La reislamización de Turquía en que se empeñan los Gobiernos de
Erdogán es algo que parece inseparable de su actual y profunda
desestabilización. Empeñarse como hace este político en darle la vuelta
al país, cual si fuera un calcetín, al tiempo transcurrido desde el
golpe de Kemal Atatuturk durante la salida de la Primera Guerra Mundial,
a este de ahora, en el arranque del Tercer Milenio, con la fractura de
las ortodoxias, el regreso de los populismo, la desestabilización
europea, por el impacto de la migración desatada con la que genera la
guerra civil en Siria.
También, inicialmente, por el cambio de las escalas de poder y de los
criterios de orden al cabo de la “primavera democrática” en el norte de
África y el Oriente Próximo… En ese cuadro de cambio histórico y
político, ha sobrevenido la desestabilización del régimen turco de
democracia refundida en un neoislamismo de fondo y forma, sacudido por
los temblores, entre cismáticos y sectarios, del movimiento religioso de
fondo, cuyas tensiones internas se tradujeron en un choque tectónico de
los mismos neoislamistas, que por vía democrática se hicieron con el
poder y propiciaron un brillante proceso de crecimiento económico ahora
bloqueado.
Más importante y grave todavía que la cadena de atentados en que se
ha resuelto la actualidad turca en estas últimas semanas, son la grietas
que afectan a las estructuras del Estado, a resultas del golpe militar
del mes de Julio pasado. La amplitud y profundidad de las purgas militar
y civil han llevado a un punto de difícil y casi imposible retorno,
generando, como efecto, una dinámica proppiciadora e inductora de los
actos de terrorismo yihadista, alentados al propio tiempo, como
represalias del EI (Estado Islámico) por la incorporación de Turquía, en
Siria, a los bombardeos contra el Daesh.
De tal manera, se entrelazan los atentados en Turquía por Estambul
con los que se suceden en Iraq, por Bagdad, con una doble motivación
terrorista: de una parte, como réplica por la campaña militar sobre
Mosul, reforzada por los iraníes y por los libaneses de Hezbolá, y de
otro punto, como episodio de su guerra de religión, contra los chilles
sensiblemente mayoritarios en determinados barrios de la capital iraquí.
(*) Periodista y abogado español
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