "dar por hecho, para nada" que Weber será el elegido como candidato del PPE, y señalaron en el mismo sentido la fuerza y las grandes posibilidades de Stubb, otro joven político, que podría oficializar en los próximos días su voluntad ser candidato.

Si consigue convertirse en el candidato del PPE, luchará para que la campaña no termine siendo simplemente "Europa sí, Europa no", sino para explicar a la ciudadanía todo lo que ya hace la UE por ellos y lo que puede llegar a hacer en contraposición a las "falsedades" que extienden los euroescépticos, añadieron.

Otra de sus ambiciones, si es elegido presidente de la CE, es promover algunos cambios en Bruselas como que las decisiones del Consejo se tomen por mayoría cualificada y no unanimidad o que "se termine con el poder de facto de diplomáticos y burócratas para devolverlo a los políticos".

Liberales contra populistas, una división engañosa / Pierre Rimbert y Serge Halimi *


Las respuestas proporcionadas a la crisis de 2008 han desestabilizado el orden político y geopolítico. Las democracias liberales, percibidas durante mucho tiempo como la forma definitiva de gobierno, están a la defensiva. 

Frente a las “elites” urbanas, las derechas nacionalistas llevan a cabo una contrarrevolución cultural en el ámbito de la inmigración y en el de los valores tradicionales. No obstante, persiguen el mismo proyecto económico que sus rivales. La cobertura mediática a ultranza de esta división pretende forzar a las poblaciones a elegir uno de estos dos males.

Budapest, 23 de mayo de 2018. Stephen Bannon, con una chaqueta oscura un poco amplia y, sobre una camiseta, una camisa violeta con el cuello desabrochado, se plantó ante un público compuesto por intelectuales y notables húngaros.

“La mecha que propagó la revolución de Trump se encendió el 15 de septiembre de 2008 a las nueve de la mañana, cuando Lehman Brothers se vio obligado a anunciar su quiebra”. El exestratega de la Casa Blanca no lo ignora: aquí, la crisis ha sido particularmente violenta.

“Las elites se rescataron a sí mismas. Socializaron por completo el riesgo –continúa diciendo este exvicepresidente en el seno del banco Goldman Sachs, cuyas actividades políticas están financiadas por fondos especulativos–. ¿Acaso se ha rescatado a la gente de la calle?”.

Este “socialismo para los ricos” habría provocado en varios puntos del planeta una “auténtica revuelta populista. En 2010, Viktor Orbán regresó al poder en Hungría”; fue “Trump antes de Trump”.

Una década después de la tempestad financiera, el hundimiento económico mundial y la crisis de la deuda pública en Europa han desaparecido de los terminales de Bloomberg en los que parpadean los parámetros de las constantes vitales del capitalismo. Pero su onda expansiva ha amplificado dos grandes desajustes.

En primer lugar, el del orden internacional liberal posterior a la Guerra Fría, centrado en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), las instituciones financieras occidentales y la liberalización del comercio.

Aunque, al contrario de lo que prometía Mao Zedong, el viento del Este aún no prevalece sobre el viento del Oeste, la recomposición geopolítica ha comenzado: cerca de treinta años después de la caída del Muro de Berlín, el capitalismo de Estado chino extiende su influencia; la “economía socialista de mercado”, basada en la prosperidad de una clase media en ascenso, vincula su futuro al de la globalización continua de los intercambios, la cual descompone la industria manufacturera de la mayoría de los países occidentales.

Como la de Estados Unidos, que el presidente Donald Trump prometió salvar de la “masacre” desde su primer discurso oficial.

La sacudida de 2008 y sus réplicas también han perturbado el orden político, que veía en la democracia de mercado la forma acabada de la historia. La altivez de una tecnocracia untuosa, deslocalizada y situada en Nueva York o en Bruselas, que impone medidas impopulares en nombre de la pericia y de la modernidad, ha allanado el camino a gobernantes estruendosos y conservadores.

