PARÍS.- Proteccionismo puro y
duro, patriotismo económico o un mejor reparto de la riqueza. Los
Gobiernos buscan remedios ante una globalización cada vez más rechazada
por los electores, que denuncian las deslocalizaciones.
Tras
la victoria de Donald Trump en Estados Unidos y la de los partidarios
del Brexit en Reino Unido, numerosos economistas han constatado lo
mismo: la globalización provocó una desigualdad que ha golpeado
principalmente a las clases populares de los países ricos en los últimos
treinta años.
Los países emergentes tampoco se han
librado, como reconoció recientemente el Fondo Monetario Internacional
(FMI) en una publicación titulada 'El comercio internacional puede
profundizar las desigualdades en las economías en desarrollo'.
Desigualdades
crecientes sobre las que el economista francés Thomas Piketty arrojó
luz en su base de datos en línea Wid.world. "La parte que corresponde a
los ingresos más altos está en alza en la casi totalidad de los países
en las últimas décadas, ya sea en países desarrollados o en países en
desarrollo", constató.
Hasta aquí en cuanto al
diagnóstico. En lo que respecta al remedio, las opiniones varían acerca
de los medios para combatir las deslocalizaciones.
En
Estados Unidos, Trump ha amenazado con tomar medidas proteccionistas
contra las importaciones chinas y mexicanas. Se ha arrogado un primer
éxito con la decisión del grupo automovilístico Ford de renunciar a
construir una nueva fábrica en México.
En Europa, los
países también buscan soluciones. Los secretarios de Estado franceses
Christophe Sirugue y Matthias Fekl han defendido un 'Buy European Act' y
el 'make in Europe' en un artículo reciente publicado en el diario
francés Libération.
Para
Xavier Timbeau, director principal de la Organización para la Seguridad
y la Cooperación en Europa (OSCE), la victoria de Trump no tiene que
ver con el "aislamiento". Al contrario, se trata de una voluntad de
velar más por los intereses, explicó el economista.
"Entramos
en una etapa en la que ya no hay benevolencia por parte de los países
desarrollados respecto a aquellos en desarrollo sino, al contrario, la
defensa de los intereses (propios) contra los de los otros", agregó.
Y
para hostigar a la globalización, los Estados cuentan con varias
herramientas, como las tasas contra la competencia desleal, toleradas
por la Organización Mundial del Comercio (OMC) en algunos casos.
Para
el politólogo Thomas Guénolé, autor de 'La globalización infeliz', los
Gobiernos tienen la posibilidad de aplicar otras tasas para proteger su
industria.
Como la del carbono, por ejemplo, que
penalizaría las importaciones de productos procedentes de países
contaminantes que no respeten los acuerdos de la COP21, o "las tasas
'antidumping' sociales frente a los Estados que no reconozcan el derecho
a huelga".
"Si esas tasas son suficientemente fuertes,
hacen que la economía local vuelva a ser competitiva", evitando nuevas
deslocalizaciones y favoreciendo incluso relocalizaciones, aseguró.
Sin embargo, para Radu Vranceanu, profesor de
economía en Essec, esas medidas son arriesgadas. "Las medidas
proteccionistas prometidas por Trump sólo debilitarían las capacidades
de la economía estadounidense de desarrollarse", consideró. "Sería ir en
contra del compromiso del candidato de dar un impulso fuerte al
crecimiento de Estados Unidos", señaló.
Para este
economista, la solución radicaría en un mejor reparto de los beneficios
de la globalización. "En los países ricos, se ha descuidado a los
perdedores demasiado a menudo, pues los empleados tienen que competir
con las importaciones de países con bajos salarios", afirmó.
Instituciones
internacionales como el FMI o la OCDE comparten este punto de vista y
han reiterado los llamados a una globalización más equitativa.
"Un
discurso lenitivo e ingenuo hoy en día", opina Timbeau, recordando que,
frente a los altermundialistas, esas mismas instituciones aseguraban
hace 15 años que la globalización beneficiaría a todo el mundo.
"Los
remedios no deberían agravar el problema", advirtió en un reciente
artículo el premio Nobel de Economía Angus Deaton. Según él, el
"verdadero peligro" en la globalización actual es la "búsqueda de
réditos". En otras palabras, la voluntad de "hacerse rico a costa de los
demás sin aportar valor a la economía".
Deaton apunta contra los bancos "cuyo rescate dio sumas pasmosas de dinero público a gente que ya era rica".
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