La última
sesión del Parlamento Europeo (PE) será memorable por dos razones:
por primera vez un país de la Unión, Hungría, se ha visto sujeto a un
voto de censura como sanción contra una serie de políticas que van
desde restricciones a los medios de información, la privación de
derechos a ciertas minorías y transgresiones del estado de
derecho.
Esa
cuestión se encuentra muy ligada, aunque de forma indirecta, con la
segunda razón que hace de esa sesión del PE un hecho singular: la
introducción de una perspectiva geopolítica en las relaciones de Europa
con el continente africano, del cual proceden actualmente las más
nutridas corrientes migratorias que llegan a Europa.
La moción contra Hungría fue votada por más de dos tercios de la
cámara, aunque puede quedarse sin efecto si el Consejo Europeo no la
refrenda, lo cual no se descarta dado que una sanción de los socios de
Hungría afectaría negativamente sus relaciones bilaterales con Budapest.
El jefe del gobierno húngaro, Viktor Orban, había denunciado el día
anterior, y ante el propio parlamento, la moción como una ofensa a
Hungría.
Orban se ha opuesto a que Hungría entre en el acuerdo de la Unión
para repartir entre sus miembros los inmigrados irregulares y los
peticionarios de asilo, principio aceptado por la mayor parte de socios.
Budapest adoptó la política contraria ante la entrada masiva de
migrantes, refugiados de guerra sirios en camino hacia Alemania, en
2015.
Orban ha seguido una política restrictiva de las actividades de
entidades benévolas, y mantiene una aversión particular a la fundación
financiada por el multimillonario norteamericano George Soros, él mismo
de origen húngaro. Entre las acusaciones del PE contra Hungría está la
de discriminación contra judíos y gitanos.
Desde entonces las migraciones a Europa han cambiado de signo y de
origen. Proceden principalmente del África Subsahariana, y en menor
medida de los países de norte de África, aunque éstos son además
territorio de paso de esas corrientes.
Con la esperanza de afrontar de modo sistemático y coordinado ese
problema, que produce rechazo en algunas fuerzas políticas y gobiernos
europeos, el presidente de la Comisión Jean-Claude Juncker, presentó a
la cámara su “Informe sobre el estado de la Unión 2018”, con un
sugestivo: subtítulo: ‘La hora de la soberanía europea’.
“La situación geopolítica – dijo Juncker – marca el momento actual de
Europa. Ha llegado la hora de la soberanía europea”. a la que
caracterizó por un término acuñado por él: la ‘Weltpolitikfähigkeit’:
“la capacidad de jugar un papel, como Unión, en dar forma a los asuntos
mundiales”.
Este propósito animará a los socios de la Unión a que se
resuelvan a aplicar políticas como que los gigantes de internet paguen
impuestos, que ciertos plásticos contaminantes sean prohibidos, reforma
de la continuidad horaria, un mercado único digital, una unión
energética, bancaria, de capitales, etc.
De un modo más detallado, Juncker expuso su visión geopolítica del
problema de las migraciones. Es preciso volver a un “área Schengen sin
fronteras interiores… Deben retirarse las fronteras levantadas de nuevo…
Para ello, debemos dar el paso decisivo de dar una solución sostenible a
una reforma migratoria equilibrada”. Nada de soluciones ad hoc cada vez
que llega un barco; la solidaridad ocasional no es suficiente. Por ello
la Comisión, anunció Juncker, propone reforzar el Servicio de Fronteras
y Guardacostas, con 10.000 agentes en 2010.
Junto a ello, se va a crear una Agencia Europea para el Asilo que
ayudará a los estados a procesar las solicitudes. Lo mismo hará en la
devolución de los inmigrantes irregulares. En paralelo se debe apoyar la
inmigración de trabajadores con capacidades profesionales.
De ahí Juncker pasó a hablar de África, “el continente gemelo”.
Hablar de África es “hablar del futuro”, dijo: “En 2050, la población de
África habrá alcanzado los 2.500 millones de habitantes”. Hay que
verla, pues, más allá de las políticas de ayuda al desarrollo.
La Comisión va a proponer “una nueva alianza para las Inversiones
Sostenibles y el Empleo”, que puede crear 10 millones de empleo
africanos, en los próximos cinco años. Un plan de financiación lanzado
hace dos años por la Comisión movilizará, anunció, €44.000 millones en
los sectores público y privado. Los proyectos que ya están en marcha
suponen €25.000 millones. Europa es un gran mercado para África: el 36%
de sus exportaciones van a Europa.
Y como proyecto con indudable alcance estratégico señaló la necesidad
de integrar todos los acuerdos comerciales existentes, “en un acuerdo
de libre comercio de continente a continente”.
(*) Periodista español
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