jueves, 12 de enero de 2017

Rusia pone sus miras en Libia / Antonio Sánchez-Gijón *

Rusia lanza sus miras sobre el destino de Libia. La puesta en escena de sus intenciones no puede ser más expresiva: el general Jalifa Hafter, el único hombre fuerte, de los muchos que hay en el caótico país, que puede mostrar que las cosas funcionan medianamente bien bajo su control, y quien cuenta además con el apoyo del país vecino, Egipto, visitó esta semana el portaviones ruso Kuznetsov en su viaje de vuelta a Rusia después de haber lanzado ataques aéreos contra las fuerzas rebeldes sirias.

 Durante su vi­sita a la nave, Hafter habló por vi­deo­con­fe­rencia con el mi­nistro ruso de Defensa, Sergei Shoigu. El ge­neral había vi­si­tado Moscú an­te­rior­mente en busca de ar­mas. Libia está su­jeta a un em­bargo im­puesto por el con­sejo de se­gu­ridad de las Naciones Unidas, y el ge­neral ase­gura que el pre­si­dente Putin va a tratar de que sea le­van­tado.

Entretanto, el Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN), for­mado pe­no­sa­mente a prin­ci­pios de 2016 bajo los aus­pi­cios de las NN.UU, apenas con­trola, dentro de Trípoli, el es­pacio fí­sico de una base mi­li­tar, mien­tras el resto de la ciudad está do­mi­nado por fac­ciones con dis­tintas leal­ta­des.

Sin contar con el apoyo de mi­li­cias tri­bales o ur­ba­nas, y con poco arraigo so­cial, el GAN, pre­si­dido por Sayef Sarraj, no tiene los me­dios ma­te­riales para im­po­nerse. Su go­bierno está di­vi­dido: el vi­ce­pre­si­dente Musa el-­Koni, di­mitió a pri­meros de mes, acu­sando al ga­bi­nete de no ejercer su au­to­ri­dad. Una prueba de su de­bi­lidad es que la re­ciente ex­pul­sión del Estado Islámico (EI) de su en­clave en la ciudad de Sirte fue lle­vada a cabo por las com­ba­tivas mi­li­cias is­lá­micas de Misrata. El GAN se ve obli­gado a de­dicar gran parte de sus es­fuerzos a lu­char contra las fac­ciones y bandas cri­mi­nales que do­minan di­versas partes de Trípoli, y al tiempo trata de con­ci­liar las di­versas fuerzas que se re­parten el con­trol del país.

En ese en­ra­re­cido clima, Hafter ejerce un poder mi­litar efec­tivo. El ge­neral había sido ofi­cial del ejér­cito de Mohamed Gadafi, con quien rom­pió. Luego pasó va­rios años re­fu­giado en los Estados Unidos. Sus fuer­zas, que se llaman a sí mismas Ejército Nacional de Libia (ENL), están ba­sadas en el este del país, en el en­torno de Bengasi. El ENL ha lu­chado con­ti­nua­mente contra el lla­mado Estado Islámico (EI) y otras fuerzas yiha­dis­tas.

En el curso de una bri­llante ope­ra­ción mi­li­tar, el pa­sado año, el ENL ex­pulsó las mi­li­cias tri­bales e is­la­mistas que te­nían ocu­padas las ins­ta­la­ciones y los puertos del Creciente Petrolífero: Ras Lanuf, Brega y Es Sider, de­vol­vién­dolos a la ac­ti­vi­dad. La reac­ti­va­ción de esas ins­ta­la­ciones ha ayu­dado a que la pro­duc­ción ac­tual de Libia al­cance los 708.000 ba­rri­le­s/­día, vo­lumen en que el pre­si­dente de la Corporación Nacional del Petróleo (CNP), Mustafá Sanalla, en vi­sita re­ciente al campo de Jalo, en el sud­este del país, la ha es­ti­mado. Se cree que hay un en­ten­di­miento se­creto entre Hafter y la CNP para ca­na­lizar los in­gresos por ex­por­ta­ción hacia los co­fres de esta úl­tima.

Hafter ase­guró esta se­mana al Corriere della Sera que sus fuerzas con­trolan el 80 por ciento del país. El ge­neral señaló al de­sér­tico Sur libio como la fuente de su ines­ta­bi­li­dad, en clara re­fe­rencia a las in­fil­tra­ciones de los yiha­distas que campan por el Sáhara y el África ne­gra, y que apoyan al EI, a al-­Qaida, y a las redes de trá­ficos de per­sonas y de armas que atra­viesas los de­siertos me­ri­dio­na­les, para pro­yec­tarse sobre Europa.