De Washington a Varsovia pasando por Budapest, Trump, Jaroslaw Kaczynski y Orbán se identifican con el capitalismo tanto como Barack Obama, Angela Merkel, Justin Trudeau o Emmanuel Macron; pero un capitalismo vehiculado por otra cultura, “iliberal”, nacional y autoritaria, que exalta el país profundo en lugar de los valores de las grandes metrópolis.

Una fractura divide a las clases dirigentes. Los medios de comunicación la ponen en escena y la amplifican, reduciendo el horizonte de las posibles opciones políticas a dos hermanos enemigos. Ahora bien, los recién llegados comparten con los otros el objetivo de enriquecer a los ricos, pero recurriendo al sentimiento que inspiran el liberalismo y la socialdemocracia a una fracción, a menudo mayoritaria, de las clases populares: una mezcla de aversión y rabia.

“Hemos reconstruido China”

La respuesta a la crisis de 2008 ha puesto de manifiesto, sin dar opción a mirar hacia otro lado, tres desmentidos de la letanía sobre el buen gobierno que los dirigentes de centroderecha y de centroizquierda producían desde la descomposición de la Unión Soviética. Ni la globalización, ni la democracia, ni el liberalismo han salido indemnes.

En primer lugar, la internacionalización de la economía no es buena para todos los países, ni siquiera para la mayoría de los asalariados en Occidente. La elección de Trump propulsó a la Casa Blanca a un hombre convencido desde hacía mucho tiempo de que, lejos de ser rentable para su país, la globalización había precipitado su declive y garantizado el despegue de sus rivales estratégicos. Con él, el “Estados Unidos primero” prevalece sobre el “ganador-ganador” de los librecambistas.

Así, el pasado 4 de agosto, en Ohio, un estado industrial habitualmente disputado pero donde ganó con más de ocho puntos de ventaja con respecto a Hillary Clinton, el presidente estadounidense recordaba el déficit comercial abismal (y creciente) de su país –“¡817.000 millones de dólares al año!”–, antes de proporcionar una explicación al respecto: “No tengo nada en contra de los chinos.

Pero ni siquiera ellos se pueden creer que les hayamos dejado actuar a nuestra costa hasta este punto. Realmente hemos reconstruido China; es hora de reconstruir nuestro país. Ohio ha perdido 200.000 empleos manufactureros desde que China se incorporó [en 2001] a la Organización Mundial del Comercio. ¡La OMC es un desastre absoluto! Durante décadas, nuestros políticos han permitido así que otros países nos roben nuestros empleos, nos quiten nuestra riqueza y saqueen nuestra economía”.

A comienzos del siglo pasado, el proteccionismo propulsó el despegue industrial de Estados Unidos, al igual que el de otras muchas naciones; las tarifas aduaneras, además, financiaron durante mucho tiempo el poder público, ya que el impuesto sobre la renta no existía antes de la Primera Guerra Mundial. Trump, citando a William McKinley –presidente republicano de 1897 a 1901, asesinado por un anarquista–, insiste: “Había comprendido la importancia decisiva de las tarifas aduaneras para mantener la potencia de un país”.

En la actualidad, la Casa Blanca recurre a ellas sin dudarlo –y sin preocuparse por la OMC–. Turquía, Rusia, Irán, la Unión Europea, Canadá o China: cada semana aporta su lote de sanciones comerciales contra Estados, amigos o no, a los que Washington ha situado en su punto de mira. La mención de la “seguridad nacional” le permite al presidente Trump librarse del aval del Congreso, donde los parlamentarios y los lobbies que financian sus campañas permanecen anclados al libre comercio.

En Estados Unidos, China produce más consenso, pero en su contra. No solo por razones comerciales: Pekín también es percibido como el rival estratégico por excelencia. Además de que suscita desconfianza por su poder económico –ocho veces superior al de Rusia– y por sus tentaciones expansionistas en Asia, su modelo político autoritario compite con el de Washington.

