La FED ha
subido los tipos de interés. Un evidente eeconocimiento de que la
política monetaria de dinero fácil y abundante ha cumplido su cometido.
Avanza el producto y el empleo y se aleja el riesgo de deflación. Vuelta
a la ortodoxia económica. El futuro presidente Trump había condenado
los bajos tipos de interés pero ahora tendrá que combinar la subida con
una política fiscal expansiva. Dos medidas que no encajan de acuerdo al
manual de los economistas ortodoxos.
Vuelta
atrás en la historia. Un 21 de enero 1994 el entonces presidente
de la FED, el bien conocido Alan Greespan, acudía a la Casa Blanca con
una mala noticia. Los tipos de interés tenían que subir; la
economía estaba recalentándose y se corría el riesgo de un
desajuste y la llegada de la inflación. Se precisaba un
“aterrizaje suave” mediante una subida del tipo de interés.
El
vicepresidente Gore pidió tiempo. En efecto, recordaba que en
1988-89 una subida del tipo de interés por parte de la FED provocó una
estampida en el mercado de renta fija. La pregunta obligada era de
si podía ocurrir lo mismo.
Greespan en su papel de banquero
central le aseguró que eso era imposible. No habría estampida ni
contracción de la economía por una subida de los tipos de interés
que repetidamente responden –mainly- a las expectativas de
inflación. El alta de los tipos a corto es una señal de que las
autoridades monetarias vigilan la evolución de los precios y,
que en consecuencia en el mercado de renta fija subiría el valor de
los bonos y en consecuencia se reduciría la rentabilidad de los
títulos, es decir, que los tipos de interés a largo plazo
bajarían. Una señal para que las empresas mantuviesen sus
proyectos.
Gore acabó teniendo razón. El mercado de renta
fija se despeñó. ¿Qué pasaba?. Los bancos en la sombra,
principalmente los Hegde Funds, estaban cargados hasta las orejas
de títulos de renta fija; temieron que el incremento del 0,25%
propuesto por el FED mermase su capacidad de financiación con
dinero de terceros y empezaron a despojarse a toda velocidad de
sus títulos. Los especuladores estaban más pendientes de
garantizar sus posiciones que de una venidera subida de los
precios. Resultado: el precio de los bonos se derrumbó y los tipos de
interés a largo plazo se dispararon.
El ahora propuesto
secretario del Tesoro, Esteve Mnuchin, pronostica una subida del
3-4% en el PIB estadounidense gracias a una desregulación en
los mercados financieros (menos exigencias de capital para los
bancos) rebaja del impuesto de sociedades e incentivos fiscales
para que las multinacionales repatríen sus abundantísimas
tesorerías en el extranjero además de prometer un trato más
favorable para las inversiones. Política de oferta a la vista.
Sin
embargo no es oro todo lo que reluce, porque el potencial
crecimiento del PIB, como recuerda por ejemplo George Magnus,
ex-economista jefe de la UBS, es difícil que llegue al 2% cuando el
crecimiento de la población activa es apenas de un 0,5% y las
expectativas de mejora de la productividad siguen sin
aparecer. Los estímulos fiscales lo que si pueden ser es un
estímulo a la inflación y un mayor coste del dinero. El
rendimiento de los bonos subiría y su precio podía sufrir un
drástico desplome que por ahora no se ha producido.
Lo que sí
es seguro es que estos anuncios han provocado ya una apreciación
del dólar de un 14% sobre una cesta de monedas con las siguientes
ventajas competitivas para los productores chinos, japoneses y
de los países de la eurozona. Más déficit exterior.
Por el lado de las finanzas federales las rebajas fiscales
ampliarán el déficit público y obligarán a acudir a los mercados de
deuda. De acuerdo con las estimaciones del Committee for a
Responsible Federal Budget el volumen de la deuda pública de los EEUU
pasaría del 77 al 103% del PIB en la próxima década.
¿Regresamos
a la exuberancia de Greespan, que escaldado por su ortodoxia de
1994 no se atrevió a cortar o, como dice el señor Mnuchin, el dorado
está a la vuelta de la esquina: crecimiento del PIB por encima del
potencial gracias a esas desregulaciones financieras y
exenciones fiscales. En definitiva una política de oferta
amparada por unas elevadas barreras frente al exterior que
reserven el mercado interno para las empresas estadounidenses?
(*) Economista del Estado en España
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