La deuda global, pública y privada, se puede convertir en el gran
motor de una próxima crisis económica de ámbito global. Lo acaba de
subrayar el Fondo Monetario Internacional (FMI), que le ha puesto cifras
al asunto, 157 billones de euros, es decir, unas 156 veces el tamaño
del PIB español, que se dice pronto.
Más preocupante aún es el hecho de
que la deuda global ha aumentado en 18 billones de euros desde la
pasada primavera, es decir, apenas seis meses atrás, lo que equivale a
unos 3 billones de euros mensuales.
Las economías emergentes están en
la base de buena parte de la aceleración de este aumento.
España tiene una deuda que solo en el caso de la contraída por el
sector público supera por poco el billón de euros. La deuda total
española supera los dos billones de euros, cuando se incorporan las
cifras del sector privado, en especial el empresarial, si bien hay
muchas empresas sólidamente implantadas en el exterior que cuentan con
activos muy importantes y, por lo tanto, sitúan las cifras de deuda neta
en niveles algo más tolerables.
Una de las peculiaridades de la deuda
española, pública y privada, es el hecho de que en su mayor parte está
contraída con extranjeros, lo que en todo caso añade bastante
vulnerabilidad a nuestra economía.
Es poco probable que los canales de financiación de toda esta deuda
hagan crisis de forma súbita, pero los niveles a los que ha llegado el
endeudamiento mundial, en especial el de algunos países, podrían poner
en ciertos apuros las expectativas de crecimiento económico.
Los niveles
de deuda tienden a crear diferencias financieras entre los países y a
provocar importantes oscilaciones entre los tipos de cambio, lo que
acaba por entorpecer el crecimiento económico.
Esa es una expectativa real a la que se enfrentan en estos momentos
algunos países emergentes, aunque su impacto en España es menor. Pero
no insignificante. Acaba por generar también problemas en la economía
española debido al traslado a través de las empresas nacionales que
tienen una amplia actividad en el exterior, como se ha visto y se está
viendo en estos últimos meses en casos como el de Turquía, el de Brasil o
el de Argentina, tres economías muy estrechamente relacionadas con el
entramado empresarial español y a la postre con la economía española en
su conjunto.
Desde un punto de vista teórico, el crecimiento del endeudamiento de
las economías no debería proseguir, a menos al ritmo de estos años
recientes, so pena de caer en un estado de alto riesgo, ya que un
endurecimiento de las condiciones monetarias acabaría por llevar a
algunos países a la bancarrota.
En estos años recientes, la situación
se ha solventado gracias a las políticas fuertemente expansivas de los
bancos centrales, colocando en niveles nulos e incluso negativos los
tipos de interés.
Pero esa misma estrategia de expansión monetaria, cuya
finalidad ha sido estimular el crecimiento económico, está en trance de
agotamiento. En Estados Unidos ya está incluso en fase de retorno, con
los tipos de interés al alza.
Europa no tardará mucho, quizás menos de
un año, en iniciar esa etapa. Y con tal perspectiva, el sostenimiento
de altas tasas de deuda va a ser cada vez más complicado. Es una amenaza
a plazo fijo que no tardará más de un año en ponernos ante nuevos
dilemas económicos.
(*) Periodista y economista español
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