NUEVA YORK.- Este 15 de septiembre se cumplirán 10 años de la caída de Lehman
Brothers, el que fuese cuarto banco de inversiones de EEUU y símbolo del
inicio de la mayor crisis desde 1929, un tsunami que los economistas
esperan que no se reproduzca pese a temer al bajo control de los fondos y
al alto endeudamiento.
La caída de Lehman Brothers fue la gota que colmó el
vaso en una práctica que asumieron determinadas entidades financieras
con las "subprimes" o créditos hipotecarios de alto riesgo, en un
sistema financiero poco transparente que demostró la necesidad de una
mayor regulación y controles.
El 2 de octubre de 2018, EEUU aprobó un rescate de los
activos tóxicos de su banca por 700.000 millones de dólares y cuatro
meses más tarde activó un plan de estímulo por 790.000 millones.
En abril de 2019, el G20 acordó impulsar la regulación del sistema
financiero internacional, y es que había que mejorar los estándares de
calidad. El tsunami había llegado y la economía mundial se contrajo un
2,1 % por primera vez desde la segunda guerra mundial, según datos del
Fondo Monetario Internacional (FMI).
Y es que tras el
colapso registrado en el número 725 de la Séptima Avenida de Nueva
York, cayó el 20 % del comercio mundial, un 80 % de los países entró en
recesión -las economías emergentes aguantaron- y se puso en cuestión la
zona euro, con países con graves dificultades, como Grecia, Portugal o
España, lo que llevó al Banco Central Europeo (BCE) a un plan de
recompra de deuda pública y a ajustes presupuestario que afectaron los
servicios públicos.
"Lehman Brothers es un símbolo,
porque todo empezó mucho antes", apunta Nicolas Veron, experto en
regulación financiera y profesor en el Peterson Institute for
International Economics.
Para el autor de "La gran
depresión. Crónicas del capitalismo financiero", antes del colapso de
Lehman Brothers hay que recordar por ejemplo el rescate en 2007 por
parte de la Reserva Federal de Bears Stearns, que acabó engullido por JP
Morgan tras su mala praxis con las hipotecas basura.
El mismo día en que quebró Lehman Brothers, Bank of America y Merrill
Lynch se fusionaron y poco después Goldman Sachs y Morgan Stanley se
convirtieron en un "holding".
Las firmas hipotecarias
Fannie Mae y Freddie Mac y la aseguradora AIG fueron rescatadas por el
Estado y luego aún vendría otra megafusión entre los bancos Wells Fargo y
Wachovia.
"Ya en aquel momento había una gran
incertidumbre y no se sabía quién tenía realmente garantías de
seguridad", apunta Veron, que recuerda que la crisis demostró "la falta
de supervisión del sistema financiero en Estados Unidos" y la "debilidad
bancaria en Europa".
Los economistas ven dos riesgos
principales en el sector financiero, el poder de los fondos de
inversión y el sobre-endeudamiento público y corporativo, mientras hay
un tercero, la concentración bancaria, que relativizan diez años
después.
Los analistas también están expectantes para
ver hasta qué punto el presidente estadounidense, Donald Trump,
tensionará la economía con su política comercial proteccionista y
arancelaria, sobre todo con China.
Para Edmund
Fitzerald, catedrático en Finanzas Internacionales de la Universidad de
Oxford, la concentración bancaria derivada de la crisis debe compensarse
con una mayor "segmentación" que sirva de "cortafuegos" y contemplar
cada vez más la banca como un servicio público, con una "supervisión aún
más activa".
"La regulación bancaria tiene que ser
aún más internacional", recomienda Fitzerald quien cree que hay que acabar con el "agujero negro" que representan los
paraísos fiscales.
"El problema no es la banca, sino
los fondos -añade- porque el riesgo siempre es el colapso, que afecte a
las personas que no han invertido en ellos. Si hay gente pudiente que
quiere invertir en eso pues muy bien, pero deben asumir que pueden
perder su dinero sin que afecte a los demás", explica Fitzerald.
El otro asunto que le preocupa es el sobre-endeudamiento, algo siempre
subjetivo porque dependen de la capacidad de pago y cuya novedad radica
tras diez años en que ahora afecta "al norte": "la otra crisis no llegó
más lejos gracias a la capacidad de los gobiernos de emitir deuda, pero
el problema es que se ha reducido el margen de maniobra ante una posible
nueva crisis".
Fitzerald es miembro de la Comisión
Independiente para la Reforma de la Fiscalidad Internacional de las
Empresas, una plataforma de economistas reunida recientemente en Nueva
York bajo la batuta del premio Nobel Joseph Stiglitz.
El presidente de esta entidad, José Antonio Ocampo, catedrático en la
Universidad de Columbia, cree que "los tiempos son diferentes a hace
diez años", ya que "dependemos más del mercado de bonos que del mercado
bancario" y porque "estamos mucho más sobre-endeudados".
Ocampo, a favor de poner aún más regulaciones y controles, es de los
más optimistas porque, a su juicio, la crisis del euro (2011-2012), la
reversión de la política monetaria expansiva de EEUU (2013) o la salida
masiva de capitales de China (2015-2016) demostraron que fueron
situaciones que se pudieron acotar.
"Yo soy de los que piensan que no vamos a volver a un proceso generalizado de crisis", concluye.
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