ROMA.- Italia respondió con
fuerza a varios de sus vecinos del Este que le reclaman que detenga la
llegada de migrantes a su territorio, y sigue presionando a Europa para
que asuma su parte en la gestión de la crisis de refugiados.
El
viernes, el primer ministro italiano, Paolo Gentiloni, dijo que no
acepta "las lecciones y menos aún las palabras improbables y
amenazantes" de algunos vecinos en materia de política migratoria.
"Cumplimos
con nuestro deber y queremos que el conjunto de Europa haga lo mismo,
junto a Italia", afirmó, en una alusión a las demandas de Austria y de
cuatro países vecinos (Polonia, República Checa, Eslovaquia y Hungría)
para que Italia cierre sus puertas a los migrantes.
La última procedía del primer ministro húngaro, Viktor
Orban, quien el viernes, en su intervención radiofónica semanal, se
erigió en el portavoz de sus homólogos de Polonia (Beata Szydlo),
República Checa (Bohuslav Sobotka) y Eslovaquia (Robert Fico), al evocar
una carta conjunta dirigida recientemente a Gentiloni.
En ella,
los cuatro dirigentes ofrecen su ayuda -principalmente financiera- a la
Unión Europea (UE), y proponen crear mejores condiciones en los centros
de acogida situados fuera de Europa y abandonar el reparto forzado de
migrantes entre los países del continente.
En su intervención,
Viktor Orban fue aún más lejos y consideró que Italia tiene dos
opciones, "cerrar sus puertas" o aceptar la ayuda que se les ofrece.
Hablando
en nombre del cuarteto, Orban dijo que respalda la reciente propuesta
de los ministros de Interior alemán e italiano, quienes "dijeron que la
inmigración debería ser detenida en Libia", sin excluir la opción
militar para lograrlo.
El jueves fue el ministro austríaco de
Relaciones Exteriores, Sebastian Kurz, el que pidió a Italia no seguir
enviando al resto del continente a los migrantes que desembarcan en sus
islas.
Viena ya había lanzado a principios de julio la amenaza de
un despliegue de militares en su frontera con la península Itálica si el
flujo de migrantes no se reducía.
Aunque
sigue asegurando que continuará haciendo "sus deberes" en materia de
acogida con los migrantes, Italia presiona desde hace varios meses a sus
socios europeos para que demuestren más solidaridad.
El país se
queja a menudo de no recibir suficiente apoyo de la UE frente a un flujo
sin precedentes de migrantes, un frente en el que está en primera
línea.
Según las últimas cifras de la Organización Internacional
para las Migraciones (OIM), 111.514 migrantes y refugiados llegaron a
Europa por mar desde el 1 de enero, y 85% de ellos lo hicieron en
Italia. Unos 2.360 murieron en la travesía.
Frente a una situación
que cada vez le cuesta más soportar, el Ejecutivo italiano multiplica
las iniciativas, pero también las muestras de firmeza.
A
principios de julio, amenazó con bloquear la entrada a sus puertos a los
barcos extranjeros que transportaban a migrantes rescatados en el mar,
abogando por desplazar a Libia el proceso de demanda de asilo para poder
llevar a Europa con seguridad a los migrantes a los que se les
concediera.
Acaba de proponer a Bruselas, que le dio luz verde, la
adopción de un código de conducta para las oenegés. El decálogo de
medidas prevé, entre otras cosas, la prohibición de que las
embarcaciones humanitarias entren en las aguas territoriales libias, o
la obligación de acoger a bordo a representantes de la policía judicial
especializados en tráfico de seres humanos.
Italia también pidió
que se hagan modificaciones técnicas a la misión europea Sophia,
dirigida por Roma con el objetivo de luchar contra el tráfico de
migrantes en el mar Mediterráneo y cuyo mandato termina el 27 de julio.
Antes
de pronunciarse sobre una posible ampliación, Roma desea lograr un
permiso para que puedan intervenir más socorristas en aguas libias.
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