Asimismo, aunque sostiene que su teoría de 1989 sobre el triunfo irreversible y universal del capitalismo liberal sigue siendo válida, el politólogo estadounidense Francis Fukuyama le aporta un matiz esencial: “China es, con diferencia, el mayor reto en el relato del ‘fin de la historia’, puesto que se ha modernizado económicamente a la vez que sigue siendo una dictadura. (…) Si, durante los próximos años, continúa su crecimiento y conserva su posición como la mayor potencia económica del mundo, admitiré que mi tesis ha sido definitivamente refutada” (1).

 En el fondo, Trump y sus adversarios internos coinciden al menos en un punto: el primero considera que el orden internacional liberal tiene un coste demasiado elevado para Estados Unidos; los segundos, que los éxitos de China amenazan con propiciar su fracaso.

De la geopolítica a la política solo hay un paso. La globalización ha provocado la destrucción de empleos y la caída en picado de los salarios occidentales –su proporción ha pasado, en Estados Unidos, del 64% al 58% del producto interior bruto (PIB) solo en estos últimos diez años, es decir, una pérdida anual equivalente a 7.500 dólares (6.500 euros) por trabajador (2).

Ahora bien, es precisamente en las regiones industriales devastadas por la competencia china donde los obreros estadounidenses han girado más a la derecha en estos últimos años. Por supuesto, se puede imputar ese cambio electoral a una noria de factores “culturales” (sexismo, racismo, apego por las armas de fuego, hostilidad hacia el aborto y hacia el matrimonio homosexual, etc.).

Pero entonces hay que cerrar los ojos ante una explicación económica al menos igual de concluyente: mientras el número de condados en los que más del 25% de empleos estadounidenses dependía del sector manufacturero se desplomó de 1992 a 2016, pasando de 862 a 323, el equilibrio entre los votos demócratas y republicanos se metamorfoseó. Hace un cuarto de siglo se repartían casi por igual entre ambos partidos (en torno a 400 cada uno); en 2016, 306 votaron a Trump y 17 a Clinton (3).

La incorporación de China a la OMC, promovida por un presidente demócrata –William Clinton, precisamente–, debía acelerar la transformación de ese país en una sociedad capitalista liberal. Esta disgustó sobre todo a los obreros estadounidenses de la globalización, del liberalismo y del voto demócrata…

Poco antes de la caída de Lehman Brothers, el expresidente de la Reserva Federal estadounidense Alan Greenspan explicaba con calma: “Gracias a la globalización, las fuerzas globales de los mercados han reemplazado en gran medida las políticas públicas estadounidenses. A excepción de las cuestiones de seguridad nacional, la identidad del próximo presidente prácticamente ha dejado de importar” (4). Diez años más tarde, nadie retomaría semejante diagnóstico.

En los países de Europa Central cuya expansión sigue basándose aún en las exportaciones, el cuestionamiento de la globalización no se refiere a los intercambios comerciales. Sin embargo, los “hombres fuertes” en el poder denuncian la imposición, por parte de la Unión Europea, de “valores occidentales” considerados débiles y decadentes por ser favorables a la inmigración, a la homosexualidad, al ateísmo, al feminismo, al ecologismo, a la disolución de la familia, etc. También critican el carácter democrático del capitalismo liberal. No sin fundamento, en este último caso.

Ya que, en materia de igualdad de derechos políticos y civiles, la cuestión de saber si se aplicaban las mismas reglas a todos se vio resuelta, una vez más, después de 2008: “No se emprendieron acciones judiciales contra ningún financiero de alto nivel –destaca el periodista John Lanchester–. Durante el escándalo de las cajas de ahorros de los años 1980, se imputó a 1.100 personas” (5). Los detenidos de un centro penitenciario francés ya bromeaban sobre ello en el siglo pasado: “Quien roba un huevo va a prisión; quien roba un buey va al Palacio Borbón” (6).

