Una de las bases en las que se había sustentado la mejora de la
economía europea en los últimos meses del pasado año era la debilidad
del euro y la fortaleza del dólar, ya que la irrupción del nuevo
presidente americano en la vida económica generó importantes
expectativas.
Pero el euro lleva un año de subida imparable, en torno
al 8% frente a la divisa estadounidense, y esa no es una buena
oportunidad para las exportaciones de la zona al resto del mundo. En
especial a Estados Unidos, el mercado más atractivo para muchas empresas
europeas.
Además, la Reserva Federal americana estaba subiendo tipos de interés
y pensaba seguir haciéndolo en los meses siguientes, con un calendario
bastante poblado de subidas (hasta cuatro veces) a lo largo del año
2017, lo que reforzaba la confianza en la moneda estadunidense.
Pero ni una cosa ni la otra se han podido materializar ya que los
planes económicos de Donald Trump caminan mucho más despacio de lo
anunciado e incluso están en franca retirada en algunas variables (el
incierto impulso fiscal, por ejemplo) y la Fed no se decide a gestionar
una política monetaria más agresiva, como había anunciado. En la
actualidad son más las dudas que las certidumbres sobre el nivel de
tipos de interés a finales de año en Estados Unidos, quizás con opción
de subida de un cuarto de punto adicional sobre los niveles actuales
pero poco más.
El panorama es, por lo tanto, bastante incierto en el mercado de
divisas, en especial para las dos divisas más importantes de la economía
global como son el dólar u el euro. El impulso económico europeo es
coherente con un euro más equilibrado, aunque no depreciado, pero
tampoco tan alcista como el que estamos viendo en las últimas semanas.
Hay un factor que se ha venido a sumar a las expectativas económicas
euriopeas, la subida de tipos que pueda abordar el Banco Central Europeo
para mediados del año próximo, ante lo que muchos agentes económicos
han comenzado a tomar posiciones.
Tipos más altos en Europa implican mayor valoración del euro, lo que
no le conviene en principio a la Eurozona en la medida en que puede
quitar alicientes y motivaciones a los exportadores, al hacerlos menos
competitivos. Razón por la que algunos altos cargos del BCE salieron a
la palestra la semana pasada para moderar en alguna medida el
entusiasmo que se había desatado en los mercados ante la hipótesis
altamente probable de una subida de tipos de interés más inmediata y
una interrupción del programa de compra de activos que vienen
desarrollando el BCE desde hace más de dos años.
La fijación de la fecha en la que el BCE va a tomar estas medidas,
como ya lo ha hecho hace un año la Reserva Federal americana, es ahora
el punto clave de la situación, ya que a nadie le caben dudas de que
ambas cosas (freno a las compras de activos y subidas de tipos
oficiales) se van a producir.
(*) Periodista y economista español
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