El fútbol nunca ha estado lejos de la corrupción. La conocida era
cutre al lado de la que ahora se conoce. El FBI, curiosamente desde un
país en el que el fútbol está por debajo de sus grandes ligas, empezó a
investigar y a poner en la cárcel a individuos relacionados con la
Confederación Suramericana en la que estuvo como director general Gorka
Villar, hijo del casi eterno presidente de la Federación Española. Las
grandes sospechas nacieron en las adjudicaciones de los próximos
mundiales a Moscú y Qatar. Los votos valieron pingues compensaciones. En
las investigaciones policiales internacionales no se salvaron
dirigentes europeos.
La compra de partidos, en su mayoría, han quedado en el baúl de los
recuerdos. Durante años se supo que se pagaban primas por ganar y en
algunos casos por perder. Estas compensaciones tenían que ver con
títulos o descensos. Cada año se han vertido suposiciones incluidas las
presuntas compras de árbitros. Los titulares que hablan de maletines son
cosa de cada final de campaña. En Italia los grandes fastos tuvieron
que ver con la manipulación de las apuestas. En estos casos se llegó a
sancionar fuertemente a jugadores y clubes. En España y hasta en muy
pocas ocasiones se ha castigado por el control antidopaje.
Todas estas cuestiones han sido insignificancias comparadas con lo
que llevamos años conociendo. Las relaciones familiares que en España se
han centrado en Villar padre e hijo, tuvieron mayor relevancia en
Brasil con Joao Havelange presidente de la FIFA y su yerno Ricardo Terra
Oliveira, presidente de la Confederación Brasileña durante 23 años y
que fue acusado y juzgado por nepotismo, corrupción y clientelismo.
Lo de Moscú y fundamentalmente, lo de Qatar, campeonato que si no hay
cambios fundamentales supondrá un drama para los futbolistas
participantes por el calor, es historia a la que aún no se la ha puesto
punto final. Ángel María Villar sólo ha tenido que comparecer ante los
organismos internacionales como testigo. No ha sido acusado, pero de la
trama que ha demostrado la Guardia Civil no puede salir ileso.
Independientemente de lo que decidan los tribunales, la sentencia
popular ya está dictada.
En la misma trama están involucrados varios presidentes de
federaciones regionales. La mierda no está sólo en los cuatro detenidos.
Las actuaciones de algunos denotan la existencia de organización
mafiosa.
El PSOE dictó lo que se conoció como el “decreto AntiPorta”. El PP ha
sido, por medio de Miguel Cardenal, ex Secretario de Estado para el
Deporte, el promotor de operación más profunda. Aquí no era cuestión de
un decreto. Lo que no ha sido posible por medio de la aplicación de la
Ley del Deporte se ha conseguido con dos señoras fiscales Anticorrupción
y las habilidades de la Guardia Civil.
Villar ganó fama por la bofetada que le propinó a Johan Cruyff y le
costó la expulsión en San Mamés. Ahora le echan del fútbol y la tarjeta
roja se la muestra más gente que la del deporte.
(*) Periodista español
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