MADRID.- La cría en cautividad de tortugas recién nacidas y la protección y reubicación de nidos contribuiría a la conservación de las tortugas bobas, Caretta caretta, en
nuestras aguas. Esta es una de las conclusiones del primer estudio de
seguimiento realizado sobre el comportamiento de tortugas post-neonatas
en el Mediterráneo y que se ha publicado recientemente en la revista
'Marine Biology'.
La
investigación analiza los movimientos de 19 tortugas bobas procedentes
de tres nidos diferentes, liberadas entre los años 2015 y 2017, y a las que se siguió vía satélite, en algunos casos durante más de cuatro meses.
El estudio publicado es fruto de la
colaboración entre la Universitat de València, la Universitat
Politècnica de València, la Estación Biológica de Doñana (CSIC), la
Fundación CRAM y la Fundación Oceanogràfic, con el apoyo de la
Conselleria de Agricultura, Medio Ambiente, Cambio Climático y
Desarrollo Rural de la Generalitat Valenciana y otras entidades
conservacionistas y administraciones públicas.
Según
la investigadora de la UPV, Sara Abalo, la supervivencia media de las
tortugas post-neonatas durante los tres meses posteriores a la suelta
fue de al menos un 59%; una cifra elevada si se compara con la tasa de
mortalidad de los neonatos, que en sus primeros momentos de vida libre
puede ser cercana al 90%. Como explica la investigadora, las tortugas
objeto del estudio fueron capaces de sobrevivir y de desplazarse de
forma adecuada.
Eduardo
Belda, investigador de la Universitat Politècnica de València y
director del Máster para la Gestión Marina y Costera de la UPV, afirma
que las tortugas bobas se enfrentan a diversas amenazas de origen humano,
como la pesca, la presencia de desechos plásticos en el mar y el cambio
climático y por ello es necesario conocer su comportamiento, de forma
que puedan establecerse medidas adecuadas para su protección.
Según
el científico, tras su nacimiento, las tortugas bobas neonatas se
dirigen hacia el mar, se alejan de la costa y no vuelven a ser
observadas hasta que regresan a aguas costeras como grandes juveniles.
'Los años que pasan en este período se conocen como los años perdidos,
necesitamos conocerlos', afirma Eduardo Belda.
Desde 2001 se registran nidos de tortuga boba en el Mediterráneo occidental,
situación que no se había registrado anteriormente. Las tortugas
nacidas de estos nidos del Mediterráneo occidental están amenazadas por
la naturaleza turística de la mayoría de las playas, por lo que se aboga
por la reubicación, por personal cualificado, de las puestas de huevos
lugares de incubación seguros.
Según Jesús Tomás, investigador de la Universitat de València (UV), "dado que coinciden en la época estival la temporada de puesta de las tortugas y el incremento de la actividad humana en las playas, con las múltiples amenazas que supone ésta para los nidos adoptamos, desde el primer evento de nidificación registrado en 2006 en nuestras costas, la translocación de los huevos a playas protegidas para su incubación; actividad que se viene realizando hasta la fecha".
La cría en cautividad de neonatos, hasta alcanzar un tamaño y peso que facilite su supervivencia en libertad, es otra de las medidas posibles, aunque su eficiencia se ha puesto en entredicho por temor a que no desarrollen competencias para ser auto-suficientes.
Según Sara Abalo, en este estudio se ha mostrado que las tortugas post-neonatas criadas en cautividad fueron capaces de alimentarse y desplazarse adecuadamente. La mayoría de las tortugas viajaron a zonas de aguas abiertas en el Mediterráneo, con preferencia por el Mar de Alborán, el mar Balear y la corriente de Argelia, en dirección al estrecho de Sicilia. Ninguna de las tortugas marcadas cruzó el estrecho de Gibraltar, en consonancia con las hipótesis que sostienen que el pequeño tamaño de las tortugas post-neonatas no les permitiría atravesar las fuertes corrientes de entrada al Mediterráneo en esta zona.
Solo uno de los grupos de tortugas del estudio, que sufrió una infección parasitaria durante su periodo de cría, frecuentó en mayor medida zonas costeras, comportamiento que se atribuye a su peor condición física. Dos de las tortugas de todo el estudio se recuperaron tiempo después de ser liberadas, ambas con plásticos en sus estómagos.
Eduardo Belda, investigador de la UPV, incide en que los resultados de este estudio son "esperanzadores", pues se abre la oportunidad de conocer lo que sucede en los años perdidos de la tortuga boba. Sin embargo, para obtener resultados más concluyentes se deben continuar estos los estudios mejorando la tecnología de seguimiento, reduciendo el tamaño y aumentando la vida útil de los teledetectores.
Según Jesús Tomás, investigador de la Universitat de València (UV), "dado que coinciden en la época estival la temporada de puesta de las tortugas y el incremento de la actividad humana en las playas, con las múltiples amenazas que supone ésta para los nidos adoptamos, desde el primer evento de nidificación registrado en 2006 en nuestras costas, la translocación de los huevos a playas protegidas para su incubación; actividad que se viene realizando hasta la fecha".
La cría en cautividad de neonatos, hasta alcanzar un tamaño y peso que facilite su supervivencia en libertad, es otra de las medidas posibles, aunque su eficiencia se ha puesto en entredicho por temor a que no desarrollen competencias para ser auto-suficientes.
Según Sara Abalo, en este estudio se ha mostrado que las tortugas post-neonatas criadas en cautividad fueron capaces de alimentarse y desplazarse adecuadamente. La mayoría de las tortugas viajaron a zonas de aguas abiertas en el Mediterráneo, con preferencia por el Mar de Alborán, el mar Balear y la corriente de Argelia, en dirección al estrecho de Sicilia. Ninguna de las tortugas marcadas cruzó el estrecho de Gibraltar, en consonancia con las hipótesis que sostienen que el pequeño tamaño de las tortugas post-neonatas no les permitiría atravesar las fuertes corrientes de entrada al Mediterráneo en esta zona.
Solo uno de los grupos de tortugas del estudio, que sufrió una infección parasitaria durante su periodo de cría, frecuentó en mayor medida zonas costeras, comportamiento que se atribuye a su peor condición física. Dos de las tortugas de todo el estudio se recuperaron tiempo después de ser liberadas, ambas con plásticos en sus estómagos.
Eduardo Belda, investigador de la UPV, incide en que los resultados de este estudio son "esperanzadores", pues se abre la oportunidad de conocer lo que sucede en los años perdidos de la tortuga boba. Sin embargo, para obtener resultados más concluyentes se deben continuar estos los estudios mejorando la tecnología de seguimiento, reduciendo el tamaño y aumentando la vida útil de los teledetectores.
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