BELÉN.- Un año más, decenas de miles de palestinos salen a los
campos a recoger uno de los frutos más preciados y simbólicos que
existen en esta tierra: las aceitunas de sus olivos con las que
prepararán el tradicional aceite.
Al terminar el
verano, se abre durante un mes una de las temporadas más esperadas,
cuando cerca de 100.000 familias invaden el árido paisaje y disfrutan de
ese momento en el que, lejos de las rutinas y distracciones diarias,
abuelos, padres, hijos y amigos comparten la experiencia de la recolecta
que con los años se va impregnando de un tinte cada vez más político.
"Es una actividad nacional. Antes tenía otro sentido,
pero el modelo de vida ha ido cambiando. Por eso creo que ahora tiene un
componente mucho más político. Ahora es un sinónimo de resistencia por
nuestra parte", explica a Efe Yaser Hemadán, cofundador de la
organización To Be There (Estar ahí) que difunde aspectos de la vida
social, política y agrícola de Palestina.
Lo hace a
la sombra del conocido como Al Badawi, el que se estima es el olivo más
antiguo de Palestina con sus 4.000 o 5.000 años, plantado en la ladera
de la localidad cisjordana de Al Walaja, próxima a Belén, y que para
muchos es la prueba viva de la presencia de sus antepasados en la tierra
y su vínculo con un modo de vida ancestral.
"Los
olivos son árboles sagrados, vinculados a la religión, porque son un
elemento simbólico islámico. Pero además, son una forma de preservar
nuestra historia y la de las familias. Es muy fácil referirse a viejas
historias contando que pasaron cerca de ese u aquel árbol", manifiesta
el socio de Hemadán, Baha Hilo.
Los mayores cuentan
cómo muchos de los casamientos, las construcciones de las viviendas o
pequeños caprichos sucedían después de la recogida, cuando las familias
se hacían con unos ingresos extras.
Sin embargo, hoy
en día, "la importancia económica es cada vez menor", abunda Hilo sobre
una producción que de acuerdo a datos de la ONU, ha caído de las 23.000
toneladas a las 14.000 anuales en la última década.
Hilo destaca que en este proceso de pérdida de productividad influye "la
destrucción sistemática israelí desde el año 2000, cuando se
materializó el fracaso de los Acuerdos de Oslo (1993) y se intensificó
la campaña de expansión de asentamientos".
Conforme a
sus cálculos, el crecimiento de las colonias y carreteras en territorio
ocupado, la construcción del muro de separación israelí y los ataques
de colonos judíos destruyen una media de 10.000 olivos al año, aunque
reconoce que es difícil dar cifras exactas.
En datos
de la Autoridad Palestina y el Instituto de Investigación Aplicada
Jerusalén (ARIJ, por sus siglas en inglés), unos 800.000 olivos han
desaparecido desde la Guerra de los Seis Días de 1967, cuando comenzó la
ocupación israelí.
Según estimaciones de los Comités
de Agricultores palestinos, ahora hay unos 10 millones de olivos
productivos distribuidos sobre el 45 por ciento de la tierra destinada a
la agricultura en Palestina, parte de ella situada tras el muro o en la
conocida como área C (bajo control administrativo y de seguridad
israelí, y que ocupa un 60 por ciento de la superficie de Cisjordania).
Se estima que representan el 15 por ciento de la producción agrícola en
Palestina e Hilo asegura que en torno al 40 por ciento de la economía
palestina se sustenta en el tradicional árbol, desde la producción de
aceite y jabones, a la venta de su madera.
Pero más
allá de las pérdidas económicas en el sector, que la ONU cifra en unos
12 millones de dólares al año, Hilo y Hemadán se preocupan por su
desaparición del paisaje y lo que eso significa para ellos.
"Históricamente, los olivos han sido uno de nuestros compañeros",
señala Hamadán e Hilo cuenta la historia de un general israelí que
comparó los árboles con un niño.
"Parecen indefensos,
pero con el tiempo se convierten en una bomba a punto de explotar
porque son una prueba de nuestra existencia aquí", argumenta Hilo.
Y lamenta ante un grupo de internacionales británicos que ha viajado a
la región sólo para apoyar en el proceso de recogida a los agricultores
locales: "Tiene una perspectiva cultural muy importante, pero se ha
perdido parte de la idea de celebración y este evento se ha transformado
en algo arriesgado".
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