El
Banco Central Europeo ha confirmado que seguirá comprando deuda en la
eurozona hasta finales de 2017 y puede que durante algo más de tiempo.
Lo que constituye una buena noticia aunque dichas compras bajarán a
partir de marzo de 80.000 millones mensuales a 60.000, para aplacar las
reticencias de Alemania que sigue empeñada en la austeridad en pos de la
convergencia fiscal de la eurozona.
Una Alemania que se mantiene firme contra los eurobonos -que darían
estabilidad a la deuda de la UE- y no quiere aumentar los incentivos de
gasto que propone la Comisión de Juncker de 50.000 millones, porque
insiste en que se han de cumplir los objetivos de déficit sin relajar
los ajustes ni sus calendarios. Lo que no será fácil de cumplir por
Francia, Italia y España porque esa austeridad destruye la estabilidad
política y hace crecer a los populismos nacionalistas de izquierda (en
España e Italia) y derecha (en Francia y Holanda).
Sin embargo, al día de hoy Angela Merkel lidera la UE y además lo va a
seguir haciendo por la salida de Gran Bretaña de la UE, y la debilidad
política y económica de Francia, Italia y España. Así la canciller
seguirá disfrutando de un presidencialismo encubierto en la UE en
menoscabo del eje tradicional París-Berlín, lo que debería obligar a
Francia, Italia y España a redoblar su presión sobre Alemania y Merkel
para que exista un liderazgo a cuatro y compartido.
Máxime ahora que se anuncia en la escena internacional una ‘pinza’ de
Donald Trump y Vladimir Putin, que van a debilitar los históricos lazos
atlánticos entre USA y sus aliados europeos en el marco de la OTAN y en
las relaciones comerciales con la UE. Y todo ello en pleno proceso de
retirada del Reino Unido de la UE en unas negociaciones que serán más
duras de lo que Londres espera, porque de lo contrario el ejemplo
británico podrá ser imitado por otros países de la Unión.
Es verdad que Gran Bretaña no estaba en el euro y votó por el Brexit
pero en Inglaterra la palanca de la ruptura ha sido la inmigración. Otra
cuestión que abanderan los eurófobos de la derecha populista y que ha
obligado a Merkel a endurecer sus posiciones sobre esta cuestión para
frenar el renacer de una extrema derecha nacionalista en Alemania que ha
conquistado posiciones en los ámbitos regional y municipal.
El origen del drama europeo, desatado por la crisis financiera de
2008 en los EE.UU., estriba en que esta tormenta estalló cuando el euro
aún carecía de dos pilares esenciales como eran la unidad fiscal y
bancaria, de los que disfrutan otras monedas nacionales como el dólar.
A la vez la moneda común impedía refugiarse en las devaluaciones a
las naciones más afectadas en su economía y endeudadas como Grecia,
Italia, Portugal, Irlanda y España. Mientras, desde Berlín y Bruselas se
exigían ajustes duros a gran velocidad de los déficits presupuestarios,
así como pertinentes reformas estructurales y un exhaustivo control por
el BCE de los grandes bancos de la eurozona.
De esa manera se inyectaba fuerza en los pilares del edificio del
euro y en ello seguimos cuando desde el BCE y desde los mercados se da
por buena la idea de que la UE está saliendo de la crisis de manera
bastante sólida y saneada. Aunque aún seguimos en la cuerda floja por
causa de los bruscos movimientos del Brexit y por la inestabilidad
política que impera en varios países de la UE, España incluida. Pero que
no debe de ser utilizada por Alemania para imponer su presidencialismo
en la UE, porque ese (con el paro y la inmigración) podía ser el tercer y
un gran argumento político de peso para poner en jaque la existencia de
la UE.
(*) Periodista
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