La decisión de la OPEP (los 14 países exportadores de crudo que
representan un tercio de la oferta mundial de petróleo) de recortar en
algo más de un millón de barriles diarios su producción para dar algo
más de estabilidad al mercado energético y sobre todo a la situación
financiera y fiscal de algunos de los principales productores de crudo,
ha tenido un efecto inmediato en los precios de este hidrocarburo. La
línea de los 50 dólares por barril ha sido alcanzada y superada de
nuevo, aunque esta vez parece que con mayor fiabilidad que en los
últimos meses, en el curso de los cuales los desacuerdos entre los
productores habían sometido a una elevada volatilidad y constantes
vaivenes el precio del crudo.
El acuerdo ha sido posible por la flexibilidad mostrada por los
representantes saudíes, que a la hora de la verdad eran los que tenían y
tienen la sartén por el mango, dada su elevada cuota en el seno de la
organización, algo más de un tercio del crudo de la OPEP. El
conglomerado de países que forman parte de la OPEP vive desde hace dos
años momentos muy críticos en materia financiera, por lo que una
recuperación de los precios y el consiguiente aumento de los ingresos
que de ello se va a derivar constituyen la pieza básica del acuerdo
alcanzado ahora.
Arabia Saudí, aunque goza de una salud financiera y presupuestaria
mejor que la de algunos de sus principales socios en la OPEP, estaba
también en una situación comprometida, que le había obligado y pedir
créditos a la banca internacional mientras planea salir al mercado de
bonos mediante alguna emisión de largo alcance. La subida de los precios
del crudo puede aliviar las finanzas saudíes, aunque quienes de verdad
necesitan el socorro petrolero son algunos otros integrantes de la OPEP,
como Irak e Irán y, por supuesto, y de forma más perentoria, Venezuela,
aunque en este caso ni siquiera una subida consistente del precio del
crudo serviría para sacar de la aguda crisis económica al régimen
bolivariano. Una subida del precio del crudo, aunque sea moderada,
servirá en todo caso para suavizar las crisis presupuestarias por las
que atraviesan algunos de los países miembros de la OPEP.
Pero el trasfondo sobre el que se mueve el cambio de planes de
producción de la OPEP y el consiguiente aumento de los precios puede
desencadenar efectos secundarios importantes. Uno de ellos es el
fortalecimiento de la producción propia de petróleo de Estados Unidos,
que se consolida ahora como el primer productor mundial de crudo y desde
luego con producción más que suficiente para atender las necesidades
propias. Estados Unidos mantendrá previsiblemente su condición de
autosuficiencia energética y en especial petrolera, lo que pone un
límite a las subidas de precios a las que puedan aspirar los miembros de
la OPEO.
Cuanto más suba el precio del petróleo, mayor es la capacidad
potencial de producción de crudo en Estados Unidos y, por lo tanto, su
papel como protagonista del mercado mundial del petróleo irá en aumento
proporcional. La producción de Estados Unidos con sus yacimientos de
fracking tiene unos umbrales de rentabilidad bastante exigentes, aunque
con el precio del petróleo por encima de los 50 dólares el barril hay
muchas explotaciones en Estados Unidos que dejan de ser marginales para
entrar en rentabilidad.
Esta situación limita de forma considerable las ambiciones que puedan
alimentar en materia de precios (y, por lo tanto, de ingresos) los
países de la OPEP y algunos otros que no forman parte de la
organización, como Rusia.
(*) Periodista y economista español
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