PARÍS.- El presidente electo de Francia, Emmanuel Macron, afrontó este viernes
la primera crisis con sus aliados centristas capitaneados por François
Bayrou, descontentos con el reparto de candidaturas a la Asamblea
Nacional anunciado por el partido del futuro jefe de Estado. Dividido
entre la voluntad de no caer en los vicios de la vieja política que
prometió atajar y el deseo de no alejarse de unos aliados que se
mostraron leales durante las presidenciales, Macron descubrió que las
próximas legislativas no serán un camino de rosas.
Bayrou, un peso pesado de la política gala, tres veces candidato al Elíseo, se quejó del reparto de la tarta de las circunscripciones.
El centrista, actual alcalde de Pau, renunció a una cuarta campaña presidencial en favor de Macron y, lograda la elección del socioliberal, reclamó su parte del mérito. Según sus cuentas, su partido merece un cuarto de las candidaturas, puesto que antes de apoyar a Macron el candidato tenía un 18 % de la intención de voto y acabó ganando la primera vuelta con el 24 %. Bayrou no dudó en atribuirse ese 6 % suplementario y, en función del mismo, reclamar 120 candidatos para su partido, lejos de los 35 atribuidos por En Marcha en su primera lista parcial de candidatos.
El alcalde de Pau se consideró discriminado en un reparto que, a su juicio, favorece más a los socialistas, que no mostraron un apoyo claro a Macron en las presidenciales.
Entre los candidatos anunciados figuran algunos que han causado particular malestar en Bayrou, como Gaspard Gantzer,
consejero de comunicación del actual presidente, François Hollande,
presentado en una circunscripción propicia al partido centrista. Bayrou
se sintió defraudado y convocó a su partido para estudiar la situación
de la alianza.
El partido de Macron recordó que en ningún momento se comprometió a otorgar un número concreto de candidatos a Bayrou y que en el acuerdo alcanzado este no pidió sillones, sino compromisos políticos. En particular, recuerda En Marcha, el centrista había reclamado una ley de moralización de la vida política, que será uno de los primeros textos que impulse el nuevo presidente, por lo que dan por cumplido el pacto.
El partido de Macron ha dejado más de un centenar de circunscripciones sin atribuir hasta la semana que viene,
con las que pretende ampliar su base de alianzas. Muchas de ellas
estarían destinadas a atraer a figuras de la derecha moderada, una forma
de asegurarse una victoria más amplia en las legislativas, que se
celebrarán en dos vueltas en junio próximo.
Está previsto que Macron nombre a su primer ministro el lunes próximo,
al día siguiente de su toma de posesión, y los analistas consideran que
puede elegir a un político de la derecha, lo que atraería a su
movimiento a personalidades de esa sensibilidad. El nombre que suena con más insistencia es el del actual alcalde de Le Havre, Édouard Philippe.
Pero la rebelión de Bayrou puede frustrar los planes de En Marcha y obligar al partido presidencial a consolidar las alianzas ya establecidas antes de buscar otras nuevas.
Al acecho aparecen los conservadores, que tratan de
que ninguna figura abandone su barco y de comprometer el poder del
presidente en la Cámara baja para poder influir en su política.
Algo a lo que también aspira la extrema derecha, que desde la noche electoral, en la que su candidata derrotada, Marine Le Pen, se proclamó como líder de la oposición,
ha visto cómo algunos movimientos internos arriesgan incluso su
continuidad. Le Pen se cuestiona hasta si ha participar en las
legislativas, lo que pone de manifiesto que no hay una fe ciega en lograr un resultado acorde con su condición de segundo partido más votado.
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