ESTAMBUL.- La reacción del
presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, frente al fallido golpe de
Estado del 15 de julio de 2016 debilitó la posición internacional de
Turquía, cuyos vínculos con los países occidentales quedaron seriamente
dañados.
Las purgas a gran escala en el Estado, las detenciones
masivas tras el fallido golpe y las violentas polémicas con varios
países europeos en las semanas previas al referéndum que en abril
reforzó los poderes de Erdogan dejaron el proceso de adhesión a la Unión
Europea (UE) al borde del precipicio.
El Gobierno turco responsabilizó del golpe al clérigo Fethullah Gulen, residente en Estados Unidos.
Hasta ahora, el Gobierno del presidente estadounidense,
Donald Trump, no ha dado ninguna señal de que vaya a cumplir con las
peticiones de Ankara de extraditar a Gulen.
Además, Trump continúa
con la política de Barack Obama, condenada por Erdogan, de apoyar en
Siria a las milicias kurdas, que Turquía califica de "terroristas".
"En
cierta forma Turquía ha quedado aislada diplomáticamente desde el golpe
de Estado fallido de julio de 2016, tanto porque los socios de la OTAN
fueron tomados por sorpresa como por la purga posterior, que fue mucho
más allá de lo que se podía esperar", explicó Marc Pierini, profesor
visitante del centro Carnegie Europe.
"La crisis entre Arabia
Saudita y sus aliados y Catar no hizo más que sumarse a los problemas
que enfrenta Turquía en el frente diplomático", indicó el
experto.
La actual posición de Ankara,
relegada a un rol precario en la escena internacional, contrasta con la
condición de mediador esencial con la que gozó Erdogan en la década
pasada.
En cada una de las crisis, tanto Estados Unidos como la UE cortejaban a un aliado clave en la zona.
Para
el ex primer ministro turco Ahmet Davutoglu, Turquía era el centro del
mundo islámico y tenía un influencia que iba desde Bosnia hasta toda la
zona de Arabia, replicando el terreno que alcanzó alguna vez el Imperio
otomano.
Turquía esperaba que la Primavera Árabe llevara al poder a
Gobiernos sunitas que pudieran quedar bajo su alero, pero el
derrocamiento de Mohamed Mursi y de los Hermanos Musulmanes en Egipto y
el alzamiento contra Bashar al Asad en Siria, mostraron otra realidad.
"Hoy
el panorama es muy diferente", explica Kemal Kirisci, perteneciente al
centro de investigación Brookings Institution, que destaca las actuales
disputas con sus vecinos y otros países.
Durante casi 50 años,
Turquía ha buscado unirse al pacto europeo, un proceso largo en el cual
Ankara ha visto con envidia cómo antiguos países comunistas han logrado
su adhesión sin demasiadas trabas.
La entrada a la UE sigue
siendo un objetivo estratégico, pero a veces Erdogan ha jugado a hacer
de Bruselas un antagonista en una batalla dialéctica.
Entre las
declaraciones que han alimentado la polémica está la intención declarada
por Erdogan antes del referéndum del 16 de abril para ampliar sus
poderes de restaurar la pena de muerte, lo que supondría la estocada
final a su candidatura.
"Las bases para una alianza política más profunda mediante
la adhesión a la UE sigue como siempre ha sido. Va a depender de los
líderes turcos, en algún futuro", estimó Pierini, antiguo embajador de
la UE en Ankara.
Las autoridades turcas celebraron la llegada de
Trump al poder tras la tensa relación que mantuvieron con la
administración de Barack Obama.
Sin embargo, la visita de Erdogan
a Washington quedó opacada por la decisión de Estados Unidos de emitir
órdenes de detención contra 12 guardaespaldas del presidente acusados de
enfrentamientos con manifestantes prokurdos en su territorio.
"Aunque
Ankara es muy optimista sobre la presidencia Trump, ninguna de las
expectativas de Turquía sobre la nueva administración estadounidense se
ha cumplido, ni siquiera parcialmente", indicó Özgür Ünlühisarcıklı,
director de la oficina en Ankara del centro de estudios German Marshall
Fund of the United States.
En este
contexto, la voluntad de Arabia Saudita de aislar a Qatar por las
acusaciones de que Doha apoya a grupos "terroristas", un vínculo que
Ankara niega, fue la última cosa que esperaba el Gobierno turco.
Después
de que Turquía lograra parcialmente mejorar sus vínculos con Riad,
afectados después de que Arabia Saudita apoyara el derrocamiento de su
aliado Mursi en Egipto, Ankara debe además afrontar el inesperado
nombramiento de Mohammed bin Salmán como príncipe heredero.
En
los últimos años, Qatar se había ido consolidando como el aliado número
uno de Ankara, que incluso instaló una base en el emirato, y Erdogan
desarrolló fuertes vínculos con el emir Tamim bin Hamad.
Kirisci
dijo que esta crisis es "profundamente inquietante para Turquía", ya que
Riad no sólo ha desairado los esfuerzos de mediación de Ankara, sino
que además ha impugnado "sus estrechos vínculos con Qatar y el
despliegue de sus tropas en el país".
Turquía está apostando cada
vez más por establecer un vínculo estrecho con Rusia, a medida que
avanza la cooperación por el conflicto en Siria.
Ankara también
ha desplegado una diplomacia multipolar, expandiendo su presencia en
África y también buscando ampliar sus vínculos con América Latina.
Pero
Moscú podría ser un bastón poco estable para apoyarse, sobre todo
después del quiebre que hubo entre ambos países por el derribo de un
avión ruso.
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