El pueblo elige, pero el capital decide. Al gobernar al contrario de lo que habían prometido, los dirigentes liberales, tanto de derechas como de izquierdas, han reforzado esta sospecha después de casi cada escrutinio. Obama, elegido para acabar con las políticas conservadoras de sus predecesores, redujo el déficit público, comprimió el gasto social y, en lugar de imponer la seguridad social, obligó a los estadounidenses a contratar un seguro médico con un cartel privado.

En Francia, Nicolas Sarkozy atrasó dos años la edad de jubilación aunque se había comprometido formalmente a no modificarla; con la misma desenvoltura, François Hollande consiguió la aprobación de un pacto de estabilidad europeo a pesar de que había prometido renegociarlo. En el Reino Unido, el dirigente liberal Nick Clegg se alió, para sorpresa de todos, al Partido Conservador y, más tarde, convertido en vice primer ministro, aceptó triplicar las tasas universitarias pese a que había jurado suprimirlas.

En los años 1970, algunos partidos comunistas de Europa Occidental sugerían que su eventual llegada al poder por las urnas constituiría un “billete de ida”, pues la construcción del socialismo, una vez en marcha, no podía depender de las vicisitudes electorales. La victoria del “mundo libre” sobre la hidra soviética adaptó este principio con más astucia: no se suspende el derecho a voto, pero va acompañado del deber de confirmar las preferencias de las clases dirigentes. So pena de tener que comenzar de nuevo.

“En 1992 –recuerda el periodista Jack Dion–, los daneses votaron en contra del Tratado de Maastricht: se vieron obligados a volver a las urnas. En 2001, los irlandeses votaron en contra del Tratado de Niza: se vieron obligados a volver a las urnas. En 2005, los franceses y los neerlandeses votaron en contra del Tratado Constitucional Europeo (TCE): se les impuso este con el nombre de Tratado de Lisboa. En 2008, los irlandeses votaron en contra del Tratado de Lisboa: se vieron obligados a votar de nuevo. En 2015, un 61,3% de griegos votó en contra del plan de adelgazamiento de Bruselas, que se les impuso igualmente” (7).

Aquel año, justamente, dirigiéndose a un Gobierno de izquierdas elegido unos meses antes y obligado a administrar un tratamiento de choque liberal a su población, el ministro de Finanzas alemán Wolfgang Schäuble resumía el peso que otorgaba al circo democrático: “Las elecciones no deben permitir que se cambie de política económica” (8).

Por su parte, Pierre Moscovici, comisario europeo de Asuntos Económicos y Monetarios, explicará más tarde: “Veintitrés personas en total, con sus adjuntos, toman –o no– decisiones fundamentales para millones de personas, los griegos en este caso, sobre parámetros extraordinariamente técnicos, decisiones que escapan de todo control democrático.

El Eurogrupo no rinde cuentas a ningún Gobierno, a ningún Parlamento, ni tampoco al Parlamento Europeo” (9). Una asamblea en la que Moscovici, sin embargo, aspira a participar el próximo año.

Este desprecio por la soberanía popular, autoritario e “iliberal” a su manera, alimenta uno de los argumentos de campaña más poderosos de los dirigentes conservadores a ambos lados del Atlántico. Al contrario que los partidos de centroizquierda o de centroderecha, que se comprometen –sin dotarse de los medios para ello– a reanimar una democracia exánime, Trump y Orbán, al igual que Kaczynksi en Polonia o Matteo Salvini en Italia, confirman su agonía.

De ella solo conservan el sufragio mayoritario, e invierten la situación: al autoritarismo exógeno y experto de Washington, Bruselas o Wall Street oponen un autoritarismo nacional y sincero que presentan como una reconquista popular.

Un intervencionismo masivo

El tercer desmentido aportado por la crisis al discurso dominante de los años precedentes, tras los relativos a la globalización y a la democracia, está relacionado con la supresión del papel económico del poder público. Todo es posible, pero no para todo el mundo: en escasas ocasiones ha quedado demostrado este principio con tanta claridad como en la década pasada.

Creación monetaria masiva, nacionalizaciones, desprecio por los tratados internacionales, actuación arbitraria de los representantes electos, etc.: para salvar sin contrapartidas los establecimientos bancarios de los que dependía la supervivencia del sistema, la mayoría de las operaciones decretadas imposibles e impensables se llevaron a cabo sin dificultades en ambos lados del Atlántico.

Este intervencionismo masivo reveló un Estado fuerte, capaz de movilizar su poder en un ámbito del que, no obstante, parecía haberse excluido él mismo (10). Pero si el Estado es fuerte es en primer lugar para garantizar al capital un contexto estable.

Inflexible cuando se trataba de reducir el gasto social para situar el déficit público por debajo del 3% del PIB, Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo entre 2003 y 2011, admitió que los compromisos financieros adquiridos a finales de 2008 por los jefes de Estado para salvar el sistema bancario representaban a mediados de 2009 “el 27% del PIB en Europa y en Estados Unidos” (11).

Por su parte, las decenas de millones de desempleados, de desahuciados, de enfermos repartidos por hospitales con escasez de medicamentos, como en Grecia, nunca tuvieron el privilegio de constituir un “riesgo sistémico”. “Con sus decisiones políticas, los Gobiernos de la zona euro hundieron a decenas de millones de sus ciudadanos en las profundidades de una depresión comparable a la de los años 1930. Es uno de los peores desastres económicos autoinfligidos jamás observados”, precisa el historiador Adam Tooze (12).

El descrédito de la clase dirigente y la rehabilitación del poder estatal no podían más que abrir la puerta a un nuevo estilo de gobierno. Cuando le preguntaron en 2010 si le preocupaba acceder al poder en plena tormenta global, el primer ministro húngaro sonrió: “No, me gusta el caos. Ya que, partiendo de él, puedo construir un orden nuevo.

El orden que quiera” (13). Al igual que Trump, los dirigentes conservadores de Europa Central han sabido anclar la legitimidad popular de un Estado fuerte al servicio de los ricos. Pero, en lugar de garantizar unos derechos sociales incompatibles con las exigencias de los propietarios, el poder público se consolida cerrando las fronteras a los migrantes y erigiéndose en garante de la “identidad cultural” de la nación. El alambre de espino marca, pues, el regreso del Estado.

Hasta ahora, esta estrategia que recupera, desvía y desnaturaliza una demanda popular de protección parece funcionar. En definitiva, las causas de la crisis financiera que hizo descarrilar al mundo permanecen intactas y, mientras tanto, la vida política de países como Italia, Hungría o regiones como Baviera parece obsesionada por la cuestión de los refugiados. Amamantada en función de las prioridades de los campus estadounidenses, una parte de la izquierda occidental, muy moderada o muy radical, adora enfrentarse a la derecha en este terreno (14).

Para combatir la Gran Recesión, los jefes de Gobierno revelaron el simulacro democrático, la fuerza del Estado, la naturaleza muy política de la economía y la inclinación antisocial de su estrategia general. La rama en la que se apoyaban se ha debilitado, tal y como lo demuestra la inestabilidad electoral que vuelve a barajar las cartas políticas.

Desde 2014, la mayoría de los escrutinios occidentales señalan una descomposición o un debilitamiento de las fuerzas tradicionales; y, simétricamente, el auge de personalidades o de corrientes ayer marginales que critican las instituciones dominantes, a menudo por razones opuestas, como Trump y Bernie Sanders, ambos detractores de Wall Street y de los medios de comunicación.

Este escenario se repite al otro lado del Atlántico, donde los nuevos conservadores consideran que la construcción europea es demasiado liberal en los ámbitos social y migratorio, mientras que las nuevas voces de izquierdas, como Podemos en España, La France Insoumise (“Francia insumisa”) en Francia o Jeremy Corbyn a la cabeza del Partido Laborista en el Reino Unido critican sus políticas de austeridad.

Como no pretenden volver las tornas, sino solamente cambiar a los jugadores, los “hombres fuertes” pueden contar con el apoyo de una fracción de las clases dirigentes. El 26 de julio de 2014, en Rumanía, Orbán no se anduvo con rodeos en un discurso decisivo: “El nuevo Estado que estamos construyendo en Hungría es un Estado iliberal: un Estado no liberal”.

Pero, al contrario de lo que los grandes medios de comunicación han venido repitiendo desde entonces, sus objetivos no se limitaban al rechazo del multiculturalismo, de la “sociedad abierta” y a la promoción de los valores familiares y cristianos. También anunciaba un proyecto económico, el de “construir una nación competitiva en la gran competición mundial de las próximas décadas”.

“Consideramos –declaraba– que una democracia no debe ser necesariamente liberal y que no porque un Estado deje de ser liberal deja de ser una democracia”. En suma, el primer ministro húngaro, poniendo como ejemplo a China, Turquía y Singapur, devolvió al remitente el “No hay otra alternativa” de Margaret Thatcher: “Las sociedades que tienen una democracia liberal como base probablemente sean incapaces de mantener su competitividad en las próximas décadas” (15). Semejante designio atrae a los dirigentes polacos y checos, pero también a los partidos de extrema derecha francés y alemán.

Las peroratas del “capitalismo inclusivo”

Ante el impactante éxito de sus rivales, los pensadores liberales han perdido altivez y ostentación. “La contrarrevolución está alimentada por la polarización de la política interior, pues el antagonismo reemplaza el compromiso. Y se fija como objetivo la revolución liberal y las ganancias obtenidas por las minorías”, se estremece Michael Ignatieff, rector de la Universidad Centroeuropea en Budapest, una institución fundada por iniciativa del multimillonario liberal George Soros.

“Está claro –añade– que el breve momento de dominación de la sociedad abierta ha terminado” (16). A su parecer, los dirigentes autoritarios que sitúan en el punto de mira el Estado de derecho, el equilibrio de poderes, la libertad de los medios de comunicación privados y los derechos de las minorías, en efecto, atacan los pilares esenciales de las democracias.

El semanario británico The Economist, que sirve de boletín informativo a las elites liberales mundiales, comparte esta visión. Cuando, el pasado 16 de junio, se inquietaba ante un “alarmante deterioro de la democracia desde la crisis financiera de 2007-2008”, no culpó ni a las abismales desigualdades de la riqueza, ni a la destrucción de los empleos industriales por el libre comercio, ni al no respeto de la voluntad de los electores por los dirigentes “demócratas”, sino que criticaba a “los hombres fuertes [que] menoscaban la democracia”. Frente a ellos, espera, “los jueces independientes y los enérgicos periodistas forman la primera línea defensiva”. Un dique tan estrecho como frágil.

Durante mucho tiempo, las clases superiores se beneficiaron del juego electoral gracias a tres factores convergentes: la creciente abstención de las clases populares, el “voto útil” debido a la repulsa que inspiraban “los extremos” y la pretensión de los partidos centrales de representar los intereses combinados de la burguesía y de las clases medias. Pero hoy día, los demagogos reaccionarios movilizan a los abstencionistas; la gran recesión ha debilitado a las clases medias y los arbitrajes políticos de los “moderados” y de sus brillantes asesores han desencadenado la crisis del siglo…

El desencanto relativo a la utopía de las nuevas tecnologías se suma a la amargura de los amateurs de sociedades abiertas. Ayer alabados como los profetas de una civilización liberal-libertaria, los patronos demócratas de Silicon Valley han construido una máquina de vigilancia y de control social tan potente que el Gobierno chino la imita para mantener el orden.

La esperanza de un ágora mundial impulsada por una conectividad universal se derrumba, en detrimento de algunos de sus comulgantes de antaño: “La tecnología, por las manipulaciones que permite, por las fake news, pero más aún porque vehicula la emoción en lugar de la razón, refuerza más a los cínicos y a los dictadores”, gimotea un editorialista (17).

Conforme se acerca el trigésimo aniversario de la caída del Muro de Berlín, los heraldos del “mundo libre” temen que se agüe la fiesta. “Una elite instruida, muy prooccidental dirigió en gran medida la transición hacia las democracias liberales”, admite Fukuyama. Desgraciadamente, a las poblaciones con menos formación “nunca les atrajo este liberalismo, la idea de que se podía tener una sociedad multirracial, multiétnica, en la que todos los valores tradicionales se borrarían ante el matrimonio homosexual, la inmigración, etc.” (18).

Pero, ¿a quién imputar esta falta de influencia de la minoría ilustrada? A la indolencia de todos los jóvenes burgueses que, se exaspera Fukuyama, “se contentan con quedarse sentados en casa, con alegrarse por su amplitud de miras, por su ausencia de fanatismo. (…) Y que no se movilizan contra el enemigo más que sentándose en la terraza de un café con un mojito en la mano” (19).

En efecto, no será suficiente… Y tampoco el hecho de escudriñar los medios de comunicación o inundar las redes sociales con comentarios indignados destinados a “amigos” igual de indignados, siempre por las mismas cosas. Obama lo ha comprendido. El pasado 17 de julio proporcionó un análisis detallado, con frecuencia lúcido, de las décadas pasadas. Pero no pudo impedir retomar la idea fija de la izquierda neoliberal desde que adoptó el modelo capitalista. En resumen, como el ex primer ministro italiano de centroizquierda Paolo Gentiloni le recordó a Trump el 24 de enero de 2018 en Davos, “se puede corregir el contexto, pero no cambiarlo”.

La globalización, como admite Obama, ha venido acompañada de errores y de rapacidad. Ha debilitado el poder de los sindicatos. Ha “permitido que el capital se libre de los impuestos y de las leyes de los Estados moviendo cientos de miles de millones de dólares simplemente presionando una tecla de un ordenador”. Muy bien, pero, ¿cuál es el remedio? Un “capitalismo inclusivo”, ilustrado por la moralidad humanista de los capitalistas. Desde su punto de vista, solo esta raya en el agua podría corregir algunos de los defectos del sistema. Ya que no ve otro disponible y, en el fondo, este le conviene…

El expresidente estadounidense no niega que la crisis de 2008 y las malas respuestas que se aportaron (también por él, imaginamos) favorecieran el auge de una “política del miedo, del resentimiento y del repliegue”, la “popularidad de los hombres fuertes”, la de un “modelo chino de control autoritario juzgado como preferible a una democracia percibida como desordenada”.

Pero asigna la responsabilidad esencial de estos desajustes a los “populistas” que recuperan las inseguridades y amenazan al mundo con una vuelta a un “orden antiguo, más peligroso y más violento”, eximiendo de paso de dicha responsabilidad a las elites sociales e intelectuales (sus pares…) que crearon las condiciones de la crisis –y que, a menudo, se beneficiaron de ella–.

Semejante panorama conlleva bastantes ventajas para ellas. En primer lugar, repetir que la dictadura nos amenaza permite hacer creer que reina la democracia, aunque siga reclamando algunos ajustes insignificantes. De manera más fundamental, la idea de Obama (o aquella, idéntica, de Macron) según la cual “dos visiones muy diferentes del futuro de la humanidad compiten por los corazones y las mentes de los ciudadanos del mundo entero” permite escamotear lo que esas “dos visiones” comparten.

Nada menos que el modo de producción y de propiedad o, retomando las propias palabras del expresidente estadounidense, “la influencia económica, política, mediática desproporcionada de aquellos que están en la cima”. Ciertamente, nada distingue en este ámbito a Macron de Trump, tal y como lo ha demostrado, además, su celeridad común por reducir la fiscalidad sobre los rendimientos del capital en cuanto accedieron al poder.

Llevar obstinadamente la vida política de las próximas décadas al enfrentamiento entre democracia y populismo, apertura y soberanismo, no aportará nada de alivio a esta creciente fracción de categorías populares decepcionada ante una “democracia” que la ha abandonado y ante una izquierda que se ha metamorfoseado en partido de la burguesía titulada. Diez años después del estallido de la crisis financiera, el combate victorioso contra el “orden brutal y peligroso” que se dibuja reclama algo totalmente distinto.

Y, en primer lugar, el desarrollo de una fuerza política capaz de combatir, a la vez, contra los “tecnócratas ilustrados” y contra los “multimillonarios furiosos” (20). Rechazando de esta manera el papel de fuerza de apoyo de alguno de los dos bloques que, cada uno a su manera, ponen en peligro a la humanidad.
(1) Francis Fukuyama, “Retour sur ‘La Fin de l’histoire?’”, Commentaire, n.° 161, París, primavera de 2018.
(2) William Galston, “Wage stagnation is everyone’s problem”, The Wall Street Journal, Nueva York, 14 de agosto de 2018. Sobre la destrucción de empleos debido a la globalización, cf. Daron Acemoglu et al., “Import competition and the great US employment sag of the 2000s”, Journal of Labor Economics, vol. 34, n.° S1, Chicago, enero de 2016.
(3) Bob Davis y Dante Chinni, “America’s factory towns, once solidly blue, are now a GOP haven”, y Bob Davis y Jon Hilsenrath, “How the China shock, deep and swift, spurred the rise of Trump”, The Wall Street Journal, respectivamente 19 de julio de 2018 y 11 de agosto de 2016.
(4) Citado por Adam Tooze, Crash: Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo, Crítica, Barcelona, 2018.
(5) John Lanchester, “After the fall”, London Review of Books, vol. 40, n.° 13, 5 de julio de 2018.
(6) N. de la T.: Sede de la Asamblea Nacional francesa, la Cámara Baja del Parlamento.
(7) Jack Dion, “Les marchés contre les peuples”, Marianne, París, 1 de junio de 2018.
(8) Yanis Varoufakis, Comportarse como adultos. Mi batalla contra el establishment europeo, Deusto, Barcelona, 2017.
(9) Pierre Moscovici, Dans ce clair-obscur surgissent les monstres. Choses vues au cœur du pouvoir, Plon, París, 2018.
(10) Véase Frédéric Lordon, “Los diez días que cambiaron Wall Street”, Le Monde diplomatique en español, octubre de 2008.
(12) Citado por Adam Tooze, Crash: Cómo una década de crisis financiera ha cambiado el mundo, Crítica, Barcelona, 2018.
(13) Drew Hinshaw y Marcus Walker, “In Orban’s Hungary, a glimpse of Europe’s demise”, The Wall Street Journal, 9 de agosto de 2018.
(14) Véase Pierre Bourdieu y Loic Wacquant, “La nouvelle vulgate planétaire”, Le Monde diplomatique, París, mayo de 2000.
(16) Michael Ignatieff y Stefan Roch (bajo la dir. de), Rethinking Open Society: New Adversaries and New Opportunities, CEU Press, Budapest, 2018.
(17) Éric Le Boucher, “Le salut par l’éthique, la démocratie, l’Europe”, L’Opinion, París, 9 de julio de 2018.
(18) Citado por Michael Steinberger, “George Soros bet big on liberal democracy. Now he fears he is losing”, The New York Times Magazine, 17 de julio de 2018.
(19) “Francis Fukuyama: ‘Il y a un risque de défaite de la démocratie’”, Le Figaro Magazine, París, 6 de abril de 2018.
(20) Thomas Frank, “Four more years”, Harper’s, abril de 2018.


(*) Respectivamente, redactor jefe y director de Le Monde diplomatique