El decreto de Donald Trump contra la inmigración de ciudadanos de
siete países del mundoárabe y de la fe islámica “no es constitucional,
es injusto y económicamente dañino”. Lo ha dicho uno de los jefes del
mundo de la tecnología estadounidense. Las empresas tecnológicas se han
reunido en una sola voz, sin apenas discordancias, para elevar su voz
contra la última ocurrencia del tirano, que sigue gobernando a golpe de
exabrupto.
La voz de la tecnología tiene una notable trascendencia en Estados
Unidos y lógicamente en todo el mundo, ya que la vanguardia de la
innovación se ha convertido en los últimos dos decenios en el sistema
nervioso de la economía global. Un ataque contra la globalización del
empleo en este sector es un atentado directo contra la esencia del
sistema, máxime si se origina y se proyecta desde Estados Unidos, la
sede de Silicon Valley y de los grandes centros de investigación desde
donde se ha irradiado a todo el mundo la nueva arquitectura mundial de
las comunicaciones y de la transmisión del conocimiento.
La queja de los amos de la tecnología no es gratuita. De momento, es
la primera expresión sectorial de rechazo hacia una de las ocurrencias
de este nuevo presidente, que parece dispuesto a poner patas arriba el
sistema sin una hoja de ruta que conduzca a ninguna parte reconocible ni
mucho menos definida. Trump ha sido un empresario de éxito en el
negocio más especulativo del mundo, el inmobiliario. Pero eso no le
confiere dotes especiales para gobernar a golpe de capricho o de impulso
ideológico, muchas veces contraviniendo normas que en la economía
global se han ido consolidando con el paso del tiempo como las más
adecuadas para que el sistema económico global funcione aceptablemente.
La sublevación de los gestores de las principales empresas
tecnológicas puede considerarse como un primer paso de enorme
trascendencia que posiblemente hará recapacitar a los nuevos dirigentes
de la Casa Blanca, ya que a este paso Estados Unidos no va a ser el país
más seguro del mundo (lo que está por ver) sino que puede ver
seriamente comprometidos algunos de sus grandes negocios de ámbito
global. La tecnología y la innovación tienen unas señas de identidad
claramente gestadas en el país más poderoso del mundo, pero las empresas
que dominan la tecnología mundial, desde Microsoft hasta Google,
pasando por Facebook, Amazon, Box, Apple y varios centenares más, están
repletas de ciudadanos no americanos.
Se estima en un porcentaje del orden del 37% el de los técnicos y
especialistas del sector tecnológico que no tiene la nacionalidad
estadounidense, lo que da una idea de la importancia que la transmisión
de conocimientos entre países y culturas muy diferentes está teniendo en
los fenómenos de difusión de la tecnología a nivel global. Cortar el
flujo de migraciones que esta globalización ha hecho posible puede dañar
seriamente la expansión y difusión de la tecnología, que es el
principal motor del crecimiento económico mundial. Es difícil que los
obstáculos a esta difusión global del conocimiento puedan llegar a
consolidarse. Por ello, la batalla de Trump contra el sentido común y
los avances de la Humanidad tienen pocas posibilidades de éxito. Lo malo
es que nos hará perder algo de tiempo aunque reforzará la creencia de
muchos en los principios.
(*) Periodista y economista español
No hay comentarios:
Publicar un comentario