ROMA.- Para el jefe de Gobierno italiano, Matteo Renzi, que este domingo se juega gran parte de su futuro político en un referéndum constitucional, las cifras lo demuestran: la economía comenzó a recuperarse tras su llegada al poder, en febrero de 2014.
En los 1.000 primeros días
de su gobierno de centroizquierda, el PIB creció un 1, 6% y el consumo,
un 3%, mientras que el déficit cayó 0, 4 puntos porcentuales y el
endeudamiento ha bajado de 43.000 millones de euros desde el verano
pasado, destacó Renzi la semana pasada.
Antonio Medugno,
electricista en Nápoles (sur), tiene otras cifras en mente: "A los 36
años, y pese a tener trabajo, tengo que vivir en casa de mis padres",
explica.
Y no es el único: más de dos tercios de los
jóvenes de 18 a 34 años viven todavía con sus padres, a menudo por falta
de recursos.
"Mi padre tiene 63 años, es portero en una escuela y
gana 950 euros al mes después de haber trabajado toda la vida. Con
estos salarios miserables, ¿cómo se hace para vivir?", se pregunta este
joven, propietario de una empresa con dos empleados.
Entre estas
dos realidades se encuentra toda la ambigüedad de la economía italiana,
cuyo crecimiento en efecto se reparte por el territorio, pero no lo
suficiente como para verdaderamente cambiar las cosas en la vida
cotidiana de la gente.
El crecimiento "es muy débil desde hace
décadas", observa Pietro Reichlin, profesor de economía de la
universidad LUISS de Roma.
El problema de fondo es el retroceso constante de la competitividad:
aunque hay pequeñas y medianas empresas -pymes- con buen desempeño,
especialmente en el sector agroalimentario o en el de lujo, muchas otras
no logran hacer frente a la competencia internacional, en el sector
textil, por ejemplo.
"Es un problema que no se puede resolver en una sola legislatura", destaca Reichlin.
Otro
problema "estructural": el crédito. Los bancos italianos son reticentes
a prestar dinero debido a la masa de créditos dudosos que acumulan por
cerca de 360.000 millones de euros.
Aquí también son las pymes más expuestas a la competencia las que más
sufren. Para ellas, "la contracción del crédito siempre resulta más
difícil", a pesar de que muchas de ellas tienen bases sólidas, advierte
Alberto Baban, que representa a las pymes italianas ante la
Confindustria, la patronal italiana.
Para este empresario oriundo
de la región de Venecia (noroeste), fabricante de cápsulas y tapas de
envases, las medidas adoptadas por el gobierno de Renzi recompensan la
innovación y el riesgo.
Las inversiones se benefician, por ejemplo, de deducciones fiscales
importantes, algo que se acentuará en 2017 si la ley de finanzas, ya
votada por los diputados, es aprobada en el senado.
Sin embargo,
para la mayoría de las pymes, los escasos créditos y los elevados costes
de producción siguen siendo un obstáculo al desarrollo, explica Baban.
Ante
un sistema bancario muy disperso, el ministro de Economía y Hacienda,
Pier Carlo Padoan, ha implementado un reagrupamiento de los bancos
populares.
Aún así, la situación sigue siendo tensa en los
mercados financieros: el índice de los bancos italianos ha caído casi un
50% desde principios de año en la Bolsa de Milán.
El otro momento
económico importante del gobierno fue la adopción en 2015 -a pesar de
la oposición de los sindicatos y de los 'rebeldes' del Partido Demócrata
de Renzi- del 'Jobs Act', una reforma laboral que ha flexibilizado las
condiciones de despido y alienta a las empresas a ofrecer contratos
fijos.
También en este caso las cifras hablan a favor del jefe de
gobierno italiano: la república cuenta con 656.000 personas más con
empleo, entre ellas 487.000 por tiempo indeterminado, y 665.000
inactivos menos.
La tasa de desempleo ha caído más de un punto porcentual.
Para la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL), el principal sindicato italiano, los números son otros.
"En
tres años, cedimos 35.000 millones de euros a las empresas, incluyendo
18.000 para la creación de empleos, y apenas se crearon 250.000; es poco
para lo que costó y para los derechos que se perdieron", señala Massimo Gibeli, uno de los dirigentes del sindicato.
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