PARÍS.- El acuerdo de libre
comercio entre la Unión Europea y Canadá firmado a fines de octubre da
lugar a múltiples controversias sobre quién sale ganando y quién
perdiendo con la apertura casi total de las fronteras entre las dos
regiones.
El
Acuerdo Económico y Comercial Global, más conocido por su acrónimo
inglés CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement), suprime el 99%
de las barreras arancelarias entre la UE y Canadá. Abre también las
contrataciones públicas de cada región a las empresas de la otra.
De
esta manera facilita el ingreso al mercado de América del Norte de
empresas europeas, que son las que salen ganando con el acuerdo. Sin
embargo, las que dependen más del mercado interior europeo son más
vulnerables frente a la llegada de la competencia canadiense.
Es
la ley del libre comercio, como lo recuerda Radu Vranceanu, profesor de
Economía de la escuela de negocios francesa ESSEC, que defiende este
tipo de tratados creadores de empleo.
El politólogo
Thomas Guénolé no comparte en cambio esa visión: "el CETA permite
aumentar los márgenes de las grandes firmas globalizadas. Son ellas las
que salen ganando", explicó subrayando que "la población obrera y
las de profesiones intermedias son las que pierden".
Karine
Jacquemart, directora general de la ONG Foodwatch, estima lo mismo. A
sus ojos, los grandes ganadores serán "las empresas que tendrán acceso a
las contrataciones públicas, sobre todo las multinacionales que gozarán
de acceso y derechos excepcionales, en particular el mecanismo de
arbitraje de los conflictos comerciales".
El
secretario de Estado francés a cargo del Comercio Exterior, Matthias
Fekl, lo recordó en numerosas ocasiones. En el caso de Francia, el CETA
incluye 42 indicaciones geográficas que se agregan a las apelaciones en
el vino y los espirituosos ya reconocidas desde 2004. Esta producción
podrá ingresar en el mercado canadiense sin aranceles. Según Fekl el
acuerdo favorecerá por lo tanto las apelaciones lecheras y de embutidos.
Un
argumento que el portavoz de la ONG ATTAC, Dominique Plihon, considera
"ridículo". Para Plihon las apelaciones de origen controlado producen de
manera artesanal en cantidades limitadas y no saldrán ganando. "Al
contrario, va a facilitar la llegada a Europa de la comida basura, como
la carne con hormonas y productos con OGM", advirtió.
La
filial agrícola francesa manifestó en varias ocasiones su preocupación
por la competencia canadiense. La filial bovina es la que más se
inquieta.
Según Emmanuel Aze, de la Confederación
Campesina, que se hayan acordado contingentes adicionales libres de
aranceles para la carne bovina y porcina canadiense va a "acentuar la
fragilidad de estas filiales en la UE, así como el disparador hacia una
agricultura industrial".
Los industriales canadienses del
sector agroalimentario por su lado son casi unánimes sobre las
perspectivas positivas que presenta el CETA.
Matthias
Fekl presentó a menudo el CETA como el anti-TTIP, el tratado en
negociación con Estados Unidos, la Asociación Transatlántica para el
Comercio y la Inversión. Denunció el "desdén" en las negociaciones de
parte de Washington y negó que el acuerdo con Canadá sea "un caballo de
Troya" que permitirá a las empresas estadounidenses ingresar al mercado
europeo pasando por Canadá.
Pero Plihon, de ATTAC,
denuncia que el acuerdo con Canadá es "la puerta de entrada de las
multinacionales estadounidenses" a la UE.
¿Y la democracia ? ¿Sale
perdiendo? Karine Jacquemart constata que el principio de precaución no
está mencionado en el tratado. "Cuando nada garantiza ese principio,
los legisladores europeos, los ciudadanos y los consumidores salen
perdiendo. Los ganadores son las multinacionales y los que no tienen
interés en que se tomen decisiones sobre la base del principio de
precaución", afirmó.
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