ATENAS.- Hace 20 años Grecia se
benefició de la llegada de medio millón de migrantes, sobre todo
albaneses. Ahora no sabe si las decenas de miles de refugiados
bloqueados en su territorio constituyen una nueva oportunidad para la
economía.
Es el desafío, o rompecabezas según se mire,
del gobierno y de los expertos frente a los más de 60.000 refugiados
bloqueados en su territorio desde que Europa cerró las fronteras hace un
año. Muchos son jóvenes sirios, afganos o paquistaníes.
En
los años 1990 y 2000, las 500.000 o 600.000 personas, en particular
albaneses y búlgaros, que llegaron al país se integraron fácilmente en
la economía griega, entonces en auge.
"Los refugiados
actuales constituyen un grupo diferente", estima Stavros Zografakis,
profesor asociado y vicerrector de desarrollo económico de la
Universidad de Agronomía de Atenas.
Al
contrario de los búlgaros y los albaneses que deseaban instalarse en
Grecia, la mayoría de los recién llegados quiere trasladarse hacia el
norte de Europa.
Las circunstancias son muy diferentes.
Hasta 2008, el sector agrícola y el de la construcción se beneficiaron
de los trabajadores migrantes.
En los años 2000, su
contribución al PIB fue de tres puntos. Eran tiempos de fuerte
crecimiento -alrededor del 4%- gracias a los Juegos Olímpicos de 2004, a
grandes obras de infraestructuras, a la entrada en vigor del euro en
2001 o a la expansión de los créditos bancarios.
Hoy el contexto se invirtió, con una economía deprimida tras la crisis de la deuda.
Todo
ello crea "un balance negativo por el momento", y los fondos europeos,
desembolsados por la crisis migratoria, especialmente a las oenegés, no
bastan para impulsar a la economía, recalca Zografakis.
Este
dinero se destina en particular a la financiación de las
infraestructuras de alojamiento temporal. "Tiene un impacto directo en
el mercado local, pero también hay que crear un plan nacional de
integración y de cohesión social a largo plazo", advierte Lefteris
Papagiannakis, vicealcalde de Atenas, encargado de los migrantes y los
refugiados.
Se ha inyectado más de un millón de euros en
la economía de Atenas gracias al "programa de alojamiento en
apartamentos" gestionado por el ayuntamiento de la capital griega y la
Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), que es financiado por la
Unión Europea (UE).
Significa el pago por adelantado de
los alquileres a los propietarios, tarjetas prepagadas para los
supermercados y billetes de transporte público para los refugiados, así
como la contratación de un centenar de personas para llevar a cabo el
programa.
Muchos se han beneficiado. "Se acabaron los
impagos de alquileres y facturas", declara Sophia Alikhan, cuyos suegros
arriendan un apartamento de 90 m2 a una familia siria desde junio de
2016. Antes estuvo siete meses vacío.
Andreas Samaras,
propietario del "café Omonia", en el centro de Atenas, asegura que el
"80% del volumen de negocio de los comercios del barrio" lo generan los
refugiados.
Desde 2015, año en el que llegaron más
refugiados desde Turquía rumbo a Alemania, Samaras colgó un letrero en
árabe en la fachada de su cafetería y compró narguiles (artefactos para
inhalar vapor de agua, también denominado pipa de agua) para el interior
con tal de atraer a su nueva clientela.
El impacto económico "es limitado", afirma Zografakis, aunque esta ola acabará, según él, por ser provechosa "como en Alemania".
En
la primavera de 2016, un informe de la Comisión europea preveía que
esta afluencia generaría entre 0,2 y 0,3 puntos porcentuales de
crecimiento adicional en Europa en 2016 y 2017.
"Pero en Grecia llevamos retraso en la elaboración de una política de integración", lamenta Papagiannakis.
Algunos
intentos "tropiezan con frecuencia con el hecho de que la mayoría de
los refugiados no quiere quedarse en Grecia", reconoce Maria Logotheti,
directora del gabinete del alcalde de Atenas, Yorgos Kaminis.
Los
expertos estiman, sin embargo, que los sectores competitivos del
turismo y de la agricultura podrían acabar atrayendo a los migrantes,
como en el pasado.
"Aceptan salarios más bajos y los empleos que los griegos no quieren", afirma Zografakis.
Los
refugiados también son una solución al problema demográfico, que
preocupa a varios países europeos. En Grecia es "una bomba peor que la
deuda, tras la partida de miles de jóvenes al extranjero para escapar
del desempleo", añade.
Según datos oficiales, en la década de 1990, los migrantes contribuyeron en un 97% al aumento de la población griega.
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