TRÍPOLI.- Los conflictos militares y
políticos que azotan Libia desde la caída de Muamar Gadafi impiden
explotar sus enormes recursos petroleros y han dejado la economía al
borde del abismo.
Tras la caída del dictador, en octubre de 2011, los libios soñaban con un futuro mejor.
Hoy
sus expectativas son mucho más modestas. "Vivir seguros, disponer de
electricidad, de combustible, de un salario y enviar a los niños al
colegio. No pedimos nada más", resume Mahmud, un tripolitano de 35 años.
Cada mañana se forman largas colas delante de los bancos, incapaces de suministrar dinero en efectivo a sus clientes.
Paralelamente, los libios se enfrentan a una subida de los precios sin precedentes.
Según
el Banco Mundial (BM), se ha producido "una pérdida considerable del
poder adquisitivo" con un aumento del 31% en los precios de los
alimentos durante el primer semestre del año.
Después de
42 años en el poder, el dictador derrocado dejó unas infraestructuras
vetustas, una economía completamente dependiente del petróleo y una mano
de obra poco cualificada.
El país, del que se han ido
las compañías petroleras, está pagando el precio de todo ello y los
conflictos de los últimos años no han hecho más que empeorar las cosas.
"La
economía libia está derrumbándose", se alarmaba recientemente el Banco
Mundial, esbozando un panorama sombrío de los principales indicadores
del país.
El principal responsable: el oro negro, que
suministra al país más del 95% de sus ingresos, pero cuya producción se
ve alterada por los conflictos armados que corroen el país desde hace
tres años.
Los campos petroleros sólo producen una quinta
parte de su capacidad, o sea, un promedio de sólo 335.000 barriles por
día en el primer semestre.
Esta caída de la producción,
junto con la bajada drástica del precio del crudo desde 2014, ha
provocado "una economía atrapada en la recesión desde 2013", según el
BM, que prevé "niveles históricos" de déficit público.
Las
pérdidas acumuladas en términos de ingresos petroleros están estimadas
en más de 100.000 millones de dólares (unos 91.000 millones de euros)
desde el comienzo de 2013, según el director de la Compañía Nacional del
Petróleo (NOC), Mustafá Sanalla.
Los
ingresos del sector cayeron a su nivel histórico más bajo, de apenas
2.250 millones de dólares (2.050 millones de euros), durante los siete
primeros meses del año, añade el Banco Mundial.
Antes de
la revolución de 2011, la venta de crudo proporcionaba 50.000 millones
de dólares anuales a Libia, que producía 1,6 millones de barriles
diarios.
La producción petrolera rondaba el nivel cero en
2011. En pocos meses, recuperó su nivel de antes de la guerra, pero a
partir de 2013 cayó bruscamente debido a la violencia en la región de
las terminales petroleras, en el noreste del país.
La
situación ha cambiado desde que en septiembre las instalaciones están en
poder de las fuerzas del polémico mariscal Jalifa Haftar, aliado de las
autoridades rivales al gobierno de unión nacional reconocido por la
comunidad internacional.
Volvió la calma, lo que permitió
reanudar las exportaciones, una evolución calificada de "positiva" por
la NOC, una institución que intenta permanecer neutral.
Los
expertos estiman que la producción no alcanzará su capacidad máxima
antes de 2020, el tiempo de reparar las infraestructuras, muy
deterioradas, según el BM.
"Hará falta tiempo para que la
crisis pueda reabsorberse porque los ingresos generados por estas
exportaciones tardarán tiempo en poder cubrir de nuevo los considerables
gastos públicos", explica Karima Munir, una experta independiente
libia.
"La dependencia del petróleo ha afectado mucho a la economía y ha puesto a prueba las reservas", estima.
Para
cubrir los déficits, las autoridades echan mano de las menguantes
reservas de divisas, que pasaron de 107.600 millones de dólares en 2013 a
43.000 millones de 2016, según el Banco Mundial.
Las
restricciones cambiarias y las especulaciones llevan a la economía a un
círculo vicioso y promueven un mercado paralelo: los libios no se fían
de los bandos y casi todas las transacciones comerciales se hacen en el
mercado negro.
Los supermercados se van quedando sin
mercancías y los comerciantes limitan las importaciones por miedo a
pérdidas en un mercado que fluctúa mucho.
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