PARÍS.- Un refuerzo de la lengua árabe en las escuelas francesas planteado por
el Gobierno ha puesto en pie de guerra a la oposición conservadora y a
la extrema derecha, quienes temen un aumento del sectarismo islámico en
Francia.
"El árabe es una gran lengua literaria y deber ser
aprendida, no solo para los que son de origen magrebí o de países de
lengua árabe". La declaración de intenciones formulada esta semana por
el ministro de Educación, Jean-Michel Blanquer, abrió la caja de Pandora
y puso de manifiesto la tensión política que vive el país.
La oposición conservadora, representada por el
centro-derechista Los Republicanos (LR), y la ultraderecha de Marine Le
Pen se apresuraron en censurar a Blanquer, uno de los ministros más
populares del Gobierno de Emmanuel Macron, y le acusaron de promover la
lengua árabe en detrimento de la francesa.
"No ha
aguantado mucho tiempo sin revolcarse en lo 'políticamente correcto'...
Lo que esperamos de él (Blanquer) es que nuestros hijos tengan un buen
conocimiento del francés, algo que, de momento, no se puede dar por
hecho", denunció en las redes sociales Le Pen, líder de Agrupación
Nacional (RN, por sus siglas en francés).
Robert
Ménard, controvertido alcalde ultraderechista de la localidad de Béziers
(sur), fue más allá: "Desarrollar la enseñanza del árabe en la escuela y
'darle prestigio' es dar legitimidad al nacimiento de otra nación
dentro de la propia Francia. Un proyecto de consecuencias
impredecibles".
Otra figura de proa de los
ultranacionalistas franceses, el diputado Nicolas Dupont-Aignan, ahondó
en las críticas y opinó que la enseñanza de la lengua del Corán es el
inicio de una "arabización" en Francia.
Incluso entre la derecha moderada de Los Republicanos hubo críticas hacia el titular de Educación.
Ante tanto revuelo, Blanquer tuvo que explicarse públicamente de nuevo para contener la polémica.
"Nunca dije que el árabe debía ser obligatorio en la escuela primaria.
Nuestro interés es diferenciar la lengua árabe de un cierto
fundamentalismo religioso", terció el ministro, quien recordó que el
árabe es una lengua rica literariamente -y hablada por unas 430 millones
de personas- y que merece un tratamiento como el chino o el ruso.
Esta misma semana, el Instituto Montaigne -a quien el presidente
francés, Emmanuel Macron, encargó un estudio y propuestas para reformar
el islam en Francia- dio pistas alarmantes del avance del islamismo
radical en el país.
Uno de los puntos en los que
incidió ese informe es en la necesidad de enseñar más el árabe en las
escuelas para evitar que los alumnos lo aprendan en las mezquitas, donde
puede haber un riesgo de radicalización.
Aunque ha levantado polvareda, la idea de Blanquer no es nueva entre los titulares de Educación de gobiernos anteriores.
Francia, que tiene estrechos lazos con los países del Magreb y del
Medio Oriente por su pasado colonial, cuenta con una gran comunidad de
árabe-parlantes, unos tres millones, la mayor del país después del
francés.
Por ello, numerosos ministros tanto de
progresistas como conservadores se han planteado una manera de
institucionalizar su enseñanza.
Hace una década, el
entonces titular de Educación, Xavier Darcos, se había planteado cómo
desarrollarla bajo el Ejecutivo conservador de Nicolas Sarkozy
(2007-2012). El ministro Luc Chatel, también bajo la administración de
Sakozy, abogó por una lengua árabe en una escuela pública laica.
En el anterior Gobierno al de Macron, el del socialista François
Hollande (2012-2017), Najat Vallaud-Belkacem, ministra de Educación de
origen marroquí, quiso aprovechar los acuerdos educativos bilaterales
entre Francia y ocho Estados, que datan de los años 70.
Gracias a ellos, estudiantes con raíces en Argelia, Marruecos, Túnez,
España y Portugal, entre otros, cuentan con clases de sus respectivas
lenguas con la meta de regresar a sus países de origen en un futuro.
La idea de Vallaud-Belkacem era introducir esas lenguas en los programas de estudio nacionales.
Ninguno de estos proyectos ha salido adelante y la enseñanza del árabe
sigue como residual en Francia: en las escuelas primarias y los
institutos se sitúa en menos del 1 % de los alumnos.
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