TRÍPOLI.- Tras un mes de mortíferos
combates al sur de Trípoli, el gobierno libio reconocido por la
comunidad internacional (GNA) se encuentra bajo presión para liberarse
del control de las milicias de la capital e iniciar reformas radicales
para restablecer la seguridad.
El emisario de la ONU en Libia,
Ghassan Salamé fue explícito esta semana al margen de la Asamblea
Nacional de Naciones Unidas, al considerar "necesario liberar al
gobierno del control de los grupos armados" de Trípoli.
"Por primera vez, las milicias pro-GNA fueron descritas
[por la ONU] como indeseables y que debían ser desmanteladas", señala
Jalel Harshaui, especialista de Libia en la universidad francesa Paris
VIII.
"Sin embargo, en la práctica, no veremos una revisión total
[...] de todos los grupos armados pro-GNA", por temor a un vacío de
seguridad, añadió Harshaui.
Libia, sumida en el caos desde la
caída en 2011 del régimen de Muamar Gadafi, está dirigida por dos grupos
rivales: por un lado, el GNA en Trípoli, y por el otro, un gabinete
paralelo en el este del país, apoyado por el mariscal Khalifa Haftar -a
la cabeza de una poderosa fuerza armada- y el parlamento elegido.
El
GNA, fruto de un acuerdo firmado bajo el auspicio de la ONU, fracasó en
su intento de establecer fuerzas de seguridad unificadas y continuó
dependiendo de las milicias, por su seguridad y la de la capital.
Las
grandes milicias tripolitanas se aprovecharon para infiltrarse en las
instituciones políticas y económicas, sin dudar en sacar la artillería
pesada para defender sus "conquistas".
Ese fue el caso a finales
de agosto, cuando grupos armados procedentes de otras ciudades del oeste
libio intentaron entrar en la capital, enfrentándose a las milicias
tripolitanas. En un mes de combates, al menos 117 personas murieron y
400 resultaron heridas.
Los enfrentamientos cesaron esta semana en
virtud de un acuerdo de alto el fuego, según el cual el GNA se
compromete en especial a desalojar a los grupos armados de las
instituciones del Estado y de las instalaciones estratégicas.
Pero los analistas consideran que la tarea de limitar los poderes de las milicias será complicada.
"Estos
grupos tuvieron la inteligencia de penetrar en las instituciones de
policía y económicas de la capital. [...] El GNA trabaja con ellas,
depende de ellas", consideró Harshaui.
Una de las maneras de reducir su control sobre la economía sería hacer una limpieza en el sector.
El
GNA anunció una serie de medidas para paliar las "disfunciones" del
sector bancario y de la economía en general, que benefician a las
milicias.
Las reformas pretenden reducir el abismo entre las tasas
de cambio oficiales y las del mercado negro, y reducir las subvenciones
del Estado a los carburantes, para luchar contra el tráfico y el
contrabando que socavan la economía de este rico país petrolero.
Según
la tasa oficial, el dolar se cambia en teoría a 1,4 dinares, una tasa
hasta cuatro o cinco veces mayor en el mercado paralelo, debido a una
escasez crónica de divisas y de moneda nacional en los bancos.
Estas
diferencias de tasas favorecieron la corrupción, principalmente a favor
de los grupos armados que revenden en el mercado negro los dólares
obtenidos según la tasa oficial, asegurándose así significativas
plusvalías.
Para limitar este tráfico, el gobierno impuso una tasa
de 183% sobre la venta de divisas extranjeras, lo que provocó una
depreciación de la moneda nacional.
Pero Kamal al Mansuri, experto
económico libio, puso en duda la eficacia de tales medidas, en un
momento en el que las dos autoridades rivales disponen cada una de un
banco central.
El diputado Ismail al Sherif, del parlamento en el
este del país, consideró por su parte que las reformas económicas no
podían hacerse si no iban acompañadas por otras políticas y de
seguridad.
Según él, es poco probable que las reformas tengan
éxito sin una "reestructuración" del GNA, un tema delicado, de nuevo en
el centro de las negociaciones auspiciadas por la ONU entre las
autoridades de Trípoli y las del Este.
No hay comentarios:
Publicar un comentario