Las dos fuerzas ar­madas más efec­ti­vas, el ENL y las mi­li­cias de Misrata, se disputan el do­minio de sus res­pec­tivos te­rri­to­rios, A pri­meros de enero estas úl­timas ex­pul­saron al ENL de un punto de con­trol es­tra­té­gico, y el ENL res­pondió ata­cando una base aérea de los de Misrata, cau­sando nu­me­rosas ba­jas. El sig­ni­fi­cado de estos en­fren­ta­mientos es di­fícil de dis­cer­nir, y pa­recen in­dicar una dis­po­si­ción a de­fender partes del te­rri­torio como feudos par­ti­cu­lares de una tribu o de unos lí­deres re­li­gio­sos.

Hafter es pe­si­mista sobre la po­si­bi­lidad de que Libia viva en paz, en un marco de­mo­crá­tico. En sus de­cla­ra­ciones al Corriere, dijo que en las elec­ciones ge­ne­rales del 2012, cuando Gadafi ya había muerto, “los li­bios no sa­bían lo que era de­mo­cra­cia. Simplemente, no es­taban pre­pa­ra­dos”. E in­sistió en los pe­li­gros que llegan desde el sur: “Si lo con­tro­lá­se­mos, ha­bría menos pro­blemas para todo el mun­do”, re­ma­chó.

Uno de los prin­ci­pales apoyos del débil go­bierno legal es Italia, res­pal­dada por los otros países de la Unión Europea. El em­ba­jador ita­liano re­tornó a pri­meros de año a Trípoli, pero se ganó una ad­ver­tencia del pre­si­dente del lla­mado Gobierno de Salvación, que no re­co­noce al GAN, y está ins­ta­lado tam­bién en la ca­pi­tal. Su jefe. Jalifa al-G­ha­wiel, exigió al pre­si­dente del go­bierno, Paolo Gentiloni, que re­tire las fuerzas ita­lianas que operan en Misrata, con­sis­tentes en per­sonal mé­dico y ad­mi­nis­tra­tivo, y cien pa­ra­cai­distas como pro­tec­ción.

El cambio en la pre­si­dencia de los Estados Unidos será la opor­tu­nidad de re­visar la po­lí­tica de Obama para Libia, li­mi­tada a in­ter­ven­ciones mi­li­tares pun­tuales contra el EI. Ese es el marco en que hay que con­tem­plar el in­terés cre­ciente de Rusia por Libia, una Libia que cons­ti­tuye un tur­bu­lento es­pacio geo­po­lí­tico a las puertas mismas del flanco sur de Europa e hi­po­té­tica pla­ta­forma para ame­nazar a la VI Flota.

El cuadro con que se va a en­con­trar Trump cuando llegue a la Casa Blanca, en cuanto a Libia, con­siste en dos fuerzas efec­tivas en pre­sencia (milicias de Misrata y el ejér­cito de Hafter), pro­clives al cho­que, y una serie de mi­li­cias des­coor­di­na­das, que im­piden que el país se es­ta­bi­lice. Junto a todo ello un go­bierno legal inefec­tivo, y una ayuda eu­ropea muy li­mi­tada, con­sis­tente en un grupo de apoyo de seis paí­ses: Francia, Italia, España, Alemania, Estados Unidos y Reino Unido, que hasta ahora se ha hecho sentir en ata­ques aé­reos pun­tuales y en­tre­na­miento de fuerzas del orden contra la emi­gra­ción ile­gal. Es evi­dente que este ‘approach’, li­mi­tado por el marco legal de la ONU, no ha sido muy efec­tivo para dar es­ta­bi­lidad del país.

Quizás Trump, sí en­tiende bien el pro­blema que Libia re­pre­senta para sus no muy re­sueltos aliados eu­ro­peos, desee llegar al co­razón de los asuntos li­bios antes de que Putin se haga con los ins­tru­mentos di­plo­má­ti­co-­mi­li­tares que le pro­por­cio­na­rían, a bajo coste, una es­fera de in­fluencia en donde hasta ahora no ha te­nido nin­guna.


(*) Periodista español


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