LINOSA.- Cinco años después de la
tragedia de Lampedusa, cuando un naufragio se llevó la vida de 366
personas, la isla siciliana quiere pasar página y convertirse en destino
turístico gracias a sus playas y su mar cristalino.
El naufragio
ocurrió el 3 de octubre del 2013 al amanecer, cuando una barcaza que
había partido de Libia hacia las costas europeas se hundió frente a las
costas italianas con al menos 550 inmigrantes procedentes de Somalia y
Eritrea, de los cuales 366 murieron y 155 sobrevivieron.
Las imágenes de cientos de ataúdes en un hangar del
aeropuerto conmovieron al mundo y alentaron operativos para socorrer a
los miles de migrantes que atravesaban el mar para huir de la guerra o
en busca de una vida mejor.
Pese a que las travesías se
multiplicaron entre 2013 y 2017, la pequeña isla de Lampedusa, con 20
km2 y 6.100 habitantes, a 205 kilómetros al sur de Sicilia y a 113
kilómetros de las costas africanas, ha recibido cada vez menos
migrantes.
Rescatados más al sur, los migrantes suelen ser
llevados directamente a los puertos de Sicilia y los pocos que llegan a
la isla pasan sólo unos días en los centros de alojamiento.
Los habitantes aprovecharon estos últimos años para construir hoteles, apartamentos para vacaciones y restaurantes.
Al
final de la temporada, es difícil encontrar un lugar libre para la
toalla en la famosa Playa de los Conejos, un sitio paradisíaco a sólo
600 metros de donde yacen los restos de un naufragio.
"¿Por qué
ir a las Maldivas cuando tienes playas como esta aquí en Europa?",
comenta Marzia Davoli, de 66 años, una jubilada de Reggio Emilia
(centro).
"Tenemos el mar
más bello del mundo, lo garantizo", sostiene Natozi Gaspar, de 50 años,
que administra una concesión cerca del pueblo con una docena de
parasoles y un chiringuito.
El nuevo aeropuerto de la isla,
inaugurado en 2012, ha aumentado su capacidad, de 86.000 personas en
2014 a 128.000 en 2017. En los primeros ocho meses del año el turismo ha
aumentado un 3,5%.
La isla sufre sobre todo por el desarrollo desordenado del sector y porque hay demasiados turistas para el número de playas.
El
centro de recepción para migrantes, entre dos colinas, fue cerrado en
marzo para hacer obras de renovación y quedan 95 plazas disponibles,
todas ocupadas.
La isla ha recibido este año a más de 2.500 migrantes, en su mayoría tunecinos.
Aunque los isleños eran conocidos por su solidaridad con los migrantes, la mentalidad ha cambiado en los últimos años.
Señal
de ese cambio fue la derrota en las elecciones de la legendaria
alcaldesa de Lampedusa, Giusi Nicolini, premiada por la UNESCO a
principios de 2017, tercera en las elecciones municipales del año
pasado, ganadas por Salvatore Martello.
Martello, que había sido
alcalde de 1991 al 2001, es propietario de un hotel en el puerto y
presidente del consorcio de pescadores.
La formación
ultraderechista y contraria a la inmigración Liga, liderada Matteo
Salvini, logró un avance notable al obtener el 6% de los votos, una
tendencia confirmada con el éxito obtenido en las elecciones
legislativas de marzo (15%).
Martello, con cigarro en mano, lamenta los robos y agresiones cometidas por los tunecinos.
"Tienes
que hacer la distinción, porque de lo contrario la gente empieza a
decir 'ah, se han vuelto racistas'", subraya el alcalde.
"Si en vez de recibir personas que huyen de la guerra, Lampedusa
recibe delincuentes, el asunto se vuelve de orden público", dice.
Esa
mentalidad pesa sobre Amin, un tunecino de 35 años que desembarcó hace
unos días. "Aquí la gente es un poco sospechosa, me dijeron que había
tunecinos que habían creado problemas antes que nosotros. Si vas a la
casa de alguien, hay que respetarla", dice.
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