jueves, 13 de septiembre de 2018

Oslo: 25 años del fallido acuerdo de paz en Oriente Medio

Los dos acuerdos de paz de Oslo -de 1993 y 1995 y cuya primera parte cumple hoy 25 años- hicieron historia con el reconocimiento mutuo de israelíes y palestinos y su apuesta por la paz, pero no cruzaron el Rubicón, el de dar el paso final, lamentan sus protagonistas y arquitectos.

"Desde el punto de vista conceptual hicimos historia, porque por primera vez israelíes y palestinos se esforzaron por resolver el conflicto bilateralmente", relató Ilan Baruch, asesor durante las negociaciones y, en aquel entonces, jefe del departamento para los palestinos del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí.

Los acuerdos, elaborados en la capital noruega pero firmados en Washington (1993) y en Taba (Egipto, 1995) entre Yaser Arafat, líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), e Isaac Rabin, primer ministro israelí, y Simón Peres, ministro de Exteriores, crearon una autonomía limitada palestina y fueron el comienzo de un pacto de paz permanente que nunca llegó.
Hoy, Baruch considera que "Oslo fracasó porque, en realidad no se cruzó el Rubicón. Hubiera sido necesario el reconocimiento el estado palestino".
Yair Hirschfeld, intelectual israelí y parte del equipo negociador, explica en su libro "Track-Two Diplomacy: Toward An Israeli-Palestinian Solution, 1978-2014" (Diplomacia de dos pistas: Hacia una solución israelo-palestina, 1978-2014) que uno de los errores de los acuerdos fue no incluir a los religiosos para lograr la mayoría "y la legitimidad necesaria que descansa en gran medida en las figuras religiosas".
También critica a Rabin por dar bombo a los logros israelíes creando demasiadas expectativas, cuando Oslo "era un acuerdo sobre cómo negociar y avanzar en el proceso de paz".
El abogado Yoel Singer, consejero legal de la delegación israelí que escribió el borrador de los acuerdos, defiende en el diario Haaretz la positiva "progresión gradual y modular" que introdujeron, pero considera hoy que fue un error negarse a la exigencia palestina de detener la construcción de los asentamientos judíos en Cisjordania. Singer abandonó Israel tras el asesinato de Rabin (1995) y no regresó.
El asesor presidencial para Asuntos Exteriores palestino, Nabil Shaath, involucrado en la implementación de la primera fase del acuerdo (Gaza-Jericó) resalta que los palestinos apostaron por "ser prácticos" y respaldar la decisión de dos estados "que apoyaba la gran mayoría de la comunidad internacional" renunciando al "resto de la Palestina histórica, el 78 %, que quedaría como Israel", dijo a un reducido grupo de periodistas.
Shaath valora positivamente que gracias a Oslo, "el mundo reconoció un Estado palestino independiente" -138 estados hasta hoy-, se construyeron instituciones, se puso en marcha una economía "muy restringida" por Israel, "pero existente", y se frenaron las "deportaciones de cientos, miles de palestinos".
El secretario general de la OLP, Saeb Erekat, subraya como grandes éxitos que con Oslo "por primera vez Israel reconoce a la OLP como representante legítimo de los palestinos, ésta reconoce el derecho a existir de Israel, y por primera vez las dos partes acuerdan que Jerusalén, las fronteras, los refugiados, los asentamientos, seguridad y agua, son los asuntos a negociar".
Pero lamenta que en estos 25 años el número de colonos en territorio ocupado "se haya ha triplicado a 650.000" e Israel "controle totalmente la gran mayoría del Estado de Palestina, incluida la esfera electromagnética".
Hanan Ashrawi, veterana política palestina y una de las pocas presente en la firma de Washington, cree que la solución de los dos estados fue "una gran concesión que hicieron los palestinos" para acabar con la ocupación.
Y lamenta que estemos en "el punto más bajo" no solo desde Oslo "sino desde 1948 (creación de Israel)" porque "se destruyen totalmente las oportunidades de un Estado palestino, libertad, derechos y la posibilidad de vivir en nuestra tierra".
Atribuye en parte la lamentable situación actual al "legado conceptual, procedimental, estructural, legal" del tratado interino, porque tuvo "un enfoque funcional en lugar de territorial", lo que les dejó sin control sobre la tierra. "Pudo haber sido", pero no fue, "el camino hacia la paz en esta parte del mundo", lamenta Shaath.

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