Por una vez, Europa tiene un problema y Alemania lo tiene en grado
superlativo. No es habitual que la mayor economía de la Unión Europea se
encuentre en el epicentro de uno de los embrollos más serios que ahora
mismo tiene planteados Europa, la situación del sector bancario.
A
medida que han pasado los meses, los signos se han vuelto más
inquietantes cada vez y al menos tres países (Alemania, Italia y
Portugal, sin olvidar a Grecia) amenazan con ser protagonistas de un
quebranto al que las autoridades comunitarias no podrán mantenerse
ajenas, es decir, un problema auténticamente europeo, colectivo, que
está implicando además a los propios Gobiernos, que multiplican sus
gestiones en diversos ámbitos para cerrar la hemorragia.
El caso de mayor envergadura es el de Deutsche Bank, primer banco de
Alemania, que a sus numerosos problemas de rentabilidad y eficiencia ha
unido hace pocas semanas la tremenda multa que le intentan imponer las
autoridades estadounidenses por sus malas prácticas financieras en aquel
país. El importe de la multa ronda los 14.000 millones de dólares, todo
un mazazo a la cuenta de resultados del banco germano, que se vería
arrojado al pelotón de las entidades con riesgo de quiebra, que en
Europa empiezan a contarse con los dedos de las dos manos.
Tamaña multa
ha movilizado al mismo Gobierno alemán, que se está convirtiendo en el
embajador volante y abogado defensor de la causa de la mayor entidad
financiera del país, lo mismo que meses atrás se vió obligado a terciar
en favor de la alemana Volkswagen, símbolo de la industria germana.
De forma que el Gobierno de la señora Merkel se enfrenta a dos
`problemas que minan indudablemente la imagen de marca de la economía
alemana, cuya solidez suele ser puesta como ejemplo universal. Y no sólo
el Gobierno germano. Parece que las autoridades supervisoras del Banco
Central Europeo (BCE) han tenido que usar todo tipo de maquillajes para
salvar a Deutsche Bank de una humillante mala nota en el reciente test
de estrés, que los bancos europeos superaron con buena nota general. Si
Deutsche Bank hubiera sido el galardonado con el único suspenso habría
sido un auténtico escándalo que habría puesto en marcha los mecanismos
de crisis a escala europea.
El hecho de que los reguladores europeos hayan mostrado con el banco
alemán todo tipo de indulgencias para excluirle de la lista de los
bancos enfermos y con problemas es una excepción que crea malos
precedentes para el futuro. A estas alturas, la credibilidad de los test
europeos de los bancos son papel mojado. Y eso que el mecanismo
examinador no ha hecho más que empezar.
La gangrena bancaria europea tiene nombres propios en Alemania, y
nada menos que en los dos bancos de mayor fuste (Deutsche y Commerzbank,
aunque este en menor cuantía, por las cifras que han traslucido hasta
ahora, con varios miles de empleados empujados al desempleo), pero
Italia no le va a la zaga, con la crisis de difícil superación del Monte
dei Paschi di Siena y lo de Portugal, aunque de dimensión mucho más
modesta, también reclama socorros financieros.
Todo parece orientado, tal y como pintan las cosas, hacia un plan de
rescate colectivo en el que los Gobiernos y la Unión Europea en conjunto
tendrán que poner manos a la obra cuanto antes y aflojarse el bolsillo
para poner una buena cantidad de millones sobre la mesa.
(*) Periodista y economista español
http://www.republica.com/retablos-financieros/2016/10/10/gangrena-bancaria-europea/
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