ATENAS.- En su séptimo año de crisis y tras
haber firmado su tercer rescate, Grecia continuó sin despegar
económicamente en 2016, atrapada en la espiral de las reformas y con una
sociedad asfixiada por los incesantes recortes y desencantada con las
promesas izquierdistas incumplidas de Alexis Tsipras.
Los optimistas, no obstante, podrían interpretar 2016 como un vaso
medio lleno. Tras la caída económica registrada en 2015, el año de las
dobles elecciones y del triunfo de Syriza, el curso que está a punto de
acabar ha dejado algunas cifras positivas.
El paro ha continuado reduciéndose, de un récord del 26 %
en 2014, hasta el 23,4 % en agosto pasado (última cifra oficial); el
índice de la producción industrial ha remontado en los primeros nueve
meses (hasta el 1,8 %) y el PIB se ha incrementado ligeramente en el
segundo (0,3 %) y tercer trimestre (0,8 %).
Todo esto ha ocurrido a pesar de que los controles de capital introducidos en verano de 2015 aún siguen vigentes.
Pero las cifras siempre permiten varias lecturas, y así los pesimistas
advierten de que las cifras son solo positivas en comparación con 2015,
el 'annus horribilis' que hizo tambalearse a Grecia poniéndola al borde
del precipicio.
Los pesimistas hacen otra lectura y
señalan la evolución del turismo, el principal motor de la economía
helena. Si bien las llegadas aumentaron en los primeros nueve meses en
un 3,5 %, la facturación se redujo un 5,5 %.
Incluso
las cifras del paro permiten una segunda interpretación: gran parte de
la reducción del desempleo se debió al fuerte aumento del trabajo a
tiempo parcial, lo que se traduce en salarios de 400 euros al mes -o
incluso menos- que no alcanzan para llegar a fin de mes.
2016 fue además, por enésima vez, año de recortes y aumento de impuestos.
El IVA volvió aumentar, del 23 % al 24 %, lo hizo también el impuesto
sobre la renta, y lo hicieron nuevamente las cotizaciones a la seguridad
social.
Al mismo tiempo volvieron a bajar las pensiones, que acumulan ya una docena de caídas en los siete años de crisis.
Todo esto ha conducido a que los griegos se vean cada vez mas
asfixiados en su economía doméstica y que la deuda privada haya
alcanzado el mismo nivel que la pública, unos 328.000 millones de euros.
Si bien uno de los principales objetivos del Gobierno de Tsipras era
combatir el fraude fiscal, una de las grandes lacras del país, esta
creciente presión tributaria está produciendo el efecto contrario, un
problema no solo para las arcas del Estado sino para las carteras de los
bancos.
En torno a la mitad de los créditos
bancarios están en mora (antes del comienzo de la crisis tan solo era el
4,8 %), en su mayor parte porque la gente ya no puede apretarse más el
cinturón, siendo residual el porcentaje de los que se aprovechan de la
situación y no pagan aunque pudieran hacerlo
Entre
que los ciudadanos deben a los bancos y al Estado y el Estado les debe a
ellos -hay retrasos en el pago de pensiones, en la devolución de
impuestos, deudas a proveedores... que suman un total de 8.000 millones
de euros- la economía no obtiene la liquidez que necesitaría para poder
arrancar.
Unos fondos que tampoco llegan de fuera,
pues la falta de inversiones extranjeras, que tanto anhela el Gobierno,
no se ve factible mientras Grecia no vuelva a los mercados financieros.
Para romper este círculo, insistió el Gobierno durante este año, es
necesaria una decisión sobre la reestructuración de la deuda, no solo a
corto, sino a medio y largo plazo.
El Gobierno se
cansa de advertir de que si no vuelve la inversión a Grecia, el país no
puede salir de la crisis y de la trampa de los rescates, y la ciudadanía
terminará de dar la espalda a los políticos.
La
espalda a Tsipras ya se la han dado, como demuestra una encuesta
elaborada en otoño por Public Issue, publicada nada menos que por el
diario de Syriza ,"Avyí", según la cual el 90 % de los encuestados dice
sentirse insatisfecho con el trabajo del Gobierno. Sin olvidar que un 80
% dice lo mismo de la oposición.
Mientras, en los debates públicos del país, ya planea el fantasma de un cuarto rescate.
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