PARÍS.- El ex primer ministro de Francia, Manuel Valls, nacido en
Barcelona hace 54 años, encarna la concepción de una izquierda moderna
sin complejos, pero su rigidez le ha valido un fuerte rechazo dentro de
sus propias filas.
Valls, que no obtuvo la nacionalidad francesa hasta los 20
años, se calificó el domingo a la segunda vuelta de las elecciones
primarias organizadas por el Partido Socialista francés y sus aliados,
detrás de Benoît Hamon, del ala izquierda de la formación.
Este hijo de un pintor español exiliado en Francia, que
sueña desde hace años con la presidencia, lanzó su candidatura a la
jefatura del Estado en diciembre, luego de que el presidente François
Hollande, hundido en las encuestas, renunciara a presentarse a un
segundo mandato.
Acostumbrado a romper los tabúes de la izquierda --en 2007
propuso cambiar el nombre del partido "socialista" al considerarlo
obsoleto-- Valls ha moderado su discurso en las últimas semanas en busca
del apoyo del electorado socialista más a la izquierda.
Después de haber proclamado que existen "dos izquierdas
irreconciliables", declarado su "amor por las empresas" y defendido la
prohibición del burkini (el traje de baño islámico), ahora, a tres meses
de los comicios presidenciales, llama a su campo a cerrar filas para
derrotar a la derecha y a la ultraderecha.
En 2011, durante su primera participación en las primarias
de la izquierda francesa para las elecciones presidenciales del año
siguiente, Valls obtuvo apenas un 5% de los votos. Inmediatamente
después se puso al servicio del ganador, François Hollande, y se tomó a
cargo la comunicación de su campaña.
Cuando Hollande llegó al poder en 2012 lo recompensó con la
cartera del Interior. En ese cargo, reforzó su imagen de hombre
implacable, ganando popularidad, a veces más entre los electores de la
derecha que de la izquierda.
Por su comunicación política milimétrica, su energía
inagotable y su asumida ambición, Manuel Valls es a menudo comparado con
el expresidente conservador Nicolas Sarkozy (2007-2012). Una
comparación que le disgusta.
En 2014, Hollande lo puso a la cabeza de un gobierno que
tuvo que enfrentar la crisis económica y los peores atentados de la
historia reciente de Francia, con un saldo de 238 muertos.
Valls ha irritado a muchos socialistas por sus exabruptos
sobre los gitanos, por haber utilizado en seis ocasiones un arma
constitucional que le permitió adoptar reformas por una vía rápida sin
aprobación del parlamento o por haber propuesto retirar la nacionalidad a
las personas acusadas de terrorismo.
Pero este hombre de ojos azules y cabello oscuro supo
ignorar las críticas y aplicar fielmente la línea social liberal del
presidente Hollande, aunque esto provocó la partida de varios miembros
del gobierno del ala más izquierdista del partido.
Hijo del pintor catalán Xavier Valls y de una madre suiza
italohablante, Valls ha proclamado su "orgullo" de "estar al servicio de
Francia", sin dejar de asumir su origen español.
Pero esa fidelidad no abarca al ámbito futbolístico, pues no
vaciló en revelar en una ocasión que hincharía por el Barça contra el
París Saint-Germain (PSG) cuando ambos equipos se enfrentaron en 2013 en
cuartos de final de la Liga de Campeones.
El Barcelona "es mi equipo, en un club que traspasa las fronteras", justificó.
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