Mientras Turquía lanza una gran ofensiva para dar con el autor de la
masacre de Estambul, desde la hipótesis policial de que fue un individuo
uzbeko o kazajo, y en tanto han sido ya detenidos ocho individuos,
subsiste el primer balance de las víctimas habidas en el arranque de
20017 ( 39 muertos y 69 heridos), es oportuno recordar cómo, en los dos
últimos años, se eleva a 14 el número de atentados habidos ;
especialmente en el tramo de seis meses que dista este de Estambul de la
fecha en que se produjo el golpe de Estado del 15 de Julio último. El
total de muertes causadas en este bienio asciende a 250 muertes,
correspondientes a civiles extranjeros y nacionales, policías y
soldados.
Esta llamativa y reiterada fractura terrorista de la normalidad
ciudadana, especialmente en la dos principales ciudades del país,
Estambul y Ankara, se corresponde causalmente con la implicación de
Turquía en la dilatada y sangrienta guerra civil que padece la vecina
Siria, aunque también con la progresiva canceración del problema kurdo.
Un problema que rebrota, una vez y otra, por los errores políticos en
los que han descarrilado los intentos de normalización con la
Administración central y los componentes de esa minoría. Aunque no
acaban ahí los factores sobre los que estas reiteradas explosiones
terroristas cabalgan. También operan otras variables de condición y
naturaleza distintas: dependientes de las condiciones internas,
políticas, del reislamizado régimen turco…
Me refiero a la situación sobrevenida tras del Golpe de Estado del 15
de Julio de 20015 y a la propia evolución de las relaciones
turco-rusas, que han virado desde la tensión crítica por causa de los
incidentes aéreos derivados de la participación rusa en el conflicto
sirio – ante el que Turquía se abstenía, mientras que al propio tiempo
traficaba con el Estado Islámico en el petróleo iraquí de Mosul – a la
actual situación, en la que Turquía se abrocha con la Federación Rusa,
que sostiene militarmente al régimen de Al Asad, y se enfrenta al Estado
Islámico, que le replica enviándole sus terroristas. Con lo cual las
relaciones entre estas dos partes se han invertido de dirección y
sentido. Pasando de socios eventuales a. Enemigos estructurales.
Pero si todo ello se traduce en pérdida de seguridad interna del Estado
turco, que no sólo se ve hostigado por el terrorismo islamista, sino que
se ve debilitado por la pérdida de eficiencia policial a causa de las
purgas que Erdogan, después del golpe del pasado Julio, ha aplicado a
los servidores del Estado, especialmente a policías y militares. Estas
depuraciones han purgado también, y debilitado, a Recip Erdogan.
(*) Periodista español especializado en política internacional
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