PARÍS.- El motor franco-alemán vuelve a ponerse en marcha tras meses parado,
pero la sintonía es imperfecta. El presidente francés, Emmanuel Macron,
recibió este viernes en el Elíseo a Angela Merkel, recién elegida por
cuarta vez canciller alemana. El presidente anunció que en los próximos
meses Francia y Alemania pactarán "una hoja de ruta clara, ambiciosa"
para refundar la Unión Europea, según relata El País.
"Ahora queremos encontrar juntos los
caminos que nos llevarán hacia el futuro”, dijo, con menor énfasis, la
canciller. El ímpetu de Macron topa con un escepticismo amplio, no solo
entre los eurófobos que avanzan en varios países, sino en la propia
coalición de Merkel.
La visita de Merkel a Macron pone fin a casi medio año de impasse en
la relación franco-alemana y en el proyecto europeo. Las elecciones
generales en Alemania en septiembre y los meses de negociaciones para
formar coalición dejaron al presidente francés como único líder visible
en la UE, pero sin interlocutor para impulsar sus iniciativas
reformistas.
El acuerdo entre los democristianos de la CDU/CSU y los
socialdemócratas del SPD fue una buena noticia para París: el SPD es un
aliado en los planes europeístas de Macron. Mucho mejor, en todo caso,
que los liberales del FDP, el partido con el que, sin éxito, Merkel intentó una coalición.
La mala noticia, para París, es el éxito electoral de los
euroescépticos en Italia, resultado que puede frenar las iniciativas de
Macron y Merkel. El presidente francés no puede hacer nada en Europa sin
Alemania, pero con Alemania solo tampoco puede avanzar demasiado. El
motor franco-alemán es necesario para cualquier avance en la
integración, hoy repudiada por millones de europeos, pero es
insuficiente.
"Durante muchos años, Alemania esperó que Francia llevase a cabo sus
reformas. Francia las ha hecho en estos últimos meses en circunstancias
inéditas y con voluntarismo, y seguiremos aplicándolas", dijo Macron en
una breve comparecencia junto a Merkel, antes de reunirse y cenar. Desde
que ganó las elecciones presidenciales en mayo, Macron ha insistido en
que, para ser creíbles con Alemania y la UE, primero los franceses
debían reformar su economía.
"Durante años", continuó, "Europa ha esperado que la pareja
franco-alemana avanzase y propusiese, con la fuerza que históricamente
supo encontrar en cada una de las grandes etapas de Europa. Estamos
preparados".
El presidente francés explicó que, sobre la base de las propuestas
que en otoño presentó en un discurso en la Universidad de la Sorbona,
París y Berlín deben ahora "construir juntos" las bases para la nueva
Europa. La reforma que quiere Macron va más allá del euro, e incluye la
inmigración y la defensa, la educación y la cultura, y también la
política comercial.
“Propondremos una hoja de ruta clara, ambiciosa para esta refundación
ahora al mes de junio, y pondremos en ello la energía requerida”, dijo.
"Quizá", añadió Merkel, "no siempre seamos de la misma opinión al
principio, pero en la historia Francia y Alemania han hecho ya mucho.
Usted tiene una voluntad muy fuerte, nosotros también, y pienso que
podemos avanzar juntos. Es más necesario que nunca. Europa actúa en una
situación geopolítica en la que el multilateralismo cada vez está más
amenazado".
El plan Macron contempla la creación de un presupuesto, que serviría
para afrontar choques financieros, y de un ministro de Finanzas común,
pero estas ideas topan con recelos en Alemania y otros países del norte
de Europa. En un documento interno,
el presidente de la UE, Donald Tusk, constata que “hasta ahora existe un
grado de consenso limitado” sobre la reforma de la Eurozona.
Europa vive en un momento de turbulencias en la UE tras el Brexit y
la elección italiana, dijo Macron. El resultado en Italia ha permitido
comprender "las consecuencias a la vez de las económicas duraderas" y de
los "desafíos migratorios". En ambos casos, admitió que los líderes
europeos no han sabido "resolverlo totalmente". "Esto nos confiere una
responsabilidad importante", dijo.
Los presidentes pasan, Merkel sigue allí. Macron es el cuarto
presidente francés con el que trabaja Merkel, desde que fue elegida
canciller por primera vez, en 2005. En este periodo, han presidido
Francia Jacques Chirac, Nicolas Sarkozy, François Hollande y ahora
Macron. Y es con este último con quien quizá tenga mejor conexión
personal, pese a la diferencia de edad —él, 40 años; ella, 63— y un
talante y trayectoria política del todo distintos.
En el Palacio del Elíseo nunca se hicieron la ilusión de que la
victoria de Macron, en mayo de 2017, supusiera un freno definitivo a la
ola nacional-populista que habría comenzado con el referéndum del Brexit
en Reino Unido y continuado con la victoria de Donald Trump en Estados
Unidos. El análisis en el entorno de Macron es que en Europa hay una
división profunda y que sólo reformando la Unión Europea podrá desactivarse el descontento de los votantes del partido del repliegue.
Pero el resultado en las elecciones italianas, con la victoria de partidos más o menos euroescépticos como la Liga y el Movimiento 5 estrellas, ha sido una señal sobre las dificultades que afronta el proyecto de Macron para refundar Europa.
La fortaleza da la derecha radical en Alemania y
las divisiones en la CDU/CSU, la coalición democristiana de Merkel,
sobre la UE, reflejan que el pulso entre europeístas y euroescépticos
existe en todos los grandes países, y está lejos de resolverse en favor
de un bando u otro. Con otro sistema electoral, y teniendo en cuenta el
apoyo a los candidatos euroescépticos en las últimas presidenciales,
Francia podría hoy vivir un bloqueo similar al de Italia